Más
de mil años fuera del alcance masculino
El
Nushú, una escritura de mujeres y para mujeres
Se
transmitía entre "hermanas juradas" rompiendo clases
sociales
Un bien creado en la resistencia y compartido sólo para ayudarse
a vivir mejor
Ximena
Bedregal
Según la etimología latina, conversar significa
dar vuelta juntos. El científico y filósofo Humberto Maturana,
en su introducción al libro El Cáliz y la Espada dice que
las distintas culturas, como distintos modos de convivencia humana, son
distintas redes de conversaciones; distintos modos de entrelazar el lenguajear
y el emocionar del vivir humano en colectivo.
El patriarcado es una red particular de conversaciones donde se articulan
emociones y acciones en y para la valoración de la jerarquía,
la guerra, la lucha, la autoridad y el poder. Quienes no están
en el polo superior de las dicotomías patriarcales son la otredad,
lo sin valor, sin autoridad, sin poder y por lo tanto lo que no tiene
un lenguaje propio capaz de hablar de si mismo entrelazando su lenguajear
y su emocionar. Estos son indecibles, inefables, mudos. De allí
que la palabra de las mujeres sea sólo posible como ficción.
Crear otras redes de conversaciones que puedan expresar el lenguajear
y el emocionar de las otredades, es crear cultura, es hacer mundo, otros
mundos. Empoderar no es acceder al poder ya establecido dentro de sus
jerarquías y otredades porque desde allí se lenguajea y
emociona dentro de la misma red de conversaciones Empoderar es crear otra/propia
red de conversación, una posibilidad de articular las otras/propias
emociones en otro/propio lenguaje que exprese el VIVIR, así con
mayúsculas 舑en este caso- de las humanas.
Desde la idea del asalto al poder para cambiar la realidad, la resistencia
suele verse como una acción pasiva de sobrevivencia incapaz de
generar los cambios que se supone deben darse. Y puede resultar así
cuando a la creación en resistencia no se la comprende en su dimensión
política. Por ello a las mujeres nos resulta tan imprescindible
conocer y analizar las experiencias que nuestras congéneres han
realizado a lo largo de la historia.
En experiencias de lenguajear y emocionar (conversar) desde nuestras propias
experiencias y necesidades de mujeres, la historia nos trae uno de lo
ejemplos más increíbles y maravillosos de creación
en la resistencia. Una experiencia, única hasta donde se conoce,
aunque la historia conoce poco de las creaciones de las mujeres. Me refiero
al Nushú, un lenguaje fundamentalmente escrito pero a veces también
hablado y cantado, creado y usado sólo por mujeres de la provincia
de Hunan, centro sur de la China y que se mantuvo a través de siglos
sin que los hombres pudieran acceder a él, ni conocerlo, menos
entenderlo y leerlo. Una escritura sólo de mujeres y para mujeres.
No se sabe con exactitud cuando nace, pero tiene entre mil y mil 500 años.
Al parecer nace o se desarrolla y extiende paralelamente a las más
misóginas imposiciones imperiales de la vieja China como fueron
la obligatoriedad de amarrar los pies de las mujeres para que no midieran
más de unos 6 a 8 centímetros, el aislamiento de las mujeres
en los espacios privados y la ausencia total de ellas en las decisiones
sobre su matrimonio y futuro. Los varones que dirigían las aldeas
de la región sabían escribir y leer el Hanzí por
lo que se piensa que las hermanas de estos hombres trataron de aprender
a escribir entre ellas y crearon las primeras versiones de Nushú
pero 舑a diferencia de lo que pasaba entre los alfabetizados varones-
no lo mantuvieron en su propia clase sino que lo difundieron a mujeres
de diversas clases sociales. El único requisito era transformarse
en una 舠hermana jurada舡 de esta sororidad, esforzarse en aprenderlo
y transmitirlo a otras mujeres; es decir crear redes de mujeres para que
pudieran lenguajear y transmitir sus vivencias y emociones fuera del alcance
de lo masculino dominante. El Nushú era un bien que se creaba y
compartía sólo para ayudar a vivir mejor.
Este sentido de redes de género y de solidaridad más allá
de las clases sociales rompía la soledad que le implicaba a las
mujeres el ser casadas con hombres de otras aldeas, obligadas a dejar
todo su mundo, a vivir el resto de su vida con alguien que nunca habían
visto y por la condición de casi esclavas de los hombres que sufrían
las mujeres en general. Estas redes afectivas de 舠las hermanas juradas舡
no vinculadas a las relaciones de sangre, eran más fuertes que
las relaciones con sus hermanas carnales.
Entre las 舠hermanas juradas舡 las mujeres que no pertenecían
a las elites resultaban muy importantes para su diseminación ya
que ellas tenían prácticas muy fuertes de transmisión
oral y cantada a través de las cuales las mujeres mayores enseñaban
a las jóvenes y participaban en festivales populares que transformaban
en verdaderas escuelas y lugares para compartir, intercambiar y entregar
sus escritos.
Textos Nushú, encontrados en abanicos, diarios y cuadernos delicadamente
construidos, no se ocupan de los héroes épicos o de asuntos
de Estado, como los otros escritos chinos de la época, sino de
los espacios privados de la vida. A través de ellos contaban sus
realidades y sus penas, se daban consejos para sobrevivir a las situaciones
difíciles, se enseñaban cosas útiles, se enviaba
alegría y afecto y se llamaban unas a otras a la solidaridad.
Un abanico dice: 舠Debemos establecer relaciones de hermanas y comunicarnos
a través de la escritura secreta"; y en un diario se lee:
舠Los hombres salen de la casa para enfrentarse al mundo exterior,
pero las mujeres no son menos valientes al crear un lenguaje nuestro que
ellos no pueden entender舡. Orie Endo, uno de los estudiosos contemporáneos
de Nushú cuenta que una mujer, luego de la muerte de su hijo, logró
escribir más fácilmente en Nushú lo que sentía,
dolor que en su idioma oficial no podía expresar.
El Nushú, un conjunto de caracteres alargados, finos y estilizados,
no era sólo escrito sino también se bordaba en abanicos,
pañuelos, y hasta cobertores y ropa que circulaba entre las hermanas
juradas mejor que cualquier libro expuesto en una feria del libro de hoy.
A diferencia del chino de todas las épocas que ha sido siempre
ideográfico el Nushú es silábico. Para manejar medianamente
bien la escritura de los diferentes dialectos chinos se debe aprender
unos 4 mil caracteres y si bien el Nushú llegó a tener cerca
de 2 mil caracteres, con que aprendieran unos 300 ya podían expresarse
y escribir lo que necesitaban y deseaban transmitir. El Nushú,
¡vaya belleza igual! se escribía en versos y se leía
cantando.
Durante mil a mil 500 años las mujeres de Hunan mantuvieron esta
red de conversación propia sin que los hombres lo supieran. Al
triunfo de la revolución comunista existían muchas piezas
en Nushú y hasta diarios de vida, a pesar de que estos eran generalmente
quemados por las 舠hermanas juradas舡 a la muerte de la autora
para evitar que los hombres de la familia se enteren y se apropien de
algo que era sólo de ellas.
Al triunfar la revolución socialista y acceder las mujeres a la
educación y al mundo público de la política, el Nushú
dejó de ser de interés para las nuevas generaciones. Se
quedó en las mujeres mayores. Cuando vino la revolución
cultural de Mao, los comisarios políticos (y también las)
que se enteraron acusaron al Nushú de lenguaje de espionaje y muchas
mujeres que aún lo escribían fueron castigadas. Este lenguaje
propio pasó a ser aún más clandestino, oculto ahora
hasta para las demás mujeres: las revolucionarias. Hoy en día
sólo existen menos de 20 ancianas que lo conocen.
Si bien desde 1982 se está tratando de recuperar y hasta se está
armando un museo con las pocas piezas en Nushú que aún quedan,
dejó ya de ser una propiedad cultural de las mujeres para pasar
a ser un objeto de estudio de especialistas en lenguaje, varones en su
mayoría, sin ninguna perspectiva de género, más interesado
en la técnica, el estilo y la sonoridad de este lenguajear de mujeres
que en lo que aporta de la vida de esa otredad llamada mujer, una suerte
de curiosidad de la 舠historia de la humanidad舡, entendiendo
historia como un neutro masculino al que se le van pegosteando las curiosidades
que se encuentran en la marcha.
La historia de la mitad de China no está en las grandes epopeyas
imperiales ni en los grandes mitos fundadores de esa cultura y sus héroes,
está en los textos del Nushú de los cuales quedan muy pocos.
Por más que intenten evitar que desaparezca antes de que se conozca
algo, es claro que, una vez más, nuestra historia de mujeres ha
sido robada por el patriarcado, ahora por sus revoluciones, sus ideas
de modernidad y progreso.
Lo que nos queda, lo que nos dejan estas hermanas es el significado profundo
de la capacidad de crear en la resistencia pacífica. La tarea:
volvernos política y ahora mundialmente unas nuevas hermanas juradas
para que nuestra red de conversaciones, nuestro lenguajear feminista no
sólo dure, al menos, el milenio y medio del Nushú sino que
influencie a la humanidad entera. La cultura será otra más
justa y buena si cambia la red de conversaciones que la constituye y define.
Todo cambiará para que nada cambie si seguimos en la misma forma
de lenguajear la vida.
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