A propósito del conflicto Sánchez-Rueda

Los estatutos de la Confederación Deportiva Mexicana deben incluir un código de ética

* Las deportistas, desprotegidas frente a posible abuso de poder de entrenadores

Abril del Río

Al margen de la existencia o maduración de los códigos de ética de las federaciones deportivas en México, se multiplican las relaciones atleta-entrenador, y con ello crece la duda respecto a dónde termina el manejo técnico de un deportista y cuando inicia la manipulación emocional.

Al tiempo que la mujer mexicana ha ganado terreno en los escenarios deportivos, se han vuelto comunes las uniones sentimentales con los entrenadores.
Quienes se han involucrado en estos lazos, han tendido a mantenerlos en privado, en un gesto de 舠pudor舡 ante la inevitable crítica por ser casi siempre el entrenador de mayor edad que la atleta, o en todo caso, tratar de separar lo íntimo del compromiso de la preparación.

Pero no siempre mantenerse en secreto ha obedecido a estas razones que finalmente superaron parejas ahora públicas como la maratonista Adriana Fernández y el legendario Rodolfo Gómez; la ciclista Nancy Contreras y Guillermo Gutiérrez, la velocista de origen cubano Liliana Allen y Gilberto Martínez, y en un caso más peculiar, el marchista Noé Hernández, quien convirtió a su esposa en entrenadora, más por beneficios económicos que por sus conocimientos.

Son mucho más las relaciones clandestinas, pues aunque sean de domino público en el medio deportivo, algunos de esos personajes estarían dispuestos a demandar a quien los mencione, sobre todo por tratarse de hombres casados.

Allá por junio de 1999 Domingo Ramírez, el fallecido entrenador de esgrima, capitán segundo en retiro del ejército mexicano, se dijo preocupado por su imagen y la afectación a su familia, luego de ser señalado por la pentatleta Rocío Arias de haber invadido su cama con intenciones de abusarla durante una competencia en Roma.

Aquello trascendió en la iniciativa de la federación en cuestión de establecer un código de conducta, al tiempo que el organismo limitó al técnico para que sólo se ocupara del equipo varonil.

El actual conflicto de Laura Sánchez, que para la clavadista parece no existir, ha traído a escena a un tercer acto al entrenador Francisco Rueda, quien fue involucrado, previo a los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, en un supuesto caso de acoso sexual hacia Azul Almazán, y un ciclo olímpico antes, previo a Atlanta 96, también habría afectado a Cristina Millán, según denunciaron los padres de la joven que veía terminada una extensa carrera.
Laura Sánchez, Premio Nacional del Deporte 2003 tras haber ganado el bronce mundial que le dio el pase olímpico a Atenas 2004, ha sido categórica al desmentir la afirmación de sus padres acerca de que presuntamente se habría establecido una relación íntima con Rueda y Jessica Ayala, también ex pupila y, desde hace casi una década, esposa del entrenador.

Según el hallazgo de la señora Rosario Soto, madre de Laura, la clavadista guanajuatense que ha entrenado con Rueda desde los 8 años 舑él y su esposa, Jessica, son sus padrinos de 15 años y vivió bajo su tutela en Monterrey a partir de los 16--, sufre el sometimiento del técnico, condicionada a asistir o no a los Juegos Olímpicos.

La clavadista, que en efecto podría no ser considerada en el equipo de no recuperarse de una severa lesión en la rodilla, enfrenta la soledad en la villa del Centro Deportivo Olímpico Mexicano, pues por el momento está al margen de toda competencia, a la vez que sostiene con dureza que las afirmaciones de sus padres no son ciertas.

Ante el reclamo que los padres dirigieron al programa CIMA (Compromiso Integral de México con sus Atletas), del que Laura es becaria, Rueda presentó su renuncia al cargo de entrenador alterno 舑el titular nacional es su hermano Jorge--, primero argumentando la necesidad de atender un problema de salud, pero después afirmó que lo obligaron.

Turnado el caso a la Federación Mexicana de Natación, este organismo integró una Comisión de Honor y Justicia que revisará el caso, y por lo pronto, Laura está tan fuera como su entrenador de los logros promisorios que los dirigían a la cita olímpica.

Tras el caso de Azul Almazán, la Federación Mexicana de Natación reprodujo la medida tomada en el pentatlón, de elaborar un código de conducta que involucra a deportistas y técnicos, aunque ninguno de los organismos lo contempla dentro de sus estatutos, sino como un documento al margen, por lo que no existe reglamento que contemple sanciones.

De inicio, no hay ninguna referencia a una conducta ética en los estatutos de la Confederación Deportiva Mexicana, que sólo advierte de sanciones en torno a conductas específicas, como para quienes hagan públicas opiniones que lesionen la imagen de sus federaciones.
Hasta el momento no hay manera de prevenir a entrenadores y atletas acerca del poder que puede ser utilizado de manera lasciva en la relación, como afirma haberlo padecido la campeona olímpica Soraya Jiménez con el rumano Gueorgie Koev.

Respaldada por familia, autoridades, patrocinadores y una jugosa beca que incluía el mejor sueldo de que gozara un técnico amateur en el país, la pesista desarrolló su carrera estableciendo un lazo muy estrecho con su mentor.

Tras casi ocho años de compartir la gloria y luego los descalabros que envolvieron a la atleta en casos de dopaje y fraude por documentación falsa, Soraya decidió prescindir de los servicios de Koev, no sin antes denunciar 舠maltrato sicológico舡. La pesista buscó ayuda de especialistas que tuvo al alcance como becaria de CIMA, pero la investigación quedó en promesa de las autoridades.

En realidad, las deportistas, más susceptibles al posible abuso de poder de los entrenadores, no cuentan con elementos preventivos al respecto, y menos con reglamentos que las respalden.

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