México D.F. Lunes 7 de junio de 2004
Pachorra en Benito Juárez
Herrerías se niega a entregar derechos de apartado
LUMBRERA CHICO
Han transcurrido casi cuatro meses desde que el Gobierno del Distrito Federal expidió el histórico decreto del 26 de febrero, por medio del cual todos los tenedores de derechos de apartado de la Monumental Plaza Muerta (antes México) se convirtieron en propietarios a perpetuidad de los mismos. Se acabó, pues, aquello de que los abonos pasaban a las manos de la empresa si no eran renovados anualmente por sus titulares. Ahora usted tiene el derecho de no canjear su tarjeta si no le parece atractivo el elenco de toreros y ganaderías presentado por los organizadores de la temporada alta o grande.
Principal perjudicado por esta determinación, el cacique de la plazota de Mixcoac, Rafael Herrerías Olea, ha contratacado con todos los recursos a su alcance para revertir el decreto. Según se sabe, ha conseguido muy poco en el terreno de las promesas y nada concreto en el papel. Las autoridades capitalinas han manifestado su disposición a modificar la nueva norma, estableciendo que si los dueños del derecho de apartado no los actualizan durante cinco años, entonces sí los pierden. Pero esto, en cualquier caso, no mejoraría en absoluto las perspectivas de Herrerías quien, en los hechos, no podrá ya lograr que las cosas vuelvan a ser como antes del 26 de febrero.
De acuerdo con la fracción tercera del artículo seis del citado decreto, "la empresa (de Herrerías) presentará a la delegación (Benito Juárez) los libros de registro de los tenedores de derechos de apartado originales, mismos que permanecerán en custodia de dicha autoridad para efectos de revisión y verificación administrativa del cumplimiento de los datos y obligaciones en ellos consignados".
Traducido a buen castellano, el actual delegado en Benito Juárez, el panista Fadlala Akabani, está obligado a exigir y garantizar que Herrerías le entregue los libros del derecho de apartado, una disposición que, sin embargo, el sucesor de José Espina von Roehrich no se ha tomado la molestia de llevar a la práctica, incurriendo así en un desacato al mandato judicial contenido en el decreto.
Quienes saben de esto aseguran que, en una ocasión, un emisario de Herrerías llevó ante un representante del delegado una pila de libros gruesos, de tapas azules, pero cuyas páginas estaban en blanco. Y no sólo rehusó dejarlos bajo custodia de la autoridad, sino que ni siquiera permitió que ésta los abriera para echarles una ojeada.
Akabani ha emprendido una campaña de cabildeo para dejar caer, aquí y allá, la versión de que no es ningún hombre de paja de Espina y que está tomando distancia de él. Aquí tiene una espléndida ocasión para confirmar la veracidad de su dicho. Sólo necesita fajarse los pantalones y usar las atribuciones legales a su alcance para cumplir con el cometido que le señala la ley y tomar bajo su control los famosos libros. No es una tarea del otro mundo, y para realizarla con eficacia y prontitud sólo se requiere voluntad política y firmeza para enfrentar las consabidas bravuconadas del empresario.
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