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México D.F. Lunes 7 de junio de 2004
Más torerismo en la segunda novillada
de La legua, en el coso La Florecita
Prometedor debut de Manolo Olivares, que inundó
la arena de afición y de sangre
Superior novillo de El Rosedal, con un encierro disparejo
de juego y presentación
LEONARDO PAEZ
En el segundo festejo novilleril en La Florecita, organizado
por la empresa La Legua, que patrocina una prestigiada empresa tequilera
jalisciense, las emociones volvieron a estar a la orden del día,
no obstante el juego desigual de los novillos de la ganadería morelense
de El Rosedal, propiedad de don Sergio Velázquez Gómez.
En contraste con los dos primeros astados, sosos, agarrados
al piso y escasos de trapío, tercero y cuarto resultaron de una
bravura y una calidad directamente proporcionales a su bella estampa, a
su calidad y a su recorrido que, para bien y para mal, correspondieron
a los alternantes menos fogueados.
Abrió
plaza el estragado Pura Sangre, al que sobró un puyazo y
con el que el solvente Ramón Olvera, triunfador del festejo pasado,
poco pudo lucir a pesar de su empeño. ¡Venga, Ramón!,
gritó una resuelta voz femenina, la de la madre del torero que,
no obstante salir al tercio, no pudo repetir color. Peor resultó
Campo Real, que correspondió al inspirado Ernesto Sánchez,
quien también repetía luego de su sensacional presentación
el domingo anterior. Infructuosos fueron sus afanes por hacer embestir
al manso.
Un novillo con el que sueña todo torero y orgullo
de todo criador, precioso de estampa, muy bien armado, bravo, noble, fuerte,
repetidor y con son, resultó Xalixco, que tomó dos
varas y fue aprovechado apenas por el novel Pepe Toño Guerra, que
dio su vueltecita. Si este ejemplar le toca a alguno de los dos primeros
espadas, todavía lo traerían en hombros.
Cerró plaza Invencible, también con
cara y el más pesado, pero igualmente con calidad y recorrido, al
que el debutante Manolo Olivares, con planta y vocación toreras,
recibió con verónicas bajas, banderilleó con más
voluntad que acierto y dejó muestras de un gran potencial, tanto
en su expresión como en su decisión. En un natural fue cogido
y recibió un fuerte rayón en el muslo izquierdo, que de inmediato
empezó a sangrar. Con la taleguilla rota siguió toreando
por sentidos derechazos, sonriente por la dicha de tener un buen toro delante.
Si no lo pincha, se lleva la oreja. Cuando Olivares daba la vuelta, cinco
sombreros había en la arena.
El Zotoluco y la otra fiesta
Cuando por estas tierras del cambio al autorregulado de
Mixcoac se le sugiere que no cometa fraudes, indignado cierra la plaza
que renta y ninguna autoridad osa meterlo en cintura, en Madrid el jueves
pasado, durante la isidrada, los veterinarios de Las Ventas rechazaron
cuatro toros de la mitológica ganadería de Miura, y nadie
suspendió nada, y eso que el propietario del hierro es Eduardo Miura
Fernández, actual presidente de la Unión de Criadores de
Toros de Lidia, que reúne a los ganaderos de bravo más importantes
de ese país.
Claro, una cosa es la autorregulitis aguda e irresponsable
de ciertos empresarios y otra, muy distinta, la actuación enérgica
de unas autoridades taurinas con conocimiento de causa. "Les falta trapío",
consideraron los veterinarios, es decir, armonía de hechuras y calidad
en su apariencia, no sospecha de manipulación de las astas o falta
de edad reglamentaria, no, sino poca gallardía y belleza anatómica.
Y háganle como quieran, que esas aproximaciones de toros aquí
no se aprueban.
Quizá por primera vez una figura mexicana de los
ruedos fue a San Isidro a darles una de cal por las muchas que van de arena,
a cargo de esos diestros peninsulares que se bajan del avión, se
visten de luces, dan tres trapazos, cobran y se regresan. Al menos así
calificó la crítica española la actuación de
El Zotoluco ante su enésima comparecencia con miuras. Allá,
a nuestra máxima figura lo ponen con toros del agarradero y acepta;
acá, con dóciles novillotes, las figuras hispanas a veces
triunfan.
Lo bueno es que entre los taurinos de México, no
entre los profesionales del manejo de imagen, a José Manuel Espinosa
se le considera el mejor apoderado, así haya "conseguido" para la
primera figura de nuestro país dos encierros de cuarta en la feria
más importante de España. Es otra de las consecuencias nefastas
de la intocable autorregulación y de nuestro taurinismo tercermundista,
aplaudido por gremios, prensa especializada y villamelonaje.
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