México D.F. Miércoles 2 de junio de 2004
Jalisco: imágenes iraquíes en sótanos
de la Procu
Narra española detenida en Guadalajara las vejaciones
sufridas y las que presenció
KARINA AVILES
Era ya de noche. En un ''sótano'' de la Procuraduría
General de Justicia del estado de Jalisco (PGJEJ), la española Silvia
Ordaz Amor estaba desnuda haciendo sentadillas, ante la mirada de mujeres
policías. Este martes, la joven se sentía aún más
humillada; se declara "secuestrada", junto con otros siete extranjeros,
por las autoridades de Migración.
El viernes 28 de mayo comenzó la "pesadilla". Alcanzó
a ver cómo detrás de un biombo "un policía ahogaba
a un chavo poniéndole la mano en el cuello y cómo
otro le bajaba los pantalones a un joven y le golpeaba los testículos.
"Cuando pedí al supuesto médico que por
favor hiciera algo con lo que allí estaba pasando, me dijo: 'nosotros
no podemos meternos en esos asuntos'."
El
pánico la envolvió. No pensó que aquello pudiera llegar
a más, pero de pronto tuvo ante sí casi las mismas escenas
que en estos días han dado la vuelta al mundo. No era Irak. Estaba
en México, en un ''sótano'' -como ella le llama-, donde unos
agentes policiacos traían a un joven ''cubierto del cuerpo con una
bolsa de plástico negro, las piernas desnudas y la cabeza cubierta
con una camiseta con una pequeña rendija para que pudiera ver".
Silvia Ordaz Amor fue detenida el viernes pasado en el
centro de Guadalajara, justo en el momento en que intentaba subir al autobús
y la policía estaba a la caza de cualquier joven que pareciera ''sospechoso''
de estar en contra de los dueños del poder reunidos en la cumbre
de América Latina y Europa.
Entrevistada en la Estación Migratoria de Iztapalapa,
donde fue llevada junto con otros siete jóvenes extranjeros desde
las primeras horas del domingo -ayer Gobernación los expulsó
del país-, Silvia confesó que se sentían vulnerables
porque ni siquiera les han comunicado los cargos. "Todos nos han dicho
que no estamos detenidos, por eso es que nos tienen secuestrados."
Aseguró que no tuvieron acceso a abogados ni a
información. Ni siquiera, añadió, acudió a
ese sitio alguna autoridad de la embajada de su país. Todavía
en Guadalajara, "el cónsul de España apareció y los
cuatro españoles nos reunimos con él.
"Nos dijo que nos iban a deportar y que la otra opción
era un año en preventiva y cuatro años de cárcel.
Cuando intentamos explicarle que nuestras detenciones habían sido
ilegales y que no había acusación ni pruebas contra nosotros,
nos contestó algo parecido a 'si estáis aquí, algo
habréis hecho'."
Mientras se lleva las manos a su cabello de rastas y se
pone firme en su overol corto de mezclilla y botitas tipo tenis, expresa
que la detención "arbitraria" que sufrieron fue por la "forma de
vestir".
Comenta que una organización planteó interponer
un amparo contra su retención, pero ninguno de los ocho extranjeros
estuvo de acuerdo porque eso supondría "estar medio año o
más en la estación" hasta que se arregle el caso.
Mientras tanto, Silvia deja testimonio del resto de una
historia de vejación que se prolongó durante 14 horas.
A los hombres los mantuvieron boca abajo, en el suelo,
a punta de patadas; a las mujeres las llevaron de dos en dos a un cuarto,
donde fueron obligadas a desnudarse para luego hacer sentadillas. A ninguno
se le dio siquiera agua y a todos les cayeron los golpes, los insultos,
las burlas y las risas de los uniformados.
Al día siguiente, sábado, cerca de las 11
de la mañana, "los policías nos condujeron a una habitación,
que creo llamaron 'el auditorio', y allí nos fueron colocando a
todos, cara a la pared.
"Mientras estábamos allí, empezaron a entrar
más policías y comenzaron a amenazarnos de muerte: 'los vamos
a poner en una cámara de gas', 'les vamos a echar tiros a todos'.
"Pasamos muchísimo miedo, pues pensamos que iban
a golpearnos en cualquier momento. Los golpes no ocurrieron, pero casi
creo que hubiera sido más fácil encajar un golpe que una
tensión sicológica de este tipo".
Posteriormente, fueron llevados a Migración de
Guadalajara, en donde "nos hicieron declarar y firmar nuestra declaración"
bajo la amenaza de que si no lo hacían no tendrían derecho
a un abogado.
A las 22:30 horas salieron de aquel edificio rumbo a la
Estación Migratoria de Iztapalapa, para más tarde ser expulsados
del país.
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