México D.F. Martes 1 de junio de 2004
Teresa del Conde
Filme sobre Vermeer
En cartelera y bien anunciada, la película británica La joven con arete de perla se basa en la novela de Tracy Chevalier que leí en su primera versión (premiada y sin imágenes) hace pocos años. La obra me gustó (como novela de género), pero la película la supera.
Si uno ve bien, se puede entender mediante el filme el homenaje a la pintura que hizo Vermeer de Delft (1632-1675) mediante la sólo aparentemente exigua producción que realizó, basada en una cierta medida en la regulación geométrica que rige todos los elementos de su pintura, cosa perfectamente captada en la película.
La relativa escasez de sus cuadros está determinada por la brevedad de su etapa productiva y por los menesteres de posadero y art dealer a los que entregó su existencia que a la postre resulta muy pródiga, en cuanto a pintura se refiere y en contra a lo que la película narra. La trama es lo de menos, el valor de la película es independiente de lo que cuenta.
Y eso no significa que yo denigre el muy buen esfuerzo de Chevalier, quien estudió a fondo la Holanda de ese periodo. Lo que pasa es que la trama poco tiene que ver con Vermeer.
La novela se centra en un personaje imaginario encarnado en la sirvienta adolescente que Chevalier eligió como supuesto modelo para la joven que posa con el arete de perla, cuadro que se encuentra en al Museo de La Haya. Eso es lo de menos por lo que al artista ''milagroso" respecta. De Vermeer, uno de los pintores más apreciados del mundo de hoy, no es mucho lo que se sabe, aparte de que sí procreó un número considerable de hijas (el sexto fue varón) y de que decidió vivir en la casa de su suegra Marie Thyns (1593-1680), mujer muy dura pero su justa admiradora, caricaturizada en la película.
Ella apreciaba su pintura, más que su propia hija, la esposa del pintor, de nombre Catherine, con quien éste procreó 15 vástagos, de los que sobrevivieron al menos 11. La mayoría fueron mujeres, y el sexto (nacimiento relevante en la película) fue varón. De modo que podemos suponer -al menos- que Vermeer tuvo frecuentes relaciones carnales (no sabemos si sentimentales) con la que fue su mujer. Lo que deducimos mediante la prole es que el hecho físico que dio lugar a la misma , al pintor no le disgustaba en lo más mínimo. Además, él se hizo católico en una comarca protestante, con tal de poder convivir con la que fue su mujer, cosa que hizo mediante un matrimonio en secreto y es de los pocos aspectos conocidos acerca de la biografía del misterioso y milagroso pintor.
La dependencia de la película a la trama que propuso Chevalier, atractiva como lo es, no resulta ser, desde el punto de vista cinematográfico, lo importante. Sí lo es el modo como el cine remite a conocer visualmente muchos puntos concernientes a lo meramente visual.
No menos de cinco o seis cuadros de Vermeer están estupendamente glosados por medio de poses de la actriz principal y de sus subordinados, como lo están asimismo los enseres y el ángulo de percepción elegido para captar la escena y no se diga más de la estupenda iluminación. šPuro Vermeer!, uno diría, en esta película que traspone a una época de la que sabemos algo mediante pinturas.
La narración acerca de La vista de Delft, por Proust es célebre: (''el cuadro más divino que he visto en mi vida"), pero también los comentarios de Van Gogh y de muchos más, a partir del siglo XIX tardío, cuando se empezaba a entronizar el impresionismo. Hasta entonces el poco conocido Vermeer fue objeto de culto.
Uno de los más connotados falsificadores de todos los tiempos: Han Antónius Van Maeergeren (1889-1947) dedicó buena parte su trayectoria a falsificar Vermeer y no totalmente con el afán de ganar dinero, sino de emular a este gran maestro, a tiempo que, de paso, puso en el más absoluto ridículo a los conocedores, historiadores del arte y directores de museos, conocedores de este pintor. šy sí que logró hacerlo! Hoy día conocemos de sobra los falsos Vermeer hechos por Van Meaeergeren.
Este año está dedicado en el arte pictórico a conmemorar a Dalí. Bien que así sea. Yo no lo amo en exceso ni en defecto, pero sí amo a Vermeer. Y Dalí se congratulaba de haber entendido su técnica, Ƒasí será?, el beneficio de la duda queda.
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