ƑLA FIESTA EN PAZ?

Leonardo Páez

Reencontrar el hilo

ALGUIEN DIJO QUE lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciéndolo, siempre y cuando, claro, se posea un coeficiente siquiera término medio y la firme voluntad de aprender, es decir, de asimilar de la propia experiencia para mejorar, sin excusas, nuestro nivel de desempeño. Si lo que hacemos afecta el desarrollo de una tradición popular e involucra a un público masivo, o se mejora lo realizado o se cambia de actividad, por convicción o por intervención de la autoridad.

ASI, DOS PROMOTORES taurinos prácticamente desconocidos -Carlos Quintana y Dick Acha-, en tan sólo dos minitemporadas en la semitechada plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, con capacidad para dos mil 500 espectadores, han demostrado a la afición taurina de la capital lo que significa aprender haciendo sin echar a perder, a diferencia de otros que en 11 años todavía no saben -porque no se les da la gana- diferenciar un auténtico toro de lidia de un novillo gordo y despuntado.

LOS AMIGOS DEL autorregulado de Mixcoac y del propietario de las otras 10 plazas más importantes del país ya podrán argüir, en disculpa de tanta negligencia empresarial acumulada, que no es lo mismo agotar dos mil 500 localidades que 14 mil o 42 mil. Sin embargo, en materia taurina no existe otra.

LA FORMULA QUE emplearon Quintana y Acha de ofrecer toros con edad, trapío y sus astas íntegras a muchachos poco conocidos pero con decisión, técnica y expresión suficientes para hacerles fiestas, es lo que atrae el interés del público y la única que se ha empleado a lo largo de la historia. De esas confrontaciones de toros con transmisión de peligro y de toreros con verdadero potencial han salido las grandes figuras y los buenos toreros de cada país, nunca del amiguismo apoltronado de falsos promotores, empeñados en consentir a dos o tres figurines y a tres o cuatro hierros descastados y, por lo mismo, preferidos de esos figurines.

ADEMAS DE NO defraudar a la gente, pues los empresarios anunciaron toros y eso salió por la puerta de toriles, Acha y Quintana incorporaron varios elementos mercadotécnicos que añadieran atractivo a las funciones, no sólo para los aficionados sino a sus familias, como la presentación de un tablao flamenco en el ruedo media hora antes de la corrida, una buena banda de música, juegos infantiles taurinos interactivos y rifas al final de cada festejo, lo cual contribuyó a la lealtad del público y al incremento de su asistencia conforme avanzaba el serial.

ESTA MENTALIDAD IMAGINATIVA y fresca que se tradujo en una filosofía taurina de servicio al cliente, quien a la postre determina si una empresa es negocio transparente u otra cosa, significó rencontrar el hilo negro que puede sacar a la fiesta de toros en México de la crisis deliberada en que algunos la han sumido. Y porque La Florecita, al igual que la Plaza México, carece de cajones de estacionamiento, Carlos Quintana pudo afirmar convencido: "Estamos listos para cualquier plaza".