México D.F. Sábado 29 de mayo de 2004
La Pirámide: debate abierto
Benjamín González Pérez y Ricardo
Bautista García
La caravana artística del 21 de abril, encabezada
por decenas de artistas y talleristas del Centro Cultural La Pirámide,
abonó al debate sobre la infraestructura cultural de la ciudad un
elemento sustancial que debe ser tomado en cuenta: la juventud capitalina
está ocupando espacios, de manera organizada, para darles nuevo
significado simbólico y en la medida de su imaginario y sus necesidades,
una nueva interpretación del papel que deben tener las casas de
cultura y centros culturales de la urbe.
El modelo de las casas de cultura tiene diversas referencias.
En 1954 Agustín Yáñez inauguró, en Guadalajara,
la primera casa de cultura del país. Esta tuvo como paradigma el
proyecto impulsado por André Malraux en Francia, pero no fue sino
a finales de los años 70 cuando el Instituto Nacional de Bellas
Artes creó el Programa Nacional de Casas de Cultura, con más
de 50 recintos en la República.
En ese proceso se concibió a estos espacios como
generadores del desarrollo cultural. Y aunque ahora están desfasadas
de las nuevas realidades culturales, durante mucho tiempo cubrieron las
funciones de difusión cultural y de educación artística
no formal, así como de capacitación y promoción de
los artistas.
Actualmente la mayoría de las casas de cultura
de la ciudad han sido minimizadas presupuestalmente, y sus cuerpos directivos
luchan por construir una oferta creativa, pero están sucumbiendo
ante la difícil normatividad que las obliga a ser generadoras de
recursos económicos, conocidos en la jerga administrativa como autogenerados,
obligándolas a privilegiar actividades que ''puedan dejar algún
recurso".
Fadlala Akabani, jefe delegacional en Benito Juárez
y miembro del Partido Acción Nacional, manifestó a la prensa
lo siguiente:
''Queremos llevar (a La Pirámide) los programas
tradicionales para la comunidad en Benito Juárez. Efectivamente,
en las casas de cultura hay clases para niños y adultos, desde macramé
hasta caracterización teatral."
¿Cuál es el proyecto cultural del jefe delegacional
Akabani para una de las demarcaciones que más casas de cultura tiene
para sus habitantes? ¿Desconoce que los colectivos que hoy ocupan
El Centro Cultural La Pirámide están construyendo una opción
real de espacio plural e incluyente, y alternativo a las propuestas panistas?
El debate que sostienen hoy los colectivos de La Pirámide
con las autoridades es, en el fondo, un asunto de interés para toda
la ciudad.
Porque lo que está a discusión es la necesidad
de la juventud urbana y de diversos colectivos de creadores por construir
modelos de gestión cultural para los espacios públicos de
la ciudad.
Al respecto, es imprescindible valorar cómo, durante
más de cinco años, un grupo de jóvenes administró
de manera autogestiva un espacio como La Pirámide, donde el rango
de edad de la población participante oscila entre los 16 y 25 años,
con clara vocación en favor de la libertad de expresión,
la libertad creativa y el desarrollo cultural.
Todo esto sin el apoyo ni el interés de las autoridades.
¿Y cuál es la primera noticia que reciben de la delegación?
El ultimátum para abandonar el inmueble y, por tanto, truncar el
proyecto que ahí se desarrolla.
Cabe decir que esta política de ''recuperación"
cobró antes una primera víctima, que fue la galería
de arte contemporáneo Programa, que se ubicaba en una bodega abandonada
en la colonia Polanco, y que bajo la figura de comodato fue cedida también
a un grupo de jóvenes artistas, hasta el momento en que fue ''recuperada"
por la Dirección General de Patrimonio Inmobiliario del Gobierno
del Distrito Federal para convertirla en grises oficinas.
Por otra parte, el embate contra el Centro Cultural La
Pirámide puede tener una solución inmediata si se escucha
a los colectivos que han trabajado ahí y demostrado tener un proyecto
viable, mediante la suscrpción de un nuevo convenio en comodato
o un permiso administrativo temporal revocable, que garantice su permanencia.
Al final lo importante es entablar un diálogo entre
las autoridades tanto delegacionales como del Gobierno del DF, y una representación
de La Pirámide, amparados en la Ley de Fomento Cultural del Distrito
Federal, que establece, entre otras cosas, la obligación de las
delegaciones de ''conocer, analizar y resolver las solicitudes o peticiones
que presenten personas físicas o morales dedicadas a las actividades
culturales para la utilización de los espacios públicos con
que cuenta la delegación".
La solución negociada a este conflicto puede abrir
las puertas para una verdadera discusión sobre el proyecto de las
casas de cultura y los espacios abandonados o en desuso susceptibles de
ocuparse para la realización de proyectos viables.
Por ello las autoridades tienen una importante oportunidad
de romper inercias e iniciar una reflexión sobre la necesidad de
adoptar nuevos modelos de centros culturales acordes con las necesidades
de la ciudad.
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