Juan Arturo Brennan

El jurado a escena

La sesión del jueves por la noche en El Colegio Nacional (reseñada ayer puntualmente en estas páginas por Angel Vargas) tuvo como objetivo principal dar a conocer a los ganadores del Primer Premio Iberoamericano Rodolfo Halffter de Composición.

Alrededor de la adjudicación de los premios se realizó una sesión musical en la que fueron interpretadas sendas obras de los cinco miembros del jurado y una partitura de Halffter.

Como suele ocurrir en las sesiones que organiza y conduce periódicamente Mario Lavista en El Colegio Nacional, el salón estuvo lleno a su capacidad y muchos asistentes tuvieron que atestiguar el acto desde el patio.

Y también como es costumbre, el concierto tuvo su vertiente didáctica en las conversaciones que Lavista sostuvo con sus cuatro colegas, que sirvieron por una parte como una escueta aproximación al pensamiento musical de cada uno de ellos y, de manera más específica, como notas de programa en vivo y en tiempo real.

La soprano Lourdes Ambriz y el pianista Alberto Cruzprieto iniciaron el concierto interpretando el ciclo vocal Marinero en tierra, que Halffter compusiera sobre textos de Rafael Alberti.

En una interpretación lúcida y transparente de Ambriz y Cruzprieto, salieron a relucir las cualidades básicas de la música de Halffter: claridad y concisión, sumadas a ese españolismo austero y decantado que resulta de la combinación de la esencia misma del compositor con la benéfica enseñanza de Manuel de Falla.

Después, Alberto Cruzprieto ejecutó con la solidez y la inteligencia que le son comunes las Album Leaves, del estadunidense Steven Stucky.

Se trata de una serie de piezas características breves y contundentes, en las que no hay gestos o materiales superfluos, con una clara vena experimental en la que se hacen evidentes las mejores cualidades de Stucky, sin duda uno de los compositores más completos de su generación. Su obra permitió apreciar, por ciertas sutiles referencias, la afinidad de Stucky con el jazz.

El compositor alemán Helmut Lachenmann se encargó de la interpretación de las siete piezas de su obra Ein Kinderspiel, sustentada en un interesante cimiento conceptual. Debajo de siete títulos de significados alternativamente lúdicos y complejos, Lachenmann ha creado una suite pianística en la que brilla sobre todo el complejo y fascinante uso de las resonancias, combinado con los registros extremos del instrumento, componentes rítmicas anecdóticas y austeras armonías inteligentemente construidas. De especial atractivo: la generación de clusters a los que se van restando notas para dejar vibrar sus fantasmas sonoros.

En su pieza Ecos de viejos ritos, el compositor argentino Gerardo Gandini se encargó de la parte del piano, planteada como vehículo de un sutil intercambio de sonoridades frente a los instrumentos de percusión. Hay en la obra una importante componente teatral, anclada en la presencia de breves textos de Umberto Eco enunciados por los propios músicos.

Más importante fue la vertiente teatral en la pieza Le prie-dieu sur la terrasse, del español Luis de Pablo, para dos bombos, en la que en palabras del propio compositor ''se le hacen toda clase de perrerías a los instrumentos".

En efecto, los miembros de Tambuco dieron rienda suelta a una variedad enorme de modos de producción sonora sobre los mega-tambores, incluyendo sonoridades que pertenecen más al mundo del instrumental de aliento y de cuerda que al de las percusiones.

La sesión concluyó con la fagotista Wendy Holdaway y Tambuco interpretando el Responsorio in memoriam Rodolfo Halffter, de Mario Lavista, una más de las numerosas obras de música religiosa que hay en su catálogo.

Ayudó mucho al efecto de la pieza la distribución espacial tridimensional de los instrumentos, que complementó idealmente la capacidad técnica de Holdaway para exponer las técnicas extendidas que Lavista propone para el fagot en esta pieza de austero drama y contenida expresividad.

Nota organológica: un melómano huyó enfurecido a medio concierto, refunfuñando: ''Demasiado piano para tan poca música".

Por el contrario, fue demasiada música para tan poco piano, porque el instrumento Yamaha en cuestión estaba en un estado deplorable de mantenimiento.

En lo que se refiere al premio de composición, la decisión del jurado de adjudicar dos premios ex aequo, al argentino radicado en Madrid, Fabián Panisello (1963) y al brasileño avecindado en París, Guilherme Silveira Carvalho (1974), ha puesto en un predicamento a la organización Instrumenta, que tendrá que diseñar un plan alternativo para estrenar dos obras en vez de una.