México D.F. Sábado 29 de mayo de 2004
Para enfrentar ese problema, la comunidad abre
el primer centro de rehabilitación
Jóvenes menonitas, mercado atractivo para la
venta de alcohol y drogas en Chihuahua
Se deberán revolucionar usos, costumbres y organización
para atajar adicciones, señala experto
MIROSLAVA BREACH VELDUCEA CORRESPONSAL
Cuauhtemoc, Chih., 28 de mayo. Rebasada por la
descomposición social desde hace varios años, la comunidad
menonita de este municipio abrió el primer centro de rehabilitación
para atender a la población afectada gravemente por la adicción
al alcohol y drogas como la cocaína y la heroína.
Alejandro
Orozco, director del centro Una luz en mi camino, y Jacobo Dyck, pastor
de la iglesia cristiana de la colonia Manitoba, sostienen que el alto consumo
de drogas y alcohol ya hizo crisis y obligó a las autoridades menonitas
a abrir el centro de atención especializada que recién inició
operaciones con 15 enfermos sujetos al programa de rehabilitación.
Con su marcado acento alemán, el pastor de la iglesia
Flor del Llano contó que desde hace dos años han explorado
ideas para hacer frente al consumo de drogas entre la población,
especialmente los jóvenes, y ahora hasta las sumisas mujeres menonitas,
antes sujetas a las férreas tradiciones que les imponen los usos
y costumbres de sus creencias.
Con ese objetivo, las iglesias que practican distintos
ritos menonitas decidieron admitir públicamente el problema, que
en los 10 años pasados se mantuvo oculto y, con la colaboración
del municipio, construir el centro especializado.
"Pertenezco a una iglesia moderna, involucrada en los
problemas de la comunidad. Fui con el obispo de la colonia, hablé
con los pastores de los campos y decidimos buscar ayuda especializada para
los jóvenes que están en problemas de drogas", detalla el
religioso, que desde hace tres semanas se encarga de dar clases de ética
cristiana, valores e historia, a los internos sujetos al programa de rehabilitación,
adaptado especialmente para los menonitas de los 12 pasos de Alcohólicos
Anónimos.
El pastor cristiano considera que el problema de adicción
afecta a la comunidad por la falta de educación, que tradicionalmente
ha formado a sus hijos para participar en labores del campo y apenas se
ha interesado en la enseñanza escolar formal.
"Aquí casi todo mundo es analfabeto. Los más
preparados apenas saben escribir, leer y algo de aritmética. No
se necesitaba más para el duro trabajo agrícola", explicó.
Pero ahora todo eso se ha revertido. Sin mayores expectativas,
la población es presa fácil del consumo de drogas y del alcohol,
fomentado por el crimen organizado, que ha cooptado menonitas para el trasiego
de drogas entre México, Estados Unidos y Canadá, así
como la venta y distribución entre las propias comunidades asentadas
en la región noroeste del estado.
Lo más sorprendente, afirma Alejandro Orozco, director
del centro Una luz en mi camino, es que también los adultos, muchos
de los cuales son conservadores en sus tradiciones, han sido presa del
consumo de drogas. En el programa participan nueve personas que rebasan
35 años, algunas ya casi de la tercera edad.
Aprovechando el alto nivel de ingreso de la población,
algunos menonitas de los municipios de Cuauhtémoc, Namiquipa y Bachíniva
crearon grupos que se dedican a comercializar drogas entre la misma comunidad
y, otros, a traficar mariguana y cocaína hacia los asentamientos.
Por casi 80 años, desde su llegada a México,
en 1922, los inmigrantes menonitas que habitan los prósperos campos
agrícolas del noroeste chihuahuense formaron comunidades cerradas,
prácticamente aisladas del entorno social. Autónomos para
ejercer libertad de culto y enseñanza, constituyeron un nuevo grupo
étnico en el mapa pluricultural del estado.
A diferencia de los indígenas de la sierra tarahumara,
los menonitas conforman uno de los núcleos sociales con mayor calidad
de vida en el estado, debido al éxito de los proyectos agroindustriales
que desarrollaron durante siete décadas.
Ortodoxos en su práctica religiosa, las primeras
generaciones de inmigrantes mantuvieron un férreo control sobre
su organización social y la conducta familiar y personal de sus
miembros, guiados siempre por los preceptos bíblicos: ultraconservadores
en su conducta social, escrupulosamente honrados y siempre temerosos de
Dios, inclusive hasta rayar en la intolerancia, tenían prohibido
entre ellos el consumo de alcohol, y las drogas ni siquiera eran conocidas.
Un mercado atractivo
Pero para las nuevas generaciones, esos códigos
son cosa del pasado. En los diez años pasados, los jóvenes
se convirtieron en un atractivo mercado para la venta de alcohol y enervantes.
Acostumbrados al trabajo productivo desde niños, la mayoría
de ellos, a los 15 o 17 años de edad, tienen suficiente dinero para
adquirir sus propias cosas. Antes eran herramientas e implementos de labranza.
Ahora gastan el dinero en diversión, alcohol, tabaco y drogas.
Hace dos años, en una entrevista, el pastor Guillermo
Wall Wall, ministro de la Iglesia Bautista, en la sección municipal
de Alvaro Obregón, uno de los principales asentamientos menonitas
de Chihuahua, advirtió que el explosivo crecimiento de las adicciones
entre los jóvenes podría trastocar la base de la organización
social y económica de la comunidad, integrada por aproximadamente
50 mil miembros que habitan en 200 campos agrícolas dispersos en
la región.
Tuvo razón. Aparejado a las adicciones, los menonitas
han visto aumentar los problemas de violencia intrafamiliar, violaciones
sexuales, homicidio y robo, asuntos antes desconocidos en la comunidad.
Para colmo, la crisis ha llegado a la base productiva
de las prósperas colonias. "Muchos jóvenes y adultos ya no
quieren trabajar", coinciden los pastores de varias iglesias de la región,
a cuyos servicios religiosos han dejado de asistir después de haber
sido reconvenidos en público por sus adicciones, o hacer a un lado
la ética del trabajo para dedicarse al narcotráfico.
"No hay entretenimiento"
Experto en rehabilitación de drogas, Alejandro
Orozco sostiene que la comunidad menona está obligada a revolucionar
sus usos y costumbres y hasta parte de la organización social, para
atajar el problema de adicciones.
"En su tiempo libre los jóvenes no tienen nada
qué hacer. No hay entretenimiento, ni siquiera campos o canchas
deportivas".
En esa visión coincide el pastor Jacobo Dyck, quien
insiste en la necesidad de ampliar la infraestructura educativa. En el
campo número 11, ubicado entre Cuauhtémoc y Rubio, él
acaba de abrir una escuela preparatoria, la primera de este tipo en la
zona. Allí promueve actividades deportivas.
Otros pastores imitan el ejemplo y empiezan a recomendar
que los menores, varones y mujeres, asistan por igual a los colegios de
Bachilleres del sistema educativo normal, y han logrado inscribir al menos
a 20 jóvenes en las escuelas oficiales del seccional Alvaro Obregón
y el primer alumno menonita cursa el tercer semestre de medicina en la
Universidad Autónoma de Chihuahua, informó el secretario
del ayuntamiento de Cuauhtémoc, Heliodoro Juárez.
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