México D.F. Jueves 27 de mayo de 2004
Vicente Rojo
Portentos anónimos
Queridos amigos:
Lo más asombroso para mí de este Museo Nacional de Antropología es que de los artistas o artesanos, o quizá sería mejor llamarlos hechiceros o magos, que crearon las portentosas obras exhibidas, no se hayan conservado los nombres.
Sí conocemos del mundo prehispánico la identidad de los dioses, como la del dios del sol, la del dios de la lluvia y la diosa de las flores, así como la de los numerosos dignatarios y, afortunadamente, la de los poetas; pero no se sabe quiénes fueron los escultores que tallaron las poderosas piedras, los que amasaron delicadamente el barro y los pintores que decoraron muros y vasijas en cuya inmensa mayoría los nombres permanecen en el anonimato.
Es con este mismo carácter anónimo con el que yo quisiera que mi pintura se integrara a este espacio, pero con la certeza de que esta condición no le dará la calidad excepcional de las obras entre las que se encuentra.
Debo a mi entrañable amigo y admirable pintor Ricardo Martínez la sugerencia que hizo a los directivos del museo de que una pintura mía quedara en estas salas. Agradezco al etnólogo Sergio Raúl Arroyo y al arqueólogo Felipe Solís el que aceptaran su idea.
Asimismo, quiero aclarar que no la reciben como donación, sino que se trata, de la misma manera que en otras ocasiones lo he hecho, de una mínima forma de corresponder con México de lo mucho que mis familias y yo, al igual que todos aquellos llegados en momentos difíciles de otras tierras, hemos recibido de este solidario y generoso país.
Texto leído ayer en el Museo Nacional de Antropología
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