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México D.F. Martes 25 de mayo de 2004
Teresa del Conde/ II y último
Los nuevos Toledos
Dados los espacios que tanto los periódicos capitalinos como del interior de la República han dedicado a la boda real (que a muy pocos importa) y a veces a otros sucesos irrelevantes, las secciones culturales se ven obligadas a reducir el tamaño de las notas sobre las artes o el cine, aunque se trate de Francisco Toledo con una exposición que es importante en este campo, si bien es cierto que carece de publicidad.
Esto sucede así porque la propaganda no es necesaria. Quien sabe de la valía de Toledo y tiene la curiosidad suficiente como para ver si la selección de trabajos exhibidos -realizados a partir del 2002 y hasta hace un mes- merece o no la pena, se dirige a la galería Juan Martín y saca sus propias conclusiones.
No fui a la inauguración (me parece un poco inútil ir), porque como dijo Baudelaire: ''Los cuadros -esculturas, grabados o lo que sea- impiden que uno salude a sus amigos". Me parece muy justa su frase, pero los comentarios recibidos de los muchos artistas plásticos que asistieron, tal vez con la esperanza (frustrada) de estrechar la mano ''del maestro", abundan en expresiones positivas.
A diferencia de lo que suele ocurrir y pese a sus indiscutibles méritos como protector del patrimonio artístico de Oaxaca, la mejor obra de Toledo no es Toledo mismo, es decir, no se equivale a su obra con su propia personalidad e imagen, cosa que acontecía, pongamos por caso, con Frida Kahlo.
Lo que más llama la atención en la actual muestra es la inteligencia depositada en los medios que emplea, porque realmente ''los hace hablar" y eso prevalece inclusive sobre la iconografía.
Hay que reparar, por ejemplo, en que Giorgio Morandi no usó más que unos cuantos frascos y botellas (aparte de sus incursiones en el paisaje) para realizar obras de primera línea en las que las relaciones formales guardan estrecho nexo con el medio elegido para realizarlas. El universo de imágenes en Toledo es más amplio que el de Morandi, pero aunque sólo hubiera sapos, monos e insectos, la importancia no está en ellos, sino en las conexiones que entre sí ofrecen y sobre todo en el modo como se incorporan a diferentes medios, soportes, materiales, y cosa sobresaliente, en las opciones empleadas para manejar los espacios, así sean amplios o reducidos.
Lo que me mueve a insistir en esto es que uno puede aprender de lo que observa, pero además disfrutar mientras contempla. André Breton dijo en cierta ocasión que ''la pintura, por ejemplo, no debería tener como finalidad el placer de los ojos..." Pues bien, para mí eso es indispensable en una pintura, dibujo, obra tridimensional, etcétera.
Las obras sí se pueden enfocar desde la perspectiva del gusto, es más, educan el gusto y en contra del dictum bretoniano, yo pienso que hacen avanzar en el conocimiento de lo abstracto. Digo ''abstracto" en el sentido original que guarda el término: extraer de... intentar sintetizar varias instancias en la acción de Ab-trahere.
Hay varias acuarelas y la técnica de la acuarela perfectamente ortodoxa en sus manos puede producir resultados inéditos y eso deviene nuevo o novísimo, porque esa práctica no es muy común, salvo excepciones hoy día. Así, Hormiga mielera (30 x 40), en cuanto al modo de encarar esa técnica, difiere del gouache El juego del lagarto ausente (29 x 39).
Para el Mono del balón (de futbol) dejó visibles los orificios del block en el que fue realizado al pastel y eso no es aleatorio, sino propositivo. Hasta los títulos están bien puestos: Juez y parte está efectuado en pastel, adherido a una sustancia mineral y mica sobre cartón. Tiene efecto de díptico, pero no lo es, sino que dividió virtualmente el soporte de 29 x 73, porque la composición es ''juez" y "parte" provoca que uno rememore a Kafka.
Una de las piezas más interesantes ha pasado, creo, un poco desapercibida por no ocupar un lugar adecuado. Me refiero a un óleo sobre madera: Visita al penal (65 x 78), la composición está dividida en cuatro bandas longitudinales en las que se representaron figuras humanas vistas en picada, como si se tratara de ''pizca" de cintas cinematográficas, recordando también las fotografías de Muybridge. Colores parcos: azul, blanco, tierras, marrón. Pero abajo hay una ''muerte" vista de perfil y entronizada que de algún modo signa el cuadro. No hay catálogo de la exposición y eso constituye una ventaja para ir a verla (entrada gratuita).
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