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México D.F. Lunes 24 de mayo de 2004
Empresarios modestos dan la réplica al
aventurerismo del duopolio taurino en México
Culmina con éxito en La Florecita la temporada
más seria de la República
Bonita faena de El Cuate Temperamental actuación
de Herce Torera labor de Talín
LEONARDO PAEZ
Al término de la sexta y última corrida
del serial más congruente con una taurinidad responsable -toros
que sean toros para toreros que se respeten como toreros-, celebrado en
la pequeña plaza La Florecita, de Ciudad Satélite, alguien
le preguntó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a quien
su paisano Jacobo Hernández le había brindado el último
de la tarde:
"Oiga, ¿qué hacemos con los falsos taurinos?",
a lo que el incansable político mexicano respondió: "seguir
dando este tipo de festejos". Fue entonces cuando algún maloso intervino
para gritar: "Ya no se hagan bolas, ingeniero, que el Gobierno del DF le
revoque a Televisa la licencia de funcionamiento de la Plaza México,
hoy reducida a arena de box".
La
realidad es que dos empresarios modestos, Carlos Quintana y Dick Acha,
patrocinados por Casa Domecq, por segundo año consecutivo volvieron
a dar una sustentada réplica al aventurerismo extrataurino protagonizado
hace años por el duopolio que integran Televisa y Miguel Alemán
Magnani, por un lado, con su inepta Promotora Plaza México, SA,
y Herrerías como operador, y Espectáculos Taurinos de México,
por el otro, con Alberto Bailleres como propietario de las otras 10 plazas
más importantes del país.
¿En qué consistió esa réplica?
Pues en presentar toros con edad, trapío y sus astas íntegras
y anunciar a toreros casi desconocidos pero con cualidades para llegar
a ser alguien por lo que, vestidos de luces, sean capaces de hacerle a
esos toros.
Paradójicamente, quizá el único error
grave que pueda imputarse a los empresarios Quintana y Acha sea haber caído
en el esquema del duopolio, al "premiar" a los triunfadores de las corridas
previas con una descastada corrida de De Santiago, favorita de los anquilosados
figurines que padecemos hace años, en lugar de haber continuado
en la misma línea de los festejos anteriores, con hierros congruentes
con la crianza del toro de lidia sin adjetivos: Atenco, Huichapan, Santa
María de Xalpa, Rodolfo Vázquez o Rancho Seco.
Con un lleno hasta las azoteas de los vecinos, abrió
plaza Jerezano, con menos trapío que todo lo lidiado en el
serial y que empujó en una vara. Correspondió al menudito
Arturo Velázquez Talín, el mismo que no tiene estatura
de torero sino que nomás lo es, quien ante una embestida emotiva
estructuró una razonada, limpia y enjundiosa faena derechista que
coronó con media delantera para llevarse una oreja a ley.
Luego saltó a la arena Vinícola, paliabierto
muy bien armado, al que Marcial Herce recibió con acariciantes verónicas.
Tras un puyazo sin recargar llegó a la muleta soseando pero repetidor
-rasgo típico de los santiagos-, lo que Herce aprovechó para
ejecutar con la diestra tandas largas y sentidas. Tras ser prendido sin
consecuencias se volcó en la estocada, que quedó desprendida
y algo tendida. No obstante el defecto, el juez Jorge Ramos, a petición
mayoritaria, concedió la oreja, misma que Marcial, encastado pero
sin razón, arrojó al palco de la autoridad. La vuelta fue
más bien tibia.
Lo más bonito de la tarde, que no lo más
torero, pues para eso se requiere la emocionante incomodidad de la bravura,
vendría con Macareno, bien puesto de cuerna y soso desde
que salió, cuya muerte brindaría Enrique El Cuate Espinosa
a Silvia Pinal. Tras suaves y parsimoniosos doblones iniciales, series
con la diestra muy bien rematadas, rítmicos cambios de mano para
ligar el natural, etcétera. Toreo de salón ante una carretilla
sin transmisión pero de estilo docilísimo, mismo que erróneamente
el juez Ramos premiaría con arrastre lento, confundiendo bravura
con toreabilidad. Luego de pinchazo y casi entera, le fue concedida la
oreja.
Valiente y solvente anduvo José Luis Paredes Carbonell,
con Valeroso, paliabierto, soso y descompuesto de embestida. Mal
se vieron el deslucido castaño Triunfador y Christian Aparicio,
y peor el mansísimo Juncal y el narcisista Jacobo Hernández.
Un coche último modelo le fue adjudicado a El Cuate Espinosa,
así como la promesa formal (?) de ser incluido en la próxima
temporada grande en la México y en Guadalajara y 20 mil pesos recibió
Herce. Vaya una muestra de lo que podría ser la fiesta de toros
en México si sus promotores pensaran y, sobre todo, sintieran.
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