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México D.F. Lunes 24 de mayo de 2004
En el terroso campo del penal de Santa Marta,
la final del torneo de la Confao
Tragan polvo los Cuernos Largos de Pachuca al caer
0-22 ante Perros Negros
En el triunfo pesaron más las ganas que los remolinos
de tierra formados en cada jugada
SUSANA GONZALEZ G.
Los Perros Negros de la Penitenciaría de Santa
Marta Acatitla rompieron ayer con años de inercias, obstáculos
y fracasos al convertirse por primera vez, desde su fundación, en
los campeones de la Confederación de Futbol Americano de Oriente
(Confao).
En el terroso campo de la prisión, donde desde
las primeras tecleadas y carreras quedaron borradas las líneas blancas
de cal que marcaban las yardas, los jugadores penitenciarios anotaron tres
touchdown y dos conversiones a sus adversarios en turno, los Cuernos
Largos de Pachuca, Hidalgo, quienes literalmente tragaron polvo y quedaron
más que revolcados, puesto que no lograron hacer ninguna anotación
en las casi dos horas que duró el encuentro.
"¡Campeones!
¿Qué se siente ser campeones?", se gritaban entre sí
los Perros al terminar el partido con marcador de 22-0, aunque ya para
ese momento de negros no tenían ni el uniforme, por lo empolvados
que estaban de pies a cabeza. La imagen quedó grabada así
en la foto del recuerdo que se tomaron con hijos, madres y esposas, así
como la porra oficial conformada por otros internos y una manta que colocaron
en el piso donde resumían su sentir: "Hace cinco meses era un sueño.
Hace una semana una gran esperanza y ahora nuestro orgullo es que somos
campeones".
"La actitud es lo importante. El carácter que demostraron
en el campo hoy, al ganar, es el mismo que les servirá para hacer
cualquier cosa en la vida. Eso jamás deben olvidarlo", les dijo
Emilio Humberto Pérez Iñiguez al final del partido, quien
junto con Francisco Castañeda, El Pica, ambos entrenadores
profesionales quienes de manera voluntaria y sin pago alguno se hicieron
cargo del equipo de presos sentenciados por homicidio, robo, secuestro,
entre otros delitos. Los dos coach también son jugadores
externos del equipo, con los números 57 y 17, lo mismo que Azael
Ortega Ruiz, director de la penitenciaria (caso único en las cárceles
capitalinas) y para quien el triunfo de ayer representa un gran incentivo
en el proceso de readaptación de los 45 Perros que actualmente integran
el equipo.
A decir de los veteranos, esta es una de las mejores épocas
del equipo y las lágrimas de emoción de uno de ellos, Abel
Alejandro Granados Vela, El Tyson, lo confirmaron al final de la
contienda. Sentenciado a 20 años de prisión por homicidio,
la mitad ya cumplidos, Granados dice que con el futbol americano ha podido
soportar el encierro, porque es un deporte que practica desde los cinco
años de edad.
El polvo y las ganas
Tan acostumbrados están los Perros a las condiciones
precarias de su campo de futbol, donde entrenaron tres días por
semana a lo largo de un año y diez meses, y jugaron siempre como
equipo local en los seis partidos que duró la temporada (sólo
perdieron uno, frente a los Rams, 18-12), que "definitivamente es hasta
una ventaja para nosotros, porque los demás equipos no están
acostumbrados a correr con tanta tierra... Pero frente al tamaño,
el peso y todo lo que tienen los equipos de afuera, aquí lo que
tienen los jugadores son ganas", comentó Francisco Castañeda.
Ni siquiera importa el tamaño o la edad de quien
pretende convertirse en Perro, es el caso del número 61, Carlos
Alberto Ballesteros Ramírez, quien según su tía, Elena
Ramírez, "es un chaparrito de 1.64 metros, pero es de los más
aguerridos y el futbol lo ha ayudado a no ser tan agresivo como antes,
es hasta mas cariñoso con sus hijos".
Con los antecedentes de los juegos anteriores, el ánimo
de triunfo se respiraba desde el inicio del juego entre jugadores, familiares
y reos aficionados: los Perros ganaron su primer partido de la temporada
también contra los Cuernos Largos, entonces les dieron una paliza
de 35-0; luego ganaron a los Aztecas 8-14; a los Oseznos de Ozumbilla los
tundieron 8-0 y a los Demonios ganaron 16-6, refirió Carlos Gopart,
uno de los jugadores más nuevos, pues lleva seis meses interno en
Santa Marta, por robo.
Si acaso los Perros tenían dudas para pugnar por
el primer lugar de la Confao, una letanía de canciones de Queen,
Molotov y hasta de Mercedes Sosa, entre otras, fue difundida durante todo
el partido desde un improvisado sonido para combinar el we are the champions,
con el ¿dónde están los perros? hasta dale
alegría a mi corazón, es lo único que te pido el día
de hoy, que se intercalaban además con felicitaciones, a manera
de la hora de las complacencias de cualquier estación de radio,
fueron hechas por el micrófono por novias, esposas, amigos y sobre
todo hijos pequeños de los jugadores, concentrados en el campo sur
del centro.
La afición interna, representada por una treintena
de reos trepados en el techo de un andador, a un lado del emparrillado
y detrás de una malla ciclónica que separa el campo del resto
de la penitenciaría, no dejó de ondear como banderas sus
reglamentarias playeras azul marino, y a falta de cornetas o matracas,
lanzaron silbidos y porras a grito batiente y usaron un tambo de basura
para sazonar la porra oficial del equipo: "Rejas, marros y fierros. Rejas,
marros y fierros ¡arriba los Perros!" Aunque no escasearon
los espontáneos y aislados gritos de "¡Vamos perrossssssssssss!
¡Echenles huevosssssssss!", con la s arrastrada del tono de
barrio.
Bajo colchas y sábanas colgadas a manera de toldos
para cubrirse un poco el sol, los amigos, familiares e invitados especiales
nada pudieron hacer para evitar los constantes remolinos de tierra, generados
en cada movimiento de campo como estampida de búfalos que se elevaban
a cada movimiento de campo, pero acrecentados por el viento del mediodía.
La ceguera temporal hacía más difícil que las mujeres
entendieran las jugadas, pero no por ello dejaban de gritar y azotar las
botellas de plástico de sus refrescos contra el alambrado más
cercano, hasta que un silbatazo indicó el fin del último
cuarto de juego y todas bajaron de las improvisadas gradas a abrazar a
los sudorosos y empanizados jugadores.
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