<-- regresar a la portada

EUROPA: el crecimiento vulnerable 24 de mayo de 2004

Avi Temkin, Jerusalén

Bajo la presidencia mexicana,
representates de los 30 países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), se encontraron en París el pasado 13 de mayo para celebrar su reunión anual. La organización presentó sus pronósticos económicos para 2004, que prevén altas tasas de crecimiento para Estados Unidos y Japón, 4.7 y 3 por ciento, respectivamente, mientras que Europa se rezaga, con un crecimiento promedio de 1.6 por ciento.

Para los dirigentes de la Unión Europea (UE) estas cifras representan la confirmación de que en la carrera por la primacía económica global se están quedando atrás. Por otro lado, pueden encontrar consuelo en que el ritmo de creciemiento previsto para este año es cuatro veces mayor que en 2003. En 2005, según la OCDE, Europa continental crecerá a un ritmo más acelerado, 2.4 por ciento, pero aun entonces, menor a la tasa de 3.7 por ciento para Estados Unidos.

Las más recientes estadísticas publicadas por Eurostat, órgano especializado de la UE, confirman estos pronósticos. En el primer trimestre del año los 12 países de la eurozona crecieron en promedio 0.6 por ciento respecto a los tres meses previos. Pero lo importante es lo que está detrás de esta cifra, y no sólo la tasa absoluta registrada. La expansión en el primer trimestre del año fue lograda mediante un crecimiento en las exportaciones, es decir, gracias a las demandas generadas tanto en Estados Unidos como en Asia, particularmente en China. Esto coloca al crecimiento europeo en una situación vulnerable, tomando en cuenta la necesidad de las autoridades chinas de frenar la inflación, el sobrendeudamiento y la sobreinversión, que se advierte en la economía de ese país.

Rigidez y sobrerregulación

Para el pensamiento económico ortodoxo las razones de la contracción relativa de Europa radican en la falta de reformas económicas. Comparando las desreguladas economías de Estados Unidos y Gran Bretaña con las de los países de Europa continental se concluye, desde esa perspectiva, que la rigidez en los mercados de trabajo y la sobrerregulación existente en diversos mercados son los principales responsables de la diferencia en las tasas de crecimiento.

De acuerdo con esta lógica, la solución a los problemas del crecimiento europeo radica en liberalizar los mercados de trabajo, permitiendo emplear y despocde francia 3edir trabajadores con más facilidad, reformar el sistema de pensiones, creando fondos privados que inviertan en los mercados de capitales, o bien, eliminar barreras a iniciativas empresariales.

Sin embargo, lo que se debe preguntar no es si las reformas estructurales son deseables o necesarias. Lo son. La verdadera pregunta es si estas reformas estructurales son posibles en un clima de contracción económica y alto desempleo, o si el creciemiento de los ingresos es una condicion esencial para su implementación.

Tradicionalmente, la contracción económica ha sido el arma de los gobiernos conservadores en Europa. Así, en Gran Bretaña y Holanda se usó ese mecanismo en los años 80 para desarmar la oposición de los sindicatos a los programas de privatización y liberalización. Sin embargo, el costo social de tales proyectos fue muy grande, en términos de desempleo, marginación de los trabajadores en industrias "redundantes", pérdida de seguridad ocupacional y marcado deterioro en las expectativas sociales de la población en esos países.

Por tanto, desde el punto de vista de aquellos que pueden ser afectados por similares programas en Europa continental, la lección es que la desregulación y la reforma del mercado de trabajo pueden ser demasiado peligrosas. Su oposición a tales programas es totalmente racional. Para que la reforma sea políticamente viable tiene que ser socialmente sostenible.

La economía europea es, en cierta medida, víctima de su propia adhesión a una ortodoxia fiscal y monetaria que ha sofocado, en los últimos años, las demandas internas y el crecimiento económico en el corazón del continente. Las autoridades económicas estadunidenses, en cambio, han seguido un rumbo totalmente distinto. La contracción económica fue combatida con déficit fiscal. La Reserva Federal decidió inyectar liquidez a la economía y bajar con determinación las tasas de interés, a pesar de las protestas monetaristas. Quizás el hecho de que los mercados sean tan elásticos y la productividad tan alta en Estados Unidos, tenga algo que ver con que la contracción económica nunca fue alternativa viable para la política económica de las adminsitraciones demócratas o republicanas. En los últimos 20 años no se ha dado el caso de una contracción fiscal y monetaria simultánea.

 Medidas fiscales

Tal vez se advierten ya los primeros signos de que los gobiernos europeos están en medio de un proceso de rexaminar los axiomas de sus políticas económicas. El ministro de Finanzas de Alemania, Hans Eichel, recientemente declaró que en 2005 no se tomarán medidas fiscales para evitar, por tercer año consecutivo, el crecimiento del déficit por encima de lo requerido por el pacto de estabilidad. Tal pacto, firmado y ratificado por los países de la UE en 1991, establece un límite al déficit fiscal de 3 por ciento del PIB. Por más de una década, tal límite se convirtió en el estándar de las políticas presupuestarias, sin tener en cuenta si las condiciones eran de expansión o recesión.

Alemania no está sola. Italia y Francia van por el mismo sendero. Evidentemente, el pacto de estabilidad y el estándar fiscal están por convertirse en un tipo de recomendación y no en un artículo de ley. Los gobiernos europeos tendrán que recuperar la libertad de acción fiscal, sin que esto tenga que implicar necesariamente un fuerte incremento al déficit. Lo que sí implicaría es poder responder a situaciones de recesión con instrumentos fiscales. La responsabilidad económica no lleva necesariamente a renunciar de antemano a la discrecionalidad y la libertad de acción, pero sí a tomar en cuenta el desempleo y la necesidad de asegurar a la juventud europea que tiene un futuro §

Foto:  Economista en jefe de la OCDE Jean-Philippe Cotis. AFP




<-- regresar a la portada