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México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Mariano en La Guadalupana
CONTRA LO QUE pudiera sugerir el título,
no se trata de una crónica en el breve y siempre nutrido bebedero
de Coyoacán, incluso con temas taurinos en su decoración,
sino de la torera jornada que en la ganadería La Guadalupana, propiedad
de don Juan Flores, protagonizara en días pasados el maestro del
toreo Mariano Ramos.
CUANDO
ESTE SUPERDOTADO del arte de la lidia incansable oficiaba en la maravillosa
plaza de tienta, rodeada de arbolado lomerío y al fondo el apacible
espejo de la presa La Concha, en Tepotzotlán, estado de México,
recordaba la amenaza que hace unos 30 años le lanzaron ganaderos
hoy en decadencia y encumbrados cagatintas de pluma taurina a sueldo: "Te
vamos a quitar de torero".
PERO NI ESTOS ni ningún otro lograron quitar
de torero a Mariano Ramos, que a los 51 años de edad y 32 de haber
tomado la alternativa, sigue dando testimonio de entusiasmo, de afición
y de privilegiada sapiencia tauromáquica, sin que los intereses,
la politiquería y las mafias sucesivas hayan hecho mengua en su
vocación lidiadora como sentido de vida.
A LAS TIENTAS -esa prueba maravillosa en que las
vacas "antes de ser madres tienen que demostrar que merecen serlo"- los
figurines suelen llegar con chofer o incluso con piloto, retrasados, con
aires de un prestigio por lo menos dudoso, con la presunción a flor
de piel y vistiendo de la aguja. Mariano, en cambio, con una sencillez
que impresiona luego de haber triunfado en todos los países taurinos
del orbe, llegó a la ganadería primero que nadie, manejando
su camioneta en la que traía algunos novilleros, y vistiendo gastados
pantalones vaqueros. Enseguida le puso peto y arneses al caballo del picador,
para luego alternar sus funciones de director de la tienta con las de tentador
y varilarguero.
DON JUAN FLORES seleccionó con esmero siete
becerras y no se equivocó. Todas sin excepción acusaron el
milagro de la bravura -"ese lujo de la naturaleza"-, arrancando pronto
y de largo, siempre por derecho, fijas, sin dolerse a la puya ni quererse
quitar el palo, y aguantando luego docenas de muletazos, pues como el ganadero
de La Guadalupana, a diferencia de otros, suele abrir sus puertas a los
modestos, abundaron "los banderilleros del hambre y los torerillos sin
cuadrilla".
CUANDO YA TODOS habían saciado sus ansias
y parecía que las vacas habían dado de sí, Mariano
se apeaba del caballo para ponerse a dictar cátedra de colocación,
de distancia, de temple, de dominio y de gusto por torear pues, contra
lo que opinan otros grandes, el maestro de la Viga sostiene que "el toreo
es cabeza y piernas".
SENTADO CON LAS piernas cruzadas sobre la silla,
el torero charro sugería las acciones y anunciaba las reacciones:
"Acérquese usted, no la muleta; crúzate; váyase de
ella; allí te va a ir; súbele la mano; llévala a los
medios", y aquellas bravas y nobles reses como si entendieran las palabras
de Mariano acudían una y otra vez a los engaños de los noveles.
Lo dicho: a la fiesta brava de México le pasa lo que al país,
que teniendo todos los elementos para repuntar, a sus élites les
falta talento y sensibilidad.
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