Laura Alicia Garza Galindo

Hoy es India Ƒy quién sigue?

Los recientes procesos electorales llevados a cabo en la India son el ejemplo más reciente del escaso margen de maniobra política para los gobiernos que admiten la cesión de su soberanía y entregan el control de su economía a las empresas trasnacionales, al tiempo que se atan las manos para enfrentar los embates del capital especulativo. El poderío externo en contra de líderes que se oponen a sus intereses ya lo han demostrado en otros países, como sucedió en tres ocasiones a Lula en Brasil. Pero hoy, en India, muestran al mundo que pueden poner y quitar gobernantes, por encima de los deseos de una sociedad, ya manifiesta, al haber depositado en las urnas su voto democrático.

Un crecimiento acelerado fue la promesa que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional ofrecieron a la India, para que se comprometiera a seguir sus lineamientos. Así, ésta se embarcó en 1991 en un programa de liberalización económica, por medio de la apertura comercial y de la promoción de inversiones extranjeras, ofreciendo grandes facilidades a las trasnacionales, como exenciones y reducciones tributarias, disminución de aranceles y la supresión de la mayoría de los permisos para su instalación y operación extractiva de sus recursos. Lógico, la India no quedó exenta del proceso privatizador de sus empresas públicas, y hubo de enfrentar la disminución de subsidios, y reformas a los sectores financiero y laboral que facilitaron el cierre de empresas, la libre subcontratación y prácticas laborales injustas. Esas son siempre las promesas engañosas que acompañan a la entrega del Estado nación en turno, aunque India logró cubrirse un poco... hasta ahora.

Y el resultado fue efectivamente un mayor crecimiento, que en promedio ha sido de 5.6 por ciento anual -muy por debajo de China-, pero también la entrega a las trasnacionales de prácticamente toda la infraestructura como carreteras, puertos, ferrocarriles, así como de la electricidad, cuya participación está permitida en todas las áreas de producción y suministro, a pesar de lo cual no cubren la demanda que se requiere para sostener ese crecimiento. Aunque en efecto mantiene todavía algunas limitaciones, el Partido Nacionalista, que gobernó desde 1998, se comprometió entonces a continuar profundizando el proceso de privatización en áreas como la telefonía, donde el techo de participación privada es de 49 por ciento, en el transporte aéreo con límite de 40 por ciento, en minería de 50 por ciento, y en petróleo, donde tienen un límite de 60 por ciento en campos medianos, aunque en campos pequeños está permitida en su totalidad.

Los efectos negativos del proceso liberalizador han estado presentes, acrecentando las desigualdades sociales que afectan a 26 por ciento de su población -casi 300 millones de personas sobreviven en la pobreza extrema-, la mayoría en áreas rurales, en donde los campesinos sufren severas sequías, resultado tanto del cambio climático como de la sobrexplotación del agua por las trasnacionales -que además controlan los distritos de riego-, que cultivan alimentos de exportación y se han visto favorecidas con leyes extremas de higiene, las cuales han provocado la quiebra de las economías locales y los procesamientos en pequeña escala, ahora impedidos para comercializar el aceite comestible, las harinas o los quesos, si no están éstos empacados bajo estrictas normas internacionales pues lo fresco, lo local o hecho a mano, se cataloga como un riesgo para la salud. Simple: les arrebataron sus mercados. Así se empujó a millones de pobres a la migración urbana. Y, perdón por la digresión, pero no sé por qué, de pronto, recordé la Ley de Bioterrorismo.

El grupo gobernante, ajeno a esta realidad y con el fin de aprovechar "el sentimiento de bienestar del país" del desigual crecimiento económico, así como "las mejores cosechas de las últimas décadas", decidió adelantar seis meses las elecciones, bajo el eslogan de "La India que brilla", sin imaginar que la inconformidad de los marginados del auge económico, y de los aún con conciencia, se expresaría en las urnas y le darían el triunfo a Sonia Gandhi, quien encabezara la defensa de los menos favorecidos.

La respuesta deliberada de las trasnacionales para impedir el acceso al poder de los partidarios de Gandhi, que frenarían el proceso de privatización de las empresas públicas, fue la táctica conocida: crear miedo por medio de la inestabilidad en los mercados y la fuga de capitales, al provocar la jornada más negra en 12 años de la Bolsa de Bombay que, claro, cimbró las bolsas de Asia y Argentina. El aún grupo gobernante intimidó y acosó a la señora Gandhi, amenazando -quizá lo menos- con boicotear la ceremonia de asunción al cargo, "en protesta por la consagración de una extranjera".

La señora Gandhi externó a sus partidarios que "quería un gobierno estable para la India" y que había meditado a fondo su decisión de no ser jefa de gobierno. Ante la dimisión, se perfila para primer ministro Manmohan Sigh, precisamente quien en 1991, como ministro de Finanzas, inició el proceso de apertura y liberalización, y que ahora ha declarado que apuesta a las políticas en favor del crecimiento y de un mercado estable, prometiendo continuar las reformas económicas que impulsó el anterior gobierno derechista, pero, eso sí: con "rostro humano". El triunfo de las trasnacionales y de los capitales especulativos ha sido contundente y lamentable para el pueblo hindú. ƑA que país le corresponderá el siguiente turno? ƑAl fin aprenderemos la lección?