México D.F. Miércoles 19 de mayo de 2004
Asisten a escuelas de 21 estados que están en condiciones precarias
Hoy premian a 100 niños indígenas que participaron en concurso de narración
La SEP les entregará libros, bicicletas, televisores y radiograbadoras
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
La niña Alberta Burgos nació en Nuevo León y sólo ha visitado una vez el estado de Veracruz, la tierra de su familia, pero domina como pocos la lengua náhuatl, que aprendió de sus padres y que le gusta por su "bonito tono".
Como ella, 100 pequeños de 21 estados del país serán premiados hoy en el sexto Concurso de Narraciones de Niños Indígenas. Todos asisten a escuelas que están en precarias condiciones (sólo 10 por ciento de casi 9 mil 500 planteles cuenta con televisión y computadoras), la mayoría no dispone de bibliotecas y algunos ni siquiera tienen un profesor que hable su lengua, pero ello no les impide apreciar sus raíces.
Alberta está orgullosa de poder hablar tanto náhuatl como español; a Pedro Reyes le satisface que el zapoteco sea la lengua de sus padres y Juana Moctezuma aprendió el amuzgo porque así puede comunicarse con sus "mayores".
En total hay 2 millones y medio de niños indígenas en el país, de los cuales un millón 200 mil estudian en este sistema y un millón en prescolar y primarias generales. Pero todavía hay 300 mil que están fuera de las aulas porque son migrantes, viven en la calle o en poblaciones alejadas.
Durante la presentación de los ganadores del concurso, el director de Educación Indígena de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Rubén Viveros, los calificó de literatos en potencia, aunque admitió que representan una minoría -en total un millón 200 mil niños indígenas asisten a las aulas-, porque en las comunidades todavía hay resistencia a hablar lenguas indígenas e impera la preferencia por el español, por el temor a ser discriminados.
Como la mayoría de los estudiantes proviene de comunidades marginadas, donde hace falta lo básico, recibirán como premio un paquete de libros y una bicicleta, además de una televisión y una radiograbadora. En caso de no contar con servicio eléctrico, se les dará una máquina de escribir. Lo paradójico es que la entrega de los aparatos electrónicos podría causar un efecto contrario al deseado, es decir, que se alejaran de la literatura.
Además del conocimiento de su lengua los niños tienen excelente memoria, porque hacen sus narraciones de manera oral y son agudos observadores de la realidad en sus comunidades. Alberta detalló las fiestas organizadas por los mayordomos, Pedro describió su viaje a Oaxaca y Juana contó la fábula del Sol y la Luna, la cual refleja el rito matrimonial en Xochistlahuaca, Guerrero. Dos de los cuatro niños que dieron su testimonio son ejemplos de niños indígenas migrantes.
Los padres de Alberta viajaron a Nuevo León porque no encontraban empleo. Cuando la niña creció le enseñaron el náhuatl y ahora está orgullosa porque habla dos lenguas y aspira a aprender otras "palabras" que aún no conoce.
El año pasado la familia de Pedro se cambió de Miahuatlán, Oaxaca, a la ciudad de Monterrey. Su papá consiguió empleo de vendedor de tacos y ahora el pequeño se distingue entre sus vecinos porque domina el zapoteco y comparte esta característica con otros estudiantes migrantes que reciben asesorías dos veces por semana de un maestro que habla esa lengua.
Pero el ambiente de estudio de estos pequeños, en la mayoría de los casos, es adverso. Viveros explicó que no se les otorga beca porque muchos ya reciben algún tipo de ayuda y que el grupo indígena es el que obtiene los resultados más bajos en aprovechamiento escolar en el país, sobre todo porque las pruebas no consideran las particularidades de esta población.
Como muestra del rezago, explicó que en promedio 94 por ciento de estudiantes de primaria aprueban el ciclo escolar, mientras en zonas indígenas esta cifra se reduce a 89 por ciento. De los 53 mil maestros que dan clases en aulas indígenas 30 por ciento no habla la lengua materna de los niños, por lo que se necesita mejorar su capacitación.
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