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México D.F. Martes 18 de mayo de 2004
Teresa del Conde/ I
Los nuevos Toledos
El conjunto de obras de Francisco Toledo en exhibición hasta julio en la Galería Juan Martín (calle de Dickens, Polanco) podría tal vez definirse como despliegue de técnicas, modalidades expresivas, manejo de materiales, comportamiento de la línea y de la mancha a través de una serie numerosa de opciones que regresan, se diría que con sencillez y hasta con una cierta humildad, a la iconografía toledesca prototípica que los veneradores de este maestro añoraban de un tiempo a la fecha. También hay un regreso a la bienhechura, por momentos casi obsesiva, que le ha deparado justa fama en un universo artístico carente con harta frecuencia de la misma, cosa que se agradece.
Para que las obras deparen lo que poseen se requiere observarlas a fondo, por buen rato, intentando en primer término ver cómo están hechas y cómo responden a la representación elegida. Pondré unos cuantos ejemplos. Casi al ingreso se topa uno con una mantarraya : La raya en la arena: un rombo achaparrado con cauda que contiene en su interior a otro rombo. Esta pieza, casi abstracta, realizada al pastel con acuarela, forma parte de una serie de iguales dimensiones. El papel que constituye el soporte está tratado con instrumentos de grabado que lo dotan de textura: canales en forma de cuña que asumen direcciones paralelas, sea en diagonal acentuada, sea en vertical o en horizontal irregular. Los colores terrosos aquí obedecen a una paleta clara, mientras que en La araña cangrejo, hecha con procedimiento similar, el efecto es oscuro y el rostro de la araña es "expresivo". En Murciélago y germinación, un dibujo sobre masonite, el espacio está dividido en seis superficies acojinadas (le gustan los cojines a Toledo, y no sólo los de Durero) mientras que el murciélago con expresión humanizada y un falo erecto, se ha colocado a la izquierda, rompiendo la simetría, siempre relativa, que priva en las composiciones en las que aparece una figura predominante. Este murciélago se acompaña de representaciones de frijoles germinados que parecen tener alas. Buen número de estas piezas, todas recientes, arman una especie de "homenaje al frijol" que se corresponde, al parecer, con cierta vivencia infantil relatada en esta misma sección hace una semana en la entrevista que Germaine Gómez Haro hizo al artista y también en la pieza titulada Mi primera lección de botánica. Como quiera que sea hay muchos frijoles diseminados por toda la exposición y hay también insistencia en reproducir el color del frijol, más del negro que del bayo. La comicidad de Sapo colgando al lagarto contiene, si uno lo ve así, alusiones a realidades humanas y a la vez a realidades ecológicas, pues hay varias tortugas también colgadas. Sombra de changos es un alarde de artesanado perfecto, pero va más allá de su artificio. Se trata de un petate de piel abombado en ciertas áreas, el color aplicado a la piel puede producir efecto de metal; el hecho de que los extremos inferior y superior del cuadrado terminen en triángulo mientras que los límites laterales lo hagan en vertical imprecisa, lleva a quien la ve a preguntarse cómo fue realizada. Está montada flotando en soporte de lino, contenido en la caja del marco y los casi imperceptibles orificios practicados con alfileres en los cuatro lados, denotan que para pintarla hubo que fijarla extendida. Mide 147 x 147 y es de este año 2004.
Hay óleos de pequeñas dimensiones 30 x 40 encerrados en cajas con cristal, los cantos de las telas están visibles y continúan la composición, como sucede con Cangrejo rompe red.
Las pinturas-pinturas obedecen a procedimientos distintos, Muerte y lagartos requirió que el soporte fuera duro y está pintada sobre tabla, es de las pocas piezas muy coloridas que pueden observarse, mientras que la Rana mojada es suelta, borrosa, más pictórica que lineal. Todo negro, óleo sobre tela, es una estupenda pintura de procedimiento muy libre, no minucioso.
De tiempo atrás Toledo ha utilizado micas para lograr ciertos efectos: Mar de micas ofrece un océano quebrado, las micas parecen vidrios estrellados "naturalmente", pero sabemos que las cosas no son así: las estrategias plásticas privan aquí como en otras composiciones por libérrimas que puedan parecer a simple vista, como sucede con un óleo de 50 x 61: Chapulín solitario sobre algodón que obedece a un procedimiento deliberadamente aireado proponiendo contraste con las composiciones saturadas de elementos, de efecto horror vacui. Así son los peces liados con camarones elegidos para aparecer en la invitación y así lo es también un pescado rojo que semeja haberse estrellado contra la pecera. Otro método que yo llamaría "efecto en negativo" queda bien ilustrado en La noche de Tehuantepec, que se antoja ser homenaje a la hermosísima narración de André Pierre de Mandiargues.
La predominancia del dibujo muestra cómo se comporta la línea, sea que esté pintada o dibujada, que rascada con puntas finísimas para provocar efecto de irradiación.
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