La Guerra nos llamó
para ofrecer un rapidín. Dejó un mensaje en la contestadora, una mancha de petróleo en la playa. Le enviamos docenas de largos brazos. Costales de uñas. El rostro de una madre. Un poema traducido del persa te puede costar diez años y medio millón. La Guerra tira la casa por la ventana. Pero no le interesa curar enfermos ni educar ciegos. Miss Guerra no sabe leer. Apenas puede firmar cheques. Pero le va muy bien. Abre las puertas de su funeraria. Hace negocio, pone una cadena de sucursales. ¿Para qué preocuparte? Lo importante es estimular el clítoris del Dinero. Hasta que te pague. No empujes, joven, habrá Guerra para todos. ?Dame una libra de Guerra... Dámela fiada, compadre, véndamela por mayoreo. ¿Guerra civil? ¿Etnocidio? Lo que tú quieras, mi Reina. Estamos a tus órdenes para cualquier ocasión qué se te ofrece. Alcánzame la Guerra, por favor, papacito. ¿Todavía hay? ¿Ya se acabó? ¡Compre más! y más y más.
Mire este hígado. ¡Este corazóncito! Pan Caliente de Ciudad Juárez. Una pobrecita que iba a misa.» La mano de obra es barata. Trabajadores huicholes traen plomo en la sangre.
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Se necesita mucha plata para erradicar la malaria y los indios no llegan al precio. (Pero, ya no pensemos en cosas feas.) Hay que ser prácticos. Ponerse listos. (Viene el pez gordo con su altavoz): Los accionistas consideran que la vacuna del sida no es tan rentable como los fármacos para aliviar sus síntomas. Patentamos menjurjes de las Amazonas. Mercamos el misterio de los mayas. Cuando llueve vendemos paraguas. Cuando muere fulano le rentamos una fosa. Pagan para orinar, para la sed, la sal. Privatizaremos al Sol. El Aire sa de cv. ¿Cuántas guerras necesitas, chulito? La Guerra nos ofrece su nalga. Le agarramos la teta. El museo de las antigüedades declara la bancarrota. La biblioteca arde en llamas. La escuela se vuelve cuartel. El hospital es un necrocomio. Sin embargo, (aquí el General pone una cara de orgullo) sólo violamos a mujeres, hispanos y gays. Damas y Caballeros: permítanme recordarles que estamos en Guerra. Todo tiene su costo. Ni modo; al Jefe no se le antoja la libertad de expresión. Ni viene al caso: Un ejército obedece. Los soldados compran cuando se les ordene. La Guerra fue elegida democráticamente por nuestros clientes. Siempre tienen la razón. Señoras y Señores: con nosotros Miss Guerra.
Ambar Past |