La Jornada Semanal,   domingo 16 de mayo  de 2004        núm. 480
Apología en rosa

Ma. Isela Sánchez

Mira mira mira, Paul, ésa es Ana!

–¿Ana, cuál Ana?

–Ana la loca, la chava de la escuela que dice cosas muy raras.

–Pues está bonita, ¿eh?

–Sí, pero lo que tiene de bonita lo tiene de loca, vive en un mundo muy pink.

–¿A poco es fresa, de ésas que esperan su príncipe azul? 

–No, no es fresa, pero está bien loca. Ito, que la conoce desde la primaria, dice que siempre ha sido así.

–Pues ¿qué hace, qué dice?

–Vive enamorada de la pantera rosa. ¡Arrímate, háblale, pregúntale lo que sea y verás!

–Oye disculpa, te llamas Ana, ¿verdad?

–Sí.

–Mi amigo me dijo que a ti también te gusta la pantera rosa.

–¿También?

–Mis padres se burlan porque a mi edad no me la pierdo, casi salgo de la facultad y... ¿a ti por qué te gusta?

–Para disfrutarla no importa estar viejo. Invéntame una dirección y mi respuesta te llegará.

Calle: conocida. Número: único. Colonia: la de tu alma. Código Postal: el de tu corazón. Estado: el nuestro. País: también. Y para que mi carta siempre sea vigente: día x, del mes que más te gusta del año en que se lea:

¿Que por qué me gusta la Pantera Rosa?

Me gusta por el chofer-niño-real (de carne y hueso), que la baja del auto deportivo para que se meta al teatro de su Pink Panter Show. Se quita el casco y la espera. Siempre quise ser ese niño, ser su dueña y prestársela a los demás, trabajar para ella o con ella.

Me encanta por erguida, por fina, por elegante, por su manera de caminar, acomodando el paso para ir acorde al tarán, tarán, tarán, tarán... Irreverente todo el tiempo, se va dándole la espalda al espectador. Un moño negro al cuello y ya está de frack, elegantísima para cenar. Arrogante, vanidosa. Y si tiene hambre, dobla poco a poco el telón de fondo y de un bolsillo imaginario saca el salero, le pone sabor y se lo come sin miedo a que en la digestión se le desdoble. Y entonces un hipo y plas, plas, plas, la pantalla del televisor nos muestra sus entrañas, rosas también. Y si tiene sed, se conecta a la manguera de agua inflándose como un gordo globo lleno de agua, a punto de reventar; y si quiere volar se autoinfla, se enchufa al aire y se vuelve otra vez globo y se va. Se infla a sí misma, y se va. Es un fabuloso globo rosado que cualquiera puede sostener por la cola.

Me fascina porque tiene en su actitud la serenidad que no tiene mi padre y la tranquilidad que le faltó a mi madre. El buen humor que no veo en mis hermanos y la esperanza e ilusión que no encuentro en mis amigos. Nunca hace juicios de valor, ni siquiera cuando el huevito blanco con ojos, pies y manos que en algunos capítulos a veces se atraviesa para pintar la misma barda, o para comprar sus pastillas energizantes, o para construir la misma casa, o para dormirse en la misma cama, ni siquiera él la hace perder el juicio. Es al revés. Son los demás los desesperados. En ella todo transcurre sin hablar. Todo mudo, todo en silencio, como en el inicio del cine, y siempre los mensajes recibidos, los espectadores riendo, aplaudiendo, comprendiendo, como en el inicio del cine.

Me atrae porque nunca se complica la existencia, si quiere bañarse se mete a la lavadora y sale esponjada y limpia como un sol rosa palo. Va por la calle con una llanta que se ensarta en el poste de cualquier lugar, o va caminando y levanta una varita mágica que la convierte en hada madrina, panterarosa–hadamadrina de una cenicienta más que quiere amar. Anda con las manos sueltas o en bicicleta resolviendo sus problemas de manera ideal. Y ese capítulo del cucú, pajarillo rebelde que no la deja dormir, más bien le envidia su sueño. Y ella en un arranque de angustia insomne va y tira el reloj al fondo del mar. Los remordimientos la invaden, sueña que el pequeño cucú está muriendo ahogado. Se levanta, corre y se arroja desde un puente, bucea, lo busca, no lo encuentra, vuelve deprimida a casa y el cucú ya esta ahí, se sonríen, lo toma en las manos, lo acuesta con ella y se echan a dormir mandando al sótano de un marrazo a cuanto reloj se atreve a timbrar.

Ágil, presumida, fiel. Siempre supe que era pantera macho y sólo una vez se enamoró de una pantera hembra, rosa también, con grandes pestañas y boca coqueta. Sin miedo. Sin maldad. Sin violencia. Un mundo realmente rosa que por ello es animal y no humano. Sin rencor. Sin envidia. Sin juicios. Le ayudó a Noé con el arca. Y su voz sonó esa única vez para decirnos que desde entonces "el hombre nunca ha entendido nada". Algo así, o más o menos así. ¡Si las panteras hablaran!

Decidí desde que la vi por primera vez que la iba a admirar siempre, abrí el cierre de la ficción que era mi vida y me metí a la realidad de su ficción. Surrealismo puro media hora de lunes a viernes por canal cinco. Caricatura de importación. Sin traducción porque no era necesaria. Y ese narrador preguntón que la alertaba, o la prevenía o la cuestionaba. También quise ser él. Para preguntarle yo, para trabajar para ella o con ella. ¿En la mente de quién nacen esas panteras rosas? ¿Genial, no? Desde el inicio del mundo hasta la década de los setenta, desde los dinosaurios hasta la evolución de los niños que requieren caricaturas así para reír. Y en mi caso, caricaturas así para vivir, para pasar mi vida en... 

Por audaz. Por eficaz. Por sensible. Tal vez me gusta la Pantera Rosa porque me enamora pensar en quién está detrás del telón dirigiendo la orquesta. ¿Quién le dio vida y cómo engendró en rosado a semejante hijo? ¡Qué talento y qué pasión por hacer bien las cosas! ¡Qué gusto por vivir en este siglo! Qué amor por la infancia necesaria, nunca tonta, sí inocente, siempre selecta!

Abriendo y cerrando esa posibilidad de vivir en dos planos he crecido. Subiendo y bajando la cortina de la imaginación he soportado las mordidas de la realidad que lastiman y busco para mis hijos un padre como el que hizo a la Pantera Rosa, consciente del dolor de ir viviendo, dispuesto a vivir a pesar de todo, dispuesto a tener cincuenta años pero con la infancia recuperada.

Me gusta por eso. Y por ese chofer-niño-real que cuando termina su Pink Panter Show, se pone el casco, le abre la puerta del auto deportivo y se la lleva. La saca de la realidad de la fantasía para llevársela hacia lo fantástico de la realidad acompañado de una canción, creo que en inglés, creo que en francés, no importa. A mujeres niñas como yo nos gusta creer que dice que volverá mañana.

pd. Qué pena que tus papás se burlen de ti y no se rían contigo. Así también son los míos. ¿Será que el desamor y la despasión se da por generaciones?

–¿Qué te pasa, Paul?

–Me dijiste que Ana estaba loca.

–¿Y...?

–Su locura me ha llegado a deslumbrar. 

–Hola, ¿se encuentra Ana?

–¿Quién me busca?

–Soy yo, Paul. 

–¿Qué pasó?

–Recibí tu carta y... ¿qué opinas de los Simpson?

–Antítesis total: amarillos, puerta cerrada a la imaginación, cierre sin abrir a la ficción, espejos de otro tipo de hombres, creo que para los Simpson todavía no tengo edad. Prefiero la vida en rosa, prefiero mi cuento en rosa.