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México D.F. Viernes 14 de mayo de 2004

Jóvenes colmaron el Royal Albert Hall

Nuevas audiencias se rinden ante Eric Clapton

KEITH SHADWICK THE INDEPENDENT

LONDRES. En los dos años pasados, inflamado una vez más por el blues que lo llevó a su profesión hace todos esos años, Eric Clapton ha comenzado a capturar de nuevo audiencias más extensas que sus fieles de siempre. La primera noche de su semana anual en el Royal Albert Hall así lo confirmó.

Por principio de cuentas, la audiencia en sí, aunque formada en su mayoría por hombres de cierta edad, contenía un número estimulante de hombres y mujeres bastante menores de 30 años, que disfrutaron inclusive de los teloneros: un ruidoso pero entusiasta conjunto estadunidense de blues moderno encabezado por el guitarrista del pedal de acero, Robert Randolph. La banda contaba con un bajista-vocalista que se valía del falsete para sonar como la hermana Roseta Tharpe, mientras Randolph pisaba una y otra vez el pedal y hacía improvisaciones estirando las cuerdas a la Jimi Hendrix. Vaya show.

El grupo de Clapton empezó después de una breve pausa; Eric vestía un sencillo pantalón azul de mezclilla y una camisa de manga corta que hacía juego, y portaba su Fender Stratocaster favorita. Integrado por dos tecladistas, dos vocalistas femeninas, un guitarrista extra, un bajista de cinco cuerdas y un baterista, el grupo ejecutó Let it rain, que recibió el beneficio de un sonido de soberbia limpidez y estupendo equilibrio: Clapton de verdad entiende la acústica imposible de este recinto. También realizó el primero de una serie de punzantes solos cuya combinación de gracia, precisión y soltura sin afectaciones hechizó a la multitud.

El programa de la noche estuvo dividido en tercios; este primero combinó blues de estilo antiguo como Hoochie coochie man y I want a little girl con canciones conocidas. Todo fue hecho con convicción. En Walk out, aunque se trata de una pieza ligera, Clapton demostró una de las razones por las cuales es un maestro de la improvisación: ve mas allá de los compases, ideando frases que comienzan temprano, anticipándose al primer tiempo, o bien se reclinan deliciosamente sobre el final del compás, de modo que el oído es arrastrado hacia la parte siguiente de la canción sin siquiera darse cuenta. En esto Clapton no sólo se hace eco de los grandes blusistas como su amado Robert Jonson, sino también del jazzista Lester Young, contemporáneo de aquél. Durante I shot sheriff entregó otro solo extraordinario que mostró su comprensión de la forma, creciendo de un principio modesto hasta un poderoso y cantarino final de gran pasión y belleza. El público lo ovacionó de pie.

Los asistentes se enamoraron menos del segundo tercio del concierto, en el que los tres guitarristas se sentaron al frente del escenario y despacharon cinco números de Robert Johnson. Por brillante que haya sido su ejecución, las convenciones formales de la música eran evidentemente demasiado arcaicas para muchos. El aplauso fue cálido, pero menos intenso que el anterior.

No importa. En el tercio final los recursos estilísticos tomados en préstamo a Stevie Wonder y Winwood representaron un bienvenido contraste con los números precedentes, mientras un blues lento -cuya letra, cantada con dolor por Clapton, preguntaba "¿alguna vez has amado tanto a una mujer que sentías que era pecado/ y todo el tiempo sabías que pertenecía a tu mejor amigo?"- lo encontró ensayando un solo al estilo BB King, pleno de poder y pasión.

Clapton coleó esa rola con Badge, coescrita con George Harrison. Después de eso, aunque Layla, Cocaine y el encore Sunshine of your love fueron otras tantas interpretaciones estremecedoras, se tenía la impresión de que las inquietudes de la noche ya habían sido colmadas. Clapton tocó desde el corazón, y con la perfección de siempre.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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