Carlos Montemayor/ II y última
Poemas de Tsin Pau
La espera
Vuelan los gansos salvajes
por los bosques de la aldea.
Huyen del invierno.
Al amanecer sus siluetas blancas y grises
se alejan de los caudales del río,
más allá de las montañas.
También huyen del invierno
las hojas de los árboles en el bosque,
la verde hierba, la erguida falda de maleza en la ribera.
No huyen por el cielo, como los gansos salvajes.
Huyen por la tierra, se caen, se tropiezan,
se secan en la tierra, se olvidan,
esperan ya muertas la hora de ser verdes.
Como los hombres, como los ancianos, como Lin Tsao,
el niño que murió ayer.
Al atardecer
Hace una semana que empezó el verano.
La vieja cocinera Tsun Min se queja del calor.
''No lloverá, sufriremos por el sol" amenaza a
todos.
Al atardecer los muchachos van al río.
Se bañan, juegan, olvidan por momentos
las agotadoras labores del campo.
Algunos olvidan también el camino de retorno:
se detienen cerca de la ribera, buscan entre los juncos.
Las muchachas que los esperan
están más nerviosas que ellos:
hace calor y tiemblan de frío;
tardará en oscurecer, pero cierran los ojos
Despedida en el río
Aún no amanece y siguen
llegando de distintos sitios.
Las barcas se alistan,
se aproximan a la ribera.
Carretas tiradas por bueyes
levantan el polvo entre gritos de guías
y relinchos de caballos.
Dos grandes embarcaciones
se mecen en la oscuridad.
La neblina envuelve
las aguas lentas y ocultas del río.
A veces, entre la niebla,
me parece ver de pronto el farol encendido
en lo alto del mástil,
o el vuelo de las garzas inquietas
buscando posarse en la popa.
Otras carretas ruidosamente
se acercan a la ribera
y el rumor de la gente crece.
Comienza a amanecer.
El río va extendiendo su vasto caudal
y se empequeñecen las grandes embarcaciones.
Ha llegado el séquito del gobernador.
La gente se acerca a los guardias,
quiere ver la riqueza de los arreos,
el embarque de familias y servidumbre.
El murmullo crece como una pequeña corriente
que quisiera moverse también.
Un campesino me explica:
''El gobernador huye esta mañana.
Los ejércitos rebeldes
acosan las provincias, azotan los poblados.
El gobernador y sus autoridades
se ponen a salvo, por el río.
La gente viene a contemplar
la opulencia y la fuga.
Mire, las embarcaciones y sampanes se alejan ya.
Se han marchado guardias,
autoridades, servidumbre.
Cuando la guerra llegue,
sólo estaremos nosotros."
Las montañas de los guardianes
El sol se eleva ya por las montañas
de ríos y cascadas,
donde viven los cuidadores del Tao,
donde se esconden los ermitaños
que conocen el nido de la luz.
Hace años, en esos lugares
viví de joven con los hombres santos.
Desde aquella cadena de montañas,
las conocidas como las murallas de Chiang Tsun,
terminará pronto el verano
y llegarán los vientos fríos del norte.
¿Por qué hoy nace el día en el mismo
sitio
donde ha de expirar el verano?
Las montañas sagradas, unidas al cielo,
no distinguen ya la diferencia
entre la luz y el frío,
entre la oscuridad y el silencio.
Las águilas vuelan sobre las cumbres
y su vuelo parece un dibujo,
se asemeja a un pensamiento.
La mañana avanza,
el sol asciende por encima de águilas y montañas.
Un cálido soplo de viento llega a mí
con olor a bosque, a tierra, a hierba.
¿Este aroma llegará también a las
cumbres,
a los guardianes del Tao,
a sus finos pensamientos que las águilas presienten?
La danza y el río
Recuerdo a una bailarina
de la provincia de Henán.
Sus bellas piernas eran fuertes;
su cintura, incansablemente flexible.
Las compañeras reían y aplaudían
mientras ella bailaba con seriedad.
La noche avanzaba pero la música de flauta
nos obligaba a todos a sonreír.
Yo era joven aún
y recuerdo la seda donde bailaba.
Lo recuerdo ahora,
detenido junto al río Hnun,
cuando comienza a atardecer.
Veo los juncos que se mecen a la orilla del río.
Al llegar la corriente a aquellas peñas
se convierte en espuma blanca,
en un instante de fiesta,
y luego fluye otra vez oscura.
Uno de los dignatarios del Palacio
la vio bailar esa misma noche;
la compró al dueño de la hostería
y la llevó a otra provincia.
Ahora que estoy viejo, junto al río,
¿por qué me parece verla bailar
con sus pies desnudos en esta alfombra de agua?
La tormenta
Salí ayer de la taberna de Lin Yu
y la nieve brillaba en la noche,
parecía otra luz detrás de la bruma.
Hoy volvió a nevar.
Los copos de nieve caían espaciados
cuando me asomé a la puerta.
Ahora la nieve cae abundantemente.
La neblina nos envolverá varios días
y no veremos las celestes montañas.
Han emblanquecido las calles del pueblo y los caminos.
Las carretas y bueyes que permanecen a la intemperie
también comienzan a emblanquecerse.
Varios labradores bajo la nevada
transportan pastura, granos, comida.
La nieve cae sobre los árboles, la tierra,
las piedras, las raíces, los arbustos secos,
Contemplo desde hace rato la tormenta,
sin saber por qué.
Como si por dentro yo estuviera esperando
que surgiera otra blancura. |