México D.F. Sábado 8 de mayo de 2004
Angeles del abismo, nueva novela del
narrador, publicada por Joaquín Mortiz
Reivindica Serna la importancia de los indios en el
virreinato
El autor dirige acerba crítica contra los poderosos
de esa época A partir del siglo XIX cada generación de
escritores ha buscado ''reinventar el México de la Colonia mediante
la ficción''
ARTURO JIMENEZ
Sin duda es una novela picaresca e inscrita en la tradición
de la literatura colonialista, pero a diferencia de sus predecesores de
los siglos XIX y la primera mitad del XX, ANGELES DEL ABISMO, de
Enrique Serna, contiene varias diferencias.
Un
México virreinal descrito y narrado sin escrúpulos religiosos
que muestra las corruptelas de la jerarquía católica y una
amplia libertad para explorar las profundidades de la vida sexual de los
novohispanos y los ''laberintos barrocos" del deseo reprimido.
Pero además, mientras antes se ridiculizaba con
saña a los grupos sociales más vulnerables de España
y la Nueva España, como los judíos, las ancianas, los homosexuales
o las prostitutas, en esta gruesa novela editada por Joaquín Mortiz
se hace una crítica de los poderosos.
''Los jerarcas de la Iglesia novohispana, enfrascados
en sórdidas luchas por el poder, la aristocracia enriquecida con
la venta del pulque o los poetas lambiscones de la corte, eran los personajes
más grotescos y ridiculizables de aquel tiempo", manifiesta Serna
en entrevista.
Es más, los protagonistas de esta novela pertenecen
a sectores populares, como el indio Tlacotzin, debatido entre la nueva
religión y los dioses mexicas, y la falsa beata Crisanta, mucho
más cercana a su pasión por el teatro que a los arrebatos
místicos.
''Me interesaba que un indio fuera personaje protagónico
porque en las novelas colonialistas de los siglos XIX y XX los indios son
figuras decorativas que siempre aparecen en segundo plano, cuando eran
el componente más importante de aquella sociedad."
Una veta para la ficción
Pese a esa tradición de novela colonialista, con
nombres como Vicente Rivapalacio, Justo Sierra O'Reilly, Artemio del Valle
Arizpe y Julio Jiménez Rueda, para Serna la Colonia ha sido poco
explorada por la novela mexicana.
En la Nueva España se prohibía la importación
de novelas de España, pero entraban de contrabando obras como El
Lazarillo de Tormes o La Celestina.
''Había una censura paternalista de la Iglesia
que sólo permitía obras pías. Esto nos privó
de las novelas que pudieran haber escrito Sor Juana, Luis de Sandoval Zapata
o Sigüenza y Góngora."
Sin embargo, agrega, a partir del siglo XIX los escritores
mexicanos han tratado de llenar esa gran laguna, y cada generación
ha buscado aportar algo para reinventar el México colonial mediante
la ficción.
Serna comparte que su novela está inspirada en
las actas de un proceso inquisitorial del siglo XVII instruido contra una
falsa beata que fingía arrebatos místicos para sacar dinero
a los ricos.
''Ella llegó a tener enorme popularidad, al grado
de convertirse en la beata de cabecera de los virreyes. A escondidas de
la sociedad esa beata tenía un amante indio que entraba a su casa
disfrazado como criado y aprovechaba la menor oportunidad para emborracharse
con pulque."
Desde aquella lectura el autor de El seductor de la
patria quedó ''enamorado" del personaje de la beata actriz,
del que después saldría Crisanta, y supo que tenía
en sus manos el ''embrión" de una novela picaresca.
''Pero desde el primer esbozo argumental del libro me
tomé todas las libertades de la ficción para crear una intriga
novelesca en torno a Crisanta y su amante el indio Tlacotzin."
El dilema de Tlacotzin
Para su investigación y escritura, que duró
tres años, Serna se apoyó en muchísima documentación
y en la asesoría de académicos como el historiador Antonio
Rubial. Para unas traducciones al náhuatl recibió la colaboración
del escritor índígena Librado Silva.
''Procuré no abrumar al lector con acotaciones
eruditas porque los que más me importaba era involucrarlo emocionalmente
con los personajes."
Acerca del conflicto entre las dos culturas, recuerda
que en el siglo XVII aún había muchos focos de resistencia
de las religiones prehispánicas, que la Iglesia y la corona tardaron
en erradicar.
''Por ello en ese tiempo se producían conflictos
religiosos como el de Tlacotzin, cuyos padres están divididos entre
la nueva religión y los dioses antiguos."
De cómo fue modelando el personaje y el dilema
de Tlacotzin, el escritor comenta que se apoyó en las crónicas
de misioneros y evangelizadores, quienes cuentan cómo los niños
recién convertidos al catolicismo eran obligados por los frailes
a delatar a sus padres, que de manera clandestina todavía adoraban
a los dioses antiguos.
Concluye: ''Tratar de reconstruir el pasado en Angeles
del abismo fue un trabajo parecido al de un medium que debe
dejarse poseer por esos personajes para darles vida. Es un proceso apasionante
poder fugarse hacia el pasado sin despegar los pies del presente."
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