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México D.F. Viernes 7 de mayo de 2004
JAZZ
Antonio Malacara
Compactjazz
Mundo paralelo, Agave, 2003
La
de Diego Maroto es una de las voces más impactantes y contundentes
en el sax nacional. Esencialmente con el tenor, pero igualmente apasionado
cuando pulsa el soprano, su aliento ha marcado rutas (con fraseos tan limpios
como intrincados) en el discurso local desde hace varios años, erigiéndose
sin dificultad alguna como figura fundamental de la segunda generación
de jazzistas mexicanos. En los últimos días de diciembre
pasado, Maroto nos presentó su primer disco solista, Mundo paralelo,
con las raíces del blues y los rebosantes fruteros del hard bop
a cuestas. Desde los cidís epónimos de los grupos La Casa
de Agua (1996) y The Moddal Sexxxtet (1999), había mostrado su ilimitado
poder para desbordar los sentidos, y en esta ocasión, además
de ratificar su inclinación por la espesura, nos muestra una vertiente
más amable (en la más amplia de sus acepciones) con temas
como Sweet karma, dedicado a Iraida Noriega, mujer y compañera.
Basicamente, el saxofonista se hace acompañar,
inmejorablemente, por el contrabajo de Agustín Bernal y la batería
de Gabriel Puentes, además de los pianos intercalados de Eugenio
Toussaint, quien se suelta el pelo en dos temas, y Mark Aanderud, joven
virtuoso autoexiliado en Washington. Intervienen además, en calidad
de invitados, Francisco Lelo de Larrea (guitarra), Rey David Alejandre
(trombón) y el texano avecindado en el DF Joe D'Etienne (trompeta).
Sol Azteca vs. Mexican Sky. Cero, 2003
A
primera vista (a primera oída), parecería que estos cuatro
chavales del Bird Quartet, después de un personalísimo y
kafkiano viaje, amanecieron pájaros y se pusieron a jugar con sus
restructurados sentidos, con sus nuevas voces (trinos), con una buena dotación
de instrumentos y con el estudio de grabación. Al segundo recorrido
por el disco, se puede uno dar cuenta de que los conceptos del cuarteto,
sin perder un solo instante su carácter lúdico, van mucho
más allá del mero entretenimiento.
Los sintetizadores y las guitarras se sumergen en los
sampleos de los pájaros para transmutarse y confundirse y carcajearse,
aunque de buenas a primeras recobren su propia naturaleza y se fundan con
un set de percusiones disfrazadas de timidez y desparpajo. Mil objetos
los secundan y se sueltan con salterios y flautas en un ritual de improvisación
infinita que tal vez no debería estar presente en una reseña
de jazz, pero que, seguramente, no encuentra mejor lugar que éste
para avisar de su existencia.
Bird Quartet es un ensamble de improvisación libre
(libérrima) que grabó estos saltos al vacío hace cinco
años, pero no fue sino hasta finales del año pasado que logró
ponerlos en un compacto para lanzarlos al mar. Los culpables son: Flavio
Gallo (guitarras, sampler, sintetizador y objetos), Robin Corder (sintetizador,
percusiones, flauta y objetos), Gavilondo Pinzón (salterio, flauta
y objetos) y Acerino Frigílio (canto). Salud.
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