México D.F. Martes 27 de abril de 2004
Aquí vivimos mejor que donde cobran los
progresas, asegura el tzeltal Rodolfo
La resistencia recupera la tierra en San Miguel y la
hace trabajar para el pueblo
Integrantes de organismos oficiales se nos unen porque
la vamos pasando, dice
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
Ocosingo, Chis. 26 de abril. "Yo sé que
en otras partes estar en la resistencia es lo más cabrón,
pero aquí en esta parte, donde vivimos nosotros, creo que hasta
estamos mejor que los que reciben programas del gobierno", dice Rodolfo,
ejidatario tzeltal de San Miguel, en la cañada de Patihuitz.
"Nuestro trabajo está en orden, y los compañeros
que formaron nuevos poblados en las tierras recuperadas han producido maíz,
y la caña la vendemos bien. Nadie nos da dinero, pero la vamos pasando
con nuestros productos", agrega.
"No que los hermanos de la Asociación Rural de
Interés Colectivo (Aric, oficial e independiente) que vienen a Ocosingo
a cobrar los programas y progresas del gobierno vemos que tienen
mucha dificultad. Y es que ese dinero que reciben, como quien dice, no
sale de Ocosingo. Enseguida lo gastan, sobre todo en trago, ya se les hizo
calamidad. Y peor, lo quedan debiendo".
Base
de apoyo zapatista, joven esposo y padre, Rodolfo trae de las patas a una
gallina "para la fiesta de la cruz de mayo" la semana próxima. Su
conversación es espontánea, y su ánimo también.
Pertenece al municipio autónomo Francisco Gómez, y habita
en una comunidad bastante peculiar de las cañadas. En ella se han
desarollado todos estos años las dos Aric (que empezaron siendo
una) y también la resistencia zapatista.
Problemática en ocasiones, la convivencia se ha
mantenido aún bajo las presiones de la contrainsurgencia (especialmente
económica). Ubicada en un crucero clave de la selva Lacandona, la
comunidad sirve de acceso a las cañadas de Patihuitz, Las Tazas
y Taniperla. San Miguel fue la primera aduana rebelde para los periodistas,
durante 1994. Después de la ofensiva gubernamental de 1995 allí
se celebró el encuentro entre la comandancia zapatista y el gobierno
federal que allanaría el camino a los diálogos de San Andrés.
En San Miguel ha permanecido la Cruz Roja Internacional
en los años recientes, pero la institución ya anunció
que se retirará el primero de junio próximo. "Claro que hace
falta", dice Rodolfo. "Si no fuera por la Cruz Roja, muchas gentes no recibirían
ninguna clase de atención. Cuando menos sus ambulancias llevan los
enfermos a los hospitales de Ocosingo o Tuxtla Gutiérrez".
Reconoce que en otras regiones del estado los zapatistas
viven la resistencia con mucho sufrimiento y peligro, como Zinacantán,
Chenalhó y la zona norte. "Y no es que aquí sea fácil.
Pero así como tenemos organizados nuestros pueblos y trabajos con
la junta de buen gobierno (en La Garrucha), aprendemos a vivir autónomos
sin morir de hambre. Ya se está notando, pues hará poco dos
familias salieron de la Aric para pasarse a la resistencia".
La contigüidad histórica del EZLN y la Aric
es ampliamente conocida. Rodolfo admite que en San Miguel algunas familias
entran y salen de la resistencia, pero "desde que Aric Independiente está
con el gobierno es menos seguido que se hagan autónomos. Por eso
es raro que justo ahora que pueden recibir las ayudas para las mujeres
y la escuela, algunos oficiales o independientes prefieran entrar en resistencia.
Es que se están dando cuenta". La paradoja no inquieta mucho a Rodolfo.
"Los poblados de la resistencia trabajan las tierras recuperadas y pueden
vivir".
Es inevitable contrastar este testimonio con las declaraciones
del presidente de la Federación Estatal de la Pequeña Propiedad
Agrícola, Ganadera y Forestal, Fidel Culebro Trejo, publicadas hoy
en un diario local: "la tierra en la región es improductiva y ociosa
porque los zapatistas no saben trabajar ni aprovechar los cultivos".
Según Culebro Trejo, "a los encapuchados y sus
simpatizantes no les gusta trabajar. La muestra más palpable es
que miles de hectáreas, antes productivas, ahora están ociosas.
Quienes se levantaron en armas pasaron de la guerrilla a convertirse en
una gavilla de bandidos".
Con el impenetrable argumento de que las tierras estaban
en mejores manos cuando pertenecían a los ganaderos de Ocosingo,
Altamirano y Las Margaritas, el hecho de que hoy las habiten y trabajen
los indígenas significa que los campos se encuentren "en el abandono
total" (Cuarto Poder, 26 de abril).
El representante de los pequeños propietarios afirma
que unas 100 mil hectáreas se encuentran en manos de los rebeldes,
"ociosas y abandonadas", mientras "el gobierno no ha indemnizado a los
auténticos propietarios", no obstante que el ex presidente Ernesto
Zedillo estableció un fideicomiso de mil 250 ranchos en 240 mil
hectáreas en beneficio de 60 mil campesinos.
"En lo que fue valles y cañadas llenas de actividad
pecuaria, desde el conflicto armado, la propiedad privada se ha extinguido",
lamenta el dirigente ganadero. Hasta antes de 1994, "en la zona de los
ranchos se generaban miles de empleos y riqueza".
Las tierras ya no son para las vacas que proveían
hamburguesas a McDonald's en Estados Unidos, y se nota. Las cañadas
y valles, antes vastos pastizales de ganadería extensiva, sirven
hoy para la agricultura indígena. Y las comunidades lo notan.
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