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México D.F. Sábado 3 de abril de 2004
Sufrió apremios físicos y sicológicos
durante 10 días; también vejaciones sexuales
Con torturas y malos tratos la policía la inculpó
en atentado, denuncia joven vasca
Ainara Gorostiaga y tres hombres quedaron libres luego
de atribuirse dos etarras el crimen
"Les dije que me mataran, porque nada tenía que
contar y quería que acabara el martirio"
GARA
Donosti, 2 de abril. Ainara Gorostiaga, la joven
de Pamplona puesta en libertad el martes anterior tras estar dos años
en prisión acusada de pertenencia a banda armada y asesinato, denunció
en su día ante el juez de instrucción de la Audiencia Nacional,
Guillermo Ruiz Polanco, que había sido víctima de presuntas
torturas y malos tratos durante los 10 días que permaneció
incomunicada, en virtud de la legislación antiterrorista española.
Gorostiaga,
tras sufrir este calvario, accedió a firmar una declaración
policial en la que se autoinculpaba del asesinato de José Javier
Mújika, edil de Leiza por Unión del Pueblo Navarro (UPN,
derecha), víctima el 14 de julio del 2001 de un atentado con bomba
lapa, que fue atribuido a la organización armada vasca ETA.
La citada declaración policial fue la única
prueba en que se basó la justicia española para mantener
en prisión a Gorostiaga y a otros tres jóvenes vascos, Mikel
Soto, Aurken Sola y Jorge Txokarro, todos ellos ya en libertad después
de que dos miembros de ETA, que fueron detenidos en Francia, asumieran
el atentado.
En el testimonio que presentó ante el juez, Gorostiaga
hizo un pormenorizado relato de los interrogatorios en las comisarías:
"Cuando llegamos al cuartel de la Guardia Civil de Castellón (que
no pude ver si verdaderamente era el cuartel, lo supuse porque de la cárcel
al pueblo hay unos 10 kilómetros y nos costó poco llegar),
me pusieron contra la pared esposada ante un calendario que me sirvió
para memorizar los tres o cinco días que podía estar con
ellos. Sólo pude ver la cara de la mujer que me cacheó en
la cárcel, al resto no se la vi. Calculo que estaría unas
cuatro horas de pie contra la pared esposada hacia atrás y con las
muñecas adoloridas".
Esa misma noche fue trasladada a Madrid junto con Mikel
Soto, su pareja sentimental, con quien tenía prohibido comunicarse.
Gorostiaga narró en su testimonio que "na-da más llegar me
pusieron un antifaz en los ojos con el que estuve casi todo el tiempo durante
cinco días; no pude ver ninguna habitación del cuartel salvo
el calabozo, el baño, la sala del médico forense y la sala
de la declaración policial. No vi la cara a nadie salvo a los dos
policías que me tomaron declaración y a dos forenses".
Gorostiaga explicó que "la pesadilla" empezó
cuando la trasladaron a una habitación donde le ordenaron que se
desnudara: "Me desnudé de arriba abajo, y como no decía nada,
se enfadaron y se pusieron a gritar como locos, empezaron a hacerme la
bolsa (método de tortura que consiste en cubrir el rostro
de la persona con una bolsa de plástico que provoca la asfixia),
yo estaba sentada en una silla totalmente desnuda, cada vez que rompía
la bolsa me golpeaban fuertemente en la cabeza con la mano abierta y con
periódicos.
"No sé cuantas veces me pusieron la bolsa,
pero yo creo que muchas, escuchaba los gritos de Mikel, lo estaban torturando
mucho, de vez en cuando me hacían gritar para que él me oyese,
y si no gritaba como ellos me decían, me golpeaban más, yo
estaba histérica, eran continuas las amenazas, las humillaciones
y los golpes, empecé a inventarme cosas porque era la única
salida que veía para que aquello parase, me llevaron al calabozo
con un ataque de histeria bastante fuerte. Aquel día me dejaron
tumbarme un rato."
"Intensos interrogatorios"
Gorostiaga recordó que ese día la interrogaron
entre cuatro y cinco veces, en una de esas sesiones asegura que le "chocaron
cables y me pusieron los pies en un balde de agua, pero no llegaron a enchufármelos,
estaba desesperada también".
La joven vasca asegura en su testimonio, que forma parte
de la denuncia presentada ante la justicia para aclarar su detención:
"Me decían que me iban a meter el palo por el culo, me lo llegaron
a rozar, tuve que soportar todo tipo de vejaciones sexuales, que si iba
a tener un hijo de guardia civil, que si les estaba poniendo cachondos,
que Mikel se lo hacía con otras, que si mi cuerpo era no sé
como, se me arrimaban por detrás como si me la fueran a meter (...)
no sé, fueron continuos comentarios, también me amenazaban
con la bañera".
Gorostiaga recordó que a pesar de que se negó
a comer y beber los primeros días por temor de ser "envenenada"
o "drogada", pero después fue obligada a comer un poco: "una manzana
y el chorizo o el jamón de los bocadillos mirando si veía
algo raro dentro y sin ninguna gana. También pensé que si
no comía nada no había quien aguantase aquello, y en el tono
en el que me lo dijeron preferí comer por mi cuenta a que me diesen
de comer a la fuerza con el antifaz y sin ver lo que me daban".
Según señala en su testimonio, el peor día
de su detención fue cuando fue sometida a cuatro "intensos interrogatorios
con descansos muy breves y sin poder dormir ni tumbarme en la cama, salvo
cuando me caía, entonces me dejaban estar sentada en la cama cinco
minutos".
En esa jornada, Gorostiaga reseñó que "estando
totalmente desnuda, me ataron a una silla sujetándome los brazos
con precinto y goma espuma, me colocaron innumerables veces la bolsa, cuando
la rompía me golpeaban en la cabeza y me la volvían a colocar,
me llegaron a poner tres o cuatro bolsas juntas (...) Yo lo único
que quería era desmayarme y perder el conocimiento, pero cuando
estaba a punto, me levantaban un poco la bolsa y otra vez vuelta a empezar.
Me decían, yo creo que para darme fuerzas, aunque no lo lograban,
que era muy fuerte y que estaba aguantando mucho, que poca gente aguantaba
aquello y cantaba todo el mundo, que yo me sabía muy bien el ma-nual
de la tortura, y que quien ha escrito ese manual no ha sido torturado".
Gorostiaga también recuerda que "en cuatro ocasiones
me colocaron los electrodos (por lo menos eso decían ellos), pero
no los llegaron a activar salvo en una ocasión que dijeron que los
activaban pero que no podían aumentar la potencia porque tenían
una máquina nueva que hacía saltar los fusibles. Me hicieron
colocarme dos cables en la espalda mojada y yo solo noté un cosquilleo,
pero la sensación anterior, pensar en los electrodos, fue una pesadilla.
En esas cuatro ocasiones me colocaron cables que parecían ser de
teléfono en los brazos, en el pecho y en la espalda. En una ocasión
me pusieron un aparato redondo en la mano que no supe lo que era".
El testimonio de la joven vasca también destaca
que "en tres ocasiones me pusieron una pistola en la mano. Me dieron a
entender que era la que mató al concejal de Leitza y que estaba
en mis manos tener una acusación por colaboración o por asesinato.
Además me amenazaban muchas veces con que no iba a poder tener hijos
o si los tenía iban a ser de la Guardia Civil".
Gorostiaga, antes de que finalmente accediera a firmar
la declaración policial, explicó que en aquellos momentos
"les dije que me mataran si querían, y me dijeron que ellos no habían
dicho eso. A mí ya me daba igual lo que me hicieran, sólo
quería acabar con todo aquello, no podía más, les
decía que hiciesen lo que quisieran con mi cuerpo, que no tenía
nada para contarles. Lo más duro fue eso, recibir palos sin saber
qué querían escuchar, tenía que estar todo el rato
dándole vueltas a la cabeza pensando en historias inventadas (padres,
contraseñas, cartas, gente). Inventé unas cuatro historias
diferentes, cada vez que creía que aquella era la buena, en el siguiente
interrogatorio empezaban de cero las torturas, me golpeaban más
por mentirosa y más todavía por callarme. Me resultaba muy
difícil inventarme cosas que no había vivido".
En otra sesión de interrogatorios, Gorostiaga recuerda
que la envolvieron "en mantas y cuando estaba sentada me agarraron por
todas partes (esta vez vestida), atada a la silla. Me pusieron al final
tres o cuatro bolsas a la vez, me taparon la nariz y la boca y al final,
a punto del desmayo, me oriné en los pantalones con tanta fuerza
que casi los salpico. Tuve que permanecer el resto de los días con
los pantalones totalmente orinados".
A la 1.30 horas "realicé la primera declaración
ante la policía; yo no podía ver al abogado, en ningún
momento me enseñó el carnet de identificación, hice
la declaración tal como la habíamos preparado, y a continuación
me dejaron dormir. Yo calculo que habría dormido unas cuatro horas,
las únicas en cinco días", según el testimonio de
Ainara Gorostiaga.
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