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México D.F. Martes 30 de marzo de 2004

El gobierno los atribuye por igual a grupos vinculados con Al Qaeda que a opositores

Atentados en Uzbekistán dejan al menos 19 muertos y 30 heridos

Operativo del servicio secreto para detener a extremistas contrarios al presidente Karimov

EU condena "los insensatos actos de violencia" y advierte sobre el riesgo de más ataques

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 29 de marzo. Varios atentados terroristas, el primero realizado por una atacante suicida, sacudieron este lunes Uzbekistán, república centroasiática de la antigua Unión Soviética, colindante con Afganistán, y la cual brindó importante apoyo logístico a Estados Unidos durante su operación bélica contra el régimen talibán, en octubre y noviembre de 2001.

mdf24527Las noticias que al respecto llegan a Moscú son contradictorias por el tradicional carácter dual -férrea censura interna y versiones ajustadas a conveniencia para consumo exterior- de la política de comunicación social de las autoridades uzbekas.

No obstante, datos contrastados vía telefónica con fuentes independientes permiten afirmar que al menos 19 personas murieron y más de 30 fueron heridas como resultado de un mínimo de cuatro explosiones en Tashkent y Bujará, respectivamente la capital y la segunda ciudad en relevancia de ese país clave para la presencia militar de Estados Unidos, a través de la base aérea de Hanabad, en el segmento post-soviético de Asia Central.

El atentado con mayor número de víctimas ocurrió a temprana hora de este lunes, cuando una mujer hizo estallar el cinturón de explosivos que llevaba adherido al cuerpo, en las cercanías del mercado de Chorsy, sitio habitualmente muy concurrido de la parte antigua de Tashkent.

Minutos después, en la misma zona capitalina, dentro de una delegación policial, se escuchó otra explosión y se comenta que en la madrugada pasada hubo por lo menos dos atentados más en Bujará, así como algunos tiroteos en los accesos a la capital uzbeka, bajo redoblada vigilancia desde hace una semana.

Se aplican medidas de vigilancia especial en Tashkent desde que el gobierno uzbeko solicitó a Pakistán, el pasado 23 de marzo, extraditar a los militantes del Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) que cayeron prisioneros los días anteriores durante los combates en la región paquistaní de Waziristán del Sur, cerca de la frontera afgana.

De acuerdo con los reportes más recientes, el "objetivo de alto nivel", supuestamente Ayman al-Zawahri, el número dos en la jerarquía de Al Qaeda, que el ejército de Pakistán creía estar a punto de capturar el 20 de marzo, resultó ser Tahir Yuldashev, el principal dirigente del MIU, quien con varias decenas de sus hombres logró burlar el cerco a través de un túnel, en la aldea de Kalusha, dos días después.

El general paquistaní Mehmud Shah, a cargo de la seguridad en Waziristán del Sur, sostiene que las comunicaciones interceptadas revelan que el líder del MIU estaría gravemente herido.

De ser cierto esto, y no un simple atenuante castrense por haber dejado escapar a Yuldashev, los atentados de este lunes podrían interpretarse como una suerte de despliegue de fuerza de los seguidores del MIU dentro de Uzbekistán, ante la supuesta baja temporal de su líder y la demanda de extradición de los detenidos.

mdf24529La versión oficial

Impedidos de informar con detalles a la población de cualquier suceso capaz de poner en entredicho la estabilidad y los éxitos que suelen asociar con la gestión del presidente Islam Karimov, gobernante inamovible desde 1991, los medios electrónicos uzbekos hicieron hoy una mención tangencial de los atentados.

Hacia afuera, en cambio, las autoridades de Uzbekistán achacaron de inmediato la responsabilidad de los ataques a "grupos extremistas vinculados a Al Qaeda", mientras el vocero de la cancillería, Ilham Zakirov, fue más lejos al afirmar que los atentados "son parte de la misma estrategia desestabilizadora que ocasionó la tragedia en Madrid" el pasado 11 de marzo.

Aunque hasta ahora nadie ha reivindicado los ataques en Tashkent y Bujará, el gobierno uzbeko los atribuye por igual al MIU y a cuanto grupo opositor, desde la clandestinidad, existe en el país, entre otros la filial local de Hizb Ut-Tahrir, el llamado Partido de la Liberación, que oficialmente rechaza la violencia como método de lucha, lo cual ratificó hoy en un comunicado difundido en Londres.

"Como presidente tomaré las medidas necesarias para poner fin a los actos terroristas", prometió Karimov en breve comparecencia ante las cámaras de la televisión uzbeka.

Horas antes, el servicio secreto uzbeko comenzó a realizar numerosas detenciones como parte de un amplio operativo contra los "extremistas" contrarios al gobierno de Karimov.

Algo similar ocurrió después de los atentados de febrero de 1999, cuando cerca de 7 mil opositores fueron encarcelados en el transcurso de los dos siguientes años, según denunciaron en su momento reconocidas organizaciones defensoras de los derechos humanos.

Aliado, a pesar de todo

En el contexto de la cruzada antiterrorista de Estados Unidos, Uzbekistán puso un elevado precio a su calidad de aliado, en términos de apoyo financiero recibido, y consiguió algo invaluable para Karimov: por un tiempo, el suyo dejó de ser calificado como un gobierno que viola los derechos humanos y restringe las libertades.

Hacia principios de este año, superada la etapa de guerra en que el valor estratégico del territorio uzbeko hizo que estadunidenses y europeos cerraran los ojos, el gobierno de Karimov seguía sin mostrarse dispuesto a mejorar la situación de los derechos humanos en su país.

El Departamento de Estado amenazó, el pasado 27 de enero, con recomendar al Congreso estadunidense suspender la ayuda financiera a Uzbekistán, lo que algunos observadores consideraron sólo una forma de presión a la hora de negociar con Karimov una sustantiva extensión del plazo para ocupar la base aérea de Hanabad, acuerdo que aparentemente quedó sellado hace un par de semanas.

Ahora, al margen de quién esté detrás de los atentados, Karimov obtuvo un poderoso argumento para minimizar las críticas foráneas a su gestión autoritaria y volver a recibir, en Estados Unidos y Europa, trato de aliado, a pesar de todo.

Por lo pronto, Estados Unidos condenó enérgicamente "los insensatos actos de violencia" en Uzbekistán, al tiempo que su embajada en Tashkent advertía el riesgo de que los "terroristas estén intentando más ataques".

El vocero del Departamento de Estado, Richard Boucher, subrayó que los ataques "son otro ejemplo de la importancia de una continua cooperación contra quienes no se detienen ante nada para alcanzar sus espurios objetivos", frase que Karimov hubiera querido firmar.

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