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México D.F. Lunes 29 de marzo de 2004
Velada dancístico-delirante, en el rave
de mayor convocatoria en México
El Love Parade convirtió el Monumento a la Revolución
en un monstruo de 200 mil cabezas
JUAN JOSE OLIVARES
La plancha del Monumento a la Revolución y sus
áreas circundantes se transformaron, como a las dos o tres de la
mañana del pasado domingo, en un monstruo de alrededor de 200 mil
cabezas, vivo, danzante-delirante, formado por jóvenes technoheads
amantes del desvelo y la música electrónica, en lo que fue
el festival Love Parade, perteneciente al circuito sonoro Tecnogeist, que
se convierte así, en uno de los raves más concurridos del
mundo.
Las
masas del estruendo, así denominaron los productores a esta nueva
versión de este encuentro pacífico de música y amor,
que al parecer se establece como un festival anual, comúnmente convoca
a gran cantidad de jóvenes capitalinos.
La jornada de los ravers, que terminó con saldo
blanco (no faltaron las riñas leves, decenas de desmayadas por el
cansancio, lesionados por contusiones ocasionadas por objetos lanzados,
detenidos por posesión de mota), se inició a las cuatro de
la tarde del sábado. La cita fue en la glorieta cercana a la estación
Chilpancingo del Metro, donde comenzaron a reunirse algunos cientos de
mancebos ansiosos de escuchar los beats que les indicarían
el camino hacia el lugar del reventón.
Como a las cinco de la tarde aparecieron cuatro tráileres
con diyéis abordo y el estruendoso cuatro cuartos del tecno.
Poco a poco se llenaron de muchachas (os) y comenzaron el camino hacia
su destino final, apoderándose de la avenida Insurgentes. Fue una
procesión escandalosa. Horda que se acrecentaba al ritmo de los
beats. Los negocios cerraban, pero los jóvenes sólo
caminaban, bailaban y gritaban. Un seudo grafitero rayó un negocio,
pero el contingente lo obligó a retirarse del desfile. "Bájate
güey, mejor lárgate a pintar a tu casa", le gritaron.
Majestuoso escenario
Luego de hora y media de andar, los alrededor de siete
mil chavos llegaron -vigilados y auxiliados por un operativo de 50 elementos
de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal-
a un majestuoso escenario enclavado en el monumento, sitio digno del mejor
concierto, que contó con excelente iluminación y audio que,
informaron los productores, fue el mismo que usó Pink Floyd en su
concierto en México.
A
los marchantes los esperaba otra tribu que se deleitaba con los golpeteos
de los diyéis Marvin, Blizz, Avez Axium e Itzone, que allanaban
el sendero para el bacanal de la madrugada. El tiempo transcurría
y el Monumento a la Revolución (que al final terminó como
un muladar), cercado con vallas en todos sus accesos y resguardado por
elementos de seguridad privada en su mayoría, devenía en
gran antro, el cual no dejaba de atiborrarse. Como a la media noche, las
grandes filas para entrar (por una exhaustiva revisión de mochilas
y básculas) denotaban la cantidad de gente que al final llegaría.
Por todas las calles cercanas la turba se movía,
mientras elementos de la Policía Federal Preventiva, Seguridad Pública,
ERUM y Protección Civil, atendían cada uno de sus pasos.
No obstante las revisiones, en el interior se podía conseguir casi
de todo, desde yerba, tachas, aceites y hasta activo, aunque lo que, sin
duda, estimuló a los tecnosos fueron los poderosos beats
emergidos de las tornamesas, en esos momentos de Síntoma, Pete Gawtry,
Pacou, Taylor y Sound Machine.
Este festival, a diferencia de los raves que se realizan
en México, por su carácter gratuito convoca a personajes
de diferentes tendencias y clases sociales. Desde sycho ravers,
dancers
de club, borrachines de esquina, teiboleras, hasta niños
fresas, quienes se unieron hombro con hombro (por falta de espacio) para
degustar el sonido tecno.
Los gritos eufóricos se unían a los sonidos
que surgían de las bocinas
Pasaba la una de la mañana y las agujas en los
discos de Westbam, Corvin Dalek y Klang, anunciaban el clímax de
la catarsis-histeria colectiva de la muchedumbre, que al elevarse el sonido
de las bocinas acrecentaban los decibeles con gritos, que no dejaron descansar
los restos de los héroes de la Revolución que se encuentran
en el histórico inmueble.
Dieron las cuatro de la madrugada, las cinco y nadie se
movía de sus lugares, salvo para abastecerse de chelas y alcohol.
Otros se bajoneaban con comida por los efectos de la mariguana y tomaban
café en los restaurantes de las inmediaciones para recobrar el ánimo,
pero regresaban por el hipnótico ruido surgido de los pinchadiscos
Michael Burin Chrysler (pocos para incitar-excitar a la banda como este
diyéi)
y Vazik.
Eran las seis de la mañana y en cualquier rincón
se miraban algunos muchachos que ya rusheaban, como se dice en el argot
raver cuando se baila en horizontal, o sea, acostado o sin movimiento.
Los más continuaron hasta las ocho de la mañana
del domingo con la euforia del baile y de las rolas de Solar Glaiders y
Obsidiana, que, ya con el rayo de sol a cuestas, los ojos rojos, la cruda
del desvelo y el gusto por la música electrónica, terminaron
por ubicar a este festival como el de mayor convocatoria en la historia
de los raves en nuestro país.
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