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México D.F. Domingo 28 de marzo de 2004

El libro, inverosímil, pese a que maneja muchos datos

La pasión de Cristo y El código Da Vinci explotan dos formas de la fe

ADOLFO CERVANTES ORTIZ

La fe vende, sobre todo si está condimentada con sangre, como demuestran el éxito en taquilla de La pasión de Cristo, película de Mel Gibson, y las altas ventas de El código Da Vinci, libro de Dan Brown (por lo menos 6 millones de ejemplares en el mundo).

Una de las novedades de esa cinta respecto a filmes anteriores es que está hablada en arameo y latín. No obstante, los diálogos de la mayoría de los personajes suenan sin la fluidez que daría a los actores expresarse en su lengua madre, además de que, en el mejor de los casos, sólo unos pocos eruditos entenderán todo sin tener que leer los subtítulos.

Así, puede inferirse que se ha insertado en la obra un elemento de distracción para no fijar de manera permanente la vista en otra de las novedades de la cinta: los litros de sangre que dan un nuevo sabor (más penetrante) a la milenaria historia de Jesús. Es decir, es importante que esos ríos rojos sean vistos, y mucho, pero no al punto de intoxicarse y dudar de ellos.

Esa religiosidad gore es precisamente el principal elemento que ha permitido a Gibson recuperar en unos cuantos días su inversión y obtener de inmediato millonarias ganancias, pues la historia es la misma de siempre, desde que Jesús ruega a su padre alejar el cáliz amargo que le ha destinado hasta que es crucificado, muere y resucita. Sólo que esta vez hay abundantes torturas.

Otras razones de la masiva afluencia a los cines es la aprobación del Papa a la cinta. "Así fue", ha dicho, tras lo cual muchos fieles salen de las salas convencidos de que han visto una obra histórica, no de ficción.

Lo que no aparece por ningún lado es el antisemitismo denunciado por algunos grupos, pero precisamente esas quejas parecen ser otra de las razones del éxito en taquilla del filme.

En tanto, El código Da Vinci se ha convertido en best seller porque resalta otra cara de la fe: la necesidad de creer que todo lo que se diga de Jesús es mentira y que Dios no existe. El libro está lleno de acertijos, algunos complicados, otros muy sencillos, como la expresión Límala asno, cuyo anagrama, La Mona Lisa, descifran casi de inmediato los aficionados a estos juegos, muy socorridos, por ejemplo, en el diario español El País. Esa serie de claves escondidas atrapan y apasionan a la mayoría de lectores.

Por cierto, en la versión en español hay una errata significativa. Evidentemente, debe de ser responsabilidad del traductor. Se trata de la expresión "No verdad lacra iglesias", cuyo anagrama no coincide con el del libro, que dice: "Ve a La Virgen de las rocas". En todo caso, tendría que decir: "Id a La Virgen de las rocas". Pecata minuta, pero importante en un texto en el que se presume de que cada letra tiene un significado vital.

Pero lo principal es el manejo de la fe. Brown niega en el libro la divinidad
de Jesús y sostiene que éste era pareja de María Magdalena, con quien tuvo hijos, cuyos descendientes viven aún en estos días entre los europeos. Afirma que sólo en el siglo IV Jesús fue elevado al rango de Dios, por votación.

Brown plantea que esos descendientes serían el Santo Grial (Sangrial, sangre real), no el cáliz en que Jesús bebió vino durante la última cena. También afirma: "Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces". Las palabras fueron bien escogidas, pues nunca señala que se trate de una historia real, aunque muchos lectores deseen creer que sí. Es una "novela", señala con claridad. En este libro también corre sangre, aunque se note menos que en la cinta de Gibson.

Pero con todos los acertijos y la gran cantidad de datos que maneja, el libro es inverosímil.

Una novela puede tener personajes muertos, como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, y ser verosímil. Lo mismo se puede decir
de Baudolino, de Umberto Eco, pletórica de situaciones, paisajes y personajes fantásticos. No es el caso de El código Da Vinci.

Así, resulta extraño que Televisa haya convocado a un grupo de especialistas para hablar del texto de Brown. La intención, se afirmó, es desentrañar las "verdades y mentiras" del volumen, lo cual en literatura no importa. Esos u otros expertos podrían hacer programas televisivos sobre libros de calidad, como Inquieta compañía, el más reciente de Carlos Fuentes. A menos que se trate de una estrategia de mercado para vender aún más ejemplares de El código...

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