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México D.F. Domingo 28 de marzo de 2004
Rolando Cordera Campos
Slim contra los fantasmas
A parte de la catarata de banalidades que desató en su contra, la conferencia del ingeniero Carlos Slim propició una inopinada declaración del presidente Vicente Fox que sonó a rezongo, más que a intención pedagógica. Para el Presidente, la crítica de Slim no se ubica en el casi inexistente debate sobre la economía nacional y sus dolencias, porque es sabido que las cuentas de las empresas del millonario le han salido bien.
Según nota de Rosa Elvira Vargas, "el mandatario admitió no entender muy bien a qué se refirió (Slim) al expresar que no funciona el modelo económico, pues, las empresas del señor Slim tuvieron un muy importante crecimiento el año pasado. Además se refirió a la Bolsa Mexicana de Valores que, de acuerdo con el mandatario, refleja que el modelo económico sí funciona, pues las empresas han tenido ganancias muy importantes y entre ellas figuran las del señor Slim" (La Jornada, 25/03/04, página 7).
ƑDe qué te quejas Carlos?, pudo haber sido el reclamo privado, en corto, del empresario metido a Presidente al empresario metido a poderoso, pero en vez de ello se optó por otro tobogán mediático del que emerge una visión presidencial sobre el país, su economía y su política, que más allá del inmediato bochorno provoca azoro y preocupación. Para el gobierno, voceado por su jefe, los graves problemas de la economía sólo tienen sentido a través de los resultados de las empresas ganadoras, y si éstos son positivos no hay de qué preocuparse. Todo va, debe ir, viento en popa.
El optimismo del que diario hace gala el Presidente no se compadece con los datos duros que producen las agencias estatales encargadas de documentar el pesimismo necio de la realidad nacional. El INEGI nos advierte de la persistencia del mal empleo y el Banco de México y su gobernador no pierden oportunidad para recordarnos que el crecimiento será mediocre, en el mejor de los casos. Desde fuera, de donde venían las señales de aliento, lo que prevalece es el síndrome de China, que para nosotros poco tiene qué ver con Jane Fonda: lo que se nos transmite es pérdida de espacios en el mercado americano y una constante caída en los índices más socorridos para medir la famosa y esquiva competitividad.
De esa realidad se quiso hablar el martes pasado en el Club de Industriales, más que nada para llamar la atención de los poderosos que se dieron cita ahí para escuchar a Slim y los comentarios del rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Debemos suponer que se quería igualmente invitar a una reflexión mayor a los que gobiernan, pero al mutismo de los directamente responsables de los asuntos económicos lo suplió desde Centro América el botepronto presidencial que sólo revela la indisposición del gobierno para registrar llamadas de atención impertinentes aunque tengan sustento.
No propuso Slim cambiar de "modelo", mucho menos poner en cuestión el "modelo" de Fox. No es modelandia lo que está en cuestión. El ingeniero puso en power point los números centrales de la economía para llevar a su auditorio a concluir que lo que falta es una política económica que poco tiene que ver con la actual situación de las empresas mexicanas y, con ellas, el resto de los mexicanos afectados por el subempleo y el desaliento y la falta de expectativas. De esta presentación, el empresario deriva unas conclusiones que se sostienen en el sentido común, empresarial y plebeyo, pero que por lo visto no resisten el ozono de Los Pinos o de los corredores siempre misteriosos de la Secretaría de Hacienda.
Lo que hay que dejar atrás, propone Slim, es una mitología perniciosa que ve en el déficit fiscal el "Santo Grial" de la buena economía. La salud financiera de un país no puede medirse con cargo a un solo parámetro, mucho menos si éste es un resultado contable mal concebido como lo es el célebre déficit público. De lo que se trata, añade, es de revisar nuestra manera de hacer las cuentas y, sobre todo, de preguntarnos si se puede juntar para esos efectos lo que es una inversión productiva, necesaria y lucrativa, como la que debía hacerse en energía y, en particular, en petróleo y gas, con lo que se llama comúnmente gasto corriente y que tiene que ver con el mantenimiento cotidiano de las tareas elementales de las empresas o los gobiernos.
Aferrarse al mito del déficit "cero", sin revisar esa contabilidad, lleva al sacrificio de las empresas en manos del Estado y aquí sí a entorpecer hasta lo grotesco las posibilidades de recuperar el crecimiento y entrar en una fase de desarrollo alto y sostenido. No se trata de revivir el absurdo debate entre "gastistas" y "austeros" sino de admitir que el país está al borde de acontecimientos sociales que podrían llevarlo a cambios políticos indeseables que los organizadores de la conferencia, con poca imaginación, resumieron bajo el vocablo del populismo.
Slim añadió que con el populismo podría venir un nuevo autoritarismo y a ello opuso su insistencia en el crecimiento con base en la inversión pública y privada, sin renunciar a las ganancias del comercio exterior pero reconociendo que sin una potente fábrica doméstica de consumo y producción, no hay mercado mundial que nos ofrezca estabilidad y progreso económicos. Cosas simples de la vida que algunos empresarios empiezan a reconocer y a tratar de traducir en decisiones públicas que enderecen la nave. Lástima que el timonel oiga otras voces.
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