EN EL CHOPO

Antonio Malacara

El tianguis se pone las pilas

UNA DE LAS prioridades del nuevo comité del Tianguis Cultural del Chopo es sostener las actividades culturales que se realizan sábado a sábado dentro de sus instalaciones. La tarea no es fácil. El primer impedimento a sortear son ellos mismos: no todos los locatarios consideran primordial este tipo de actividades; además, en el interior del mismo comité, no todos tienen claro cómo manejar la situación: algunos creen que al eximir de exigencias a los agremiados van a evitar conflictos; otros, de plano, sólo se interesan en buscar los reflectores para su propio lucimiento. Es difícil, pues, unificar criterios respecto a la forma de ofrecer entretenimiento y cultura sin perder de vista lo mercantil. A pesar de todo, la actual representación espera contextualizar planes en beneficio de la colectividad. En esta semana, por ejemplo, se inició la búsqueda de recursos, acercándose a compañías que pudieran apoyar con publicidad o patrocinios al tianguis; asimismo, integrantes del comité se han sentado a negociar con los comerciantes aledaños al tianguis para mejorar el servicio de limpia y la vigilancia en los alrededores de la calle Aldama. Todo esto sin olvidar cuestiones organizativas para enfrentar situaciones como un eventual cambio de domicilio, traslado que significaría -para los asistentes- iniciar la búsqueda de nuevos puntos de reunión, necesarísimos para después de deambular por entre los puestos.

Las chelerías

UNIDAS A LA existencia del Chopo, para bien o para mal, han estado siempre presentes las chelerías, punto de reunión obligado después del recorrido por los pasillos del tianguis. Las chelerías son -para el que no sepa- lugares en donde se vende cerveza. En estos lúdicos espacios convergen músicos, pintores, vendedores, chavas, chavos, poetas, artesanos y uno que otro malandrín. Allí es posible encontrar, compartiendo mesa, a metaleros, punks, skatos, hip hoperos, rocanroleros, bluseros, hipis, progresivos, rupestres, rastas, roqueros urbanos, bailarinas y artesanos.

EN LAS INMEDIACIONES del tianguis siempre ha existido alguna; unas ya son historia, mientras otras siguen albergando a la fauna antes descrita. La primera chelería en instalarse en Aldama, con la llegada del Chopo, fue la de Conchita, ubicada en el conjunto de edificios conocido como El Glorioso. Era un local estrechísimo, apenas para cuatro mesas de lámina -de esas que prestan las cerveceras-, pero que en pleno jolgorio brindaban, entre apretujones, hasta 40 bebedores. En ese lugar, llegaron a decir salud músicos como El Guadaña, Baudelio, León Vago, Rafael Catana, Lalo Tex, Charly Montana, Rodrigo Levario, El Haragán; quien no faltaba con Conchita cada sábado era José Luis Pluma -director de la revista Conecte- y su equipo de colaboradores: El Oso Munguía, Fabián de los Santos, et al; otros que llegaban a refrescarse después de repartir su propaganda eran los organizadores (de tocadas) Lucifer, Leo Sax, El Dinky, El Avión, y tantos otros.

AL CERRAR ESA chelería, se abrió otra en la esquina de Camelia y Aldama. En este sitio llegaron a echarse sus cheves integrantes de Leprossy, de Síndrome, de La Cruz. Allí estuvo Patricio, de Santa Sabina; Lino y Poncho, de La Lupita; Arturo Huízar, de Luzbel; Chava, de La Castañeda; Antonio Malacara, Alberto Ramos, Paul Medina, Daniel Toscano, y una lista interminable de gente conectada con el rock. En La Fuente -Camelia, entre Aldama y Zaragoza- llegaba también un buen de banda; pero la chelería más gruesa, sin duda, fue el Fondo Monetario -me cai que así se llamaba-, ahí hubo de todo: streep tease, escenas de amor y una cantidad innumerable de ligues y rupturas amorosas. Al ser clausurado este antrito, la banda emigró para diferentes lonchatas y cantinas, como Las Cucarachas y con el Santanero (ambas en el Eje, y ya desaparecidas). Actualmente está la cantina conocida entre los chavos como la de los Datks, lugar en donde ya existe un modo más moderado de beber y de tratar negocios. Pero cada sábado todos buscan un refugio para platicar de los objetos comprados en el tianguis, se muestran discos, playeras, pulseras, películas, carteles y, a veces, hasta La Jornada circula de mesa en mesa.

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