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México D.F. Sábado 27 de marzo de 2004

Sergio Benito Osorio

Pemex o el fracaso de un gobierno conservador

A diferencia de otros países, donde el proyecto social conservador ha sido parte central en la concepción y diseño de sus instituciones contemporáneas, en México, y al menos durante el siglo XX, la derecha ha jugado un papel marginal. Quizá, debido a que la acción social fue avasallada por un régimen autoritario que construyó e impuso una visión exclusiva del proyecto nacional que impidió madurar proyectos alternativos. El hecho es que el primer gobierno que aparece de un partido de derecha, y que hoy administra al país, se muestra desconcertado frente a las instituciones responsables de la intervención económica del Estado: rechaza vincularse a la tradición nacionalista, pero no alcanza a proponer una orientación alternativa viable.

El caso de Petróleos Mexicanos (Pemex) es elocuente. Esta empresa, surgida de la confrontación más intensa del Estado mexicano con el exterior, con poderosas entidades trasnacionales que usufructuaban la principal riqueza natural del país y que fueron expropiadas en beneficio del pueblo se transformó, en la conciencia colectiva de la población, en muestra viviente de la soberanía nacional, en un elemento mítico de la patria. Pemex, instrumento creado para que el Estado monopolice la extracción y transformación de los hidrocarburos, pero sobre todo la renta económica que en forma extraordinaria surge de esas actividades, es, al mismo tiempo, la imagen nítida de lo opuesto a la libertad del mercado; tesis básica del ideario conservador.

El problema se planteó desde el inicio. El candidato Fox sostuvo que no pretendía privatizar esta empresa. Como Presidente los primeros dos años demandó que se debía transformar su régimen fiscal a fin de dotarle con mayores recursos para su desarrollo; posteriormente, y ante las dificultades dentro de su propio gabinete para hacer prosperar su idea, ha tomado distancia y señala que está llevando a cabo una "revolución silenciosa" en alusión a las inversiones de origen privado que alienta en actividades reservadas legalmente como exclusivas para el Estado. Incluso, el presidente Fox ha querido señalar su distancia del significado nacionalista inherente a Pemex no asistiendo, los pasados dos años, a la ceremonia conmemorativa de la expropiación petrolera, sosteniendo actos previos donde da a conocer los resultados anuales de la empresa y donde la vocación administrativa se sobrepone al estadista.

Así, correspondió al secretario de Energía, el pasado 18 de marzo, arremeter contra "los detractores del cambio", contra aquellos "que por concepciones ideológicas erróneas o por mala fe" se oponen a las reformas estructurales; "... ahora soberanía y nacionalismo tienen otro significado porque los problemas de los mexicanos son otros. La soberanía y el nacionalismo no están en riesgo porque México es un país respetado por la comunidad internacional". Con esa formulación el secretario alude a quienes desde muy diversos frentes se han opuesto a la apertura de Pemex a la inversión privada, pero sobre todo a la violación de la legislación vigente mediante los contratos de servicios múltiples, que es el regreso de las trasnacionales a la explotación de los hidrocarburos nacionales y, por esa vía el debilitamiento de Pemex.

Pero más allá de la arenga del secretario Calderón, lo cierto es que aun cuando se han dado condiciones propicias para plantear un modelo alternativo, como es la bonanza de los precios internacionales y el incremento extraordinario de la producción que, en cifras del propio secretario, ha permitido a Pemex realizar ventas por más de 620 mil millones de pesos (se debe recordar que el presupuesto federal asciende a un billón 650 mil millones de pesos) y producir 3.7 millones de barriles por día, 359 mil más que durante la administración pasada; la actual administración no ha podido ofrecer al país un proyecto energético distinto, sustentado en principios diferentes.

Las expresiones del secretario de Energía en la conmemoración del 66 aniversario de la expropiación petrolera constituyen la primera crítica oficial a los principios que dieron origen a la expropiación y al sentido político que ha tenido esta industria desde los años 30. Esta crítica se demoró tres años y es positivo que se haya expresado con claridad porque el gobierno foxista había navegado con un discurso ambivalente. Pero. Ƒahora qué sigue?, Ƒcuál es la propuesta para el desarrollo energético del país?

Los resultados de Pemex dados a conocer, oficialmente, el pasado 18 de marzo sólo refuerzan la estrategia extractiva puesta en marcha por los recientes dos sexenios, sólo que al profundizarse también lo hace sobre los desequilibrios que ponen en riesgo a la empresa: disminución acelerada de reservas, retraso tecnológico, endeudamiento, incremento de las importaciones, desintegración de las cadenas industriales, pérdida de recursos humanos calificados, deformación del sistema de precios nacionales, abandono de la inversión con recursos fiscales y concentración excesiva en Pidiregas, etcétera.

Al avanzar en su cuarto año de gobierno, el presidente Fox y su gabinete, en materia de energía, promueven como estrategia una inversión privada que sólo responde a las garantías y a las condiciones de favor que les ofrece el Estado. Después de la licitación de los primeros contratos de servicios múltiples donde las grandes petroleras se retiraron ante la imposibilidad de incorporar las reservas mexicanas de hidrocarburos como activos en sus libros de contabilidad, la lección ha sido reiterada: o se les deja libremente el control de los recursos naturales o se les mantiene soportando sus deudas con garantía estatal. Bajo esta tesitura cabe preguntar al equipo gobernante: Ƒcuál es la interpretación moderna de soberanía y de proyecto nacional?

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