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México D.F. Viernes 26 de marzo de 2004

Carlos Montemayor/ I

La voz profunda de los escritores indígenas

La Editorial Planeta pondrá a circular en breve La voz profunda, grueso volumen, de unas 400 páginas, que reúne la riqueza de nuestra literatura. Como una primicia para nuestros lectores, ofrecemos las primeras líneas de esta amplia antología de literatura mexicana en lenguas indígenas, en la introducción escrita por el autor de este rescate

En una sociedad como la nuestra, desinteresada en la formación de traductores especializados en lenguas mexicanas, los escritores indígenas se han visto obligados a traducirse a sí mismos. A lo largo de más de 20 años he trabajado con ellos en sus traducciones al español; en ocasiones, reconstruyéndolas a su lado; en otras, haciéndolas de nuevo; en otras más, acordando los mejores términos y ritmos que en español pudiéramos considerar medianamente equivalentes al original de su lengua.

A veces, cuando ellos investigan entre las comunidades, deben transcribir conversaciones o testimonios donde el español y la lengua indígena se intercalan permanentemente y forman una compleja y peculiar unidad; en tales casos resulta imposible hablar de una traducción en términos ortodoxos: la mejor palabra sería reconstrucción.

Con los poetas se presentan otras circunstancias. Algunos son magníficos escritores en español y sus traducciones son inmejorables. Ocurre así con Juan Gregorio Regino, Víctor de la Cruz, Briceida Cuevas Cob y Waldemar Noh Tzec, por ejemplo. En algunos casos trabajé con los poetas para precisar ciertos sentidos y encontrar un ritmo y una expresión más naturales en español; a lo largo de muchos años, en distintos lugares y en diversos momentos, trabajé así con Víctor Terán, Mario Molina Cruz y Alberto Gómez Pérez.

Con Natalio Hernández fue distinto: en algunos de sus poemas conservé sus traducciones; en otros opté por traducir más literalmente, al margen de sus preferencias en español. Mis primeras traducciones de los poemas de Gerardo Can Pat aparecieron en 1993. Desde entonces he vuelto muchas veces a ellas para trabajarlas de nuevo; del poema Kin wilik tin wenel (La veo en mis sueños) presento aquí tal vez la cuarta versión de lo que fue la traducción inicial. En cuanto al poeta totonaco Jun Tiburcio, debo mencionar que modifiqué su traducción española del poema Garras de águila para hacerla más cercana al original totonaco; también la del mismo Jun, Colibrí, para hacer más lógico el discurso.

La tarea de escribir en una lengua indígena y traducir el poema al español produce un fenómeno peculiar: tomar las dos lenguas como el espacio para escribir un solo poema. Por ejemplo, el poeta totonaco Jun Tiburcio titula su poema en español Garras de águila, cuando en el texto totonaco se refiere no a pichagua, águila, sino a xakgalh, zopilote real. Víctor de la Cruz en Chupa si Diidxa' dice en la primera parte ruchehe gu'xhie', ''dispersa el humo", donde el humo (gu'xhu') se supone que proviene del copal; optó por traducir al español ''dispersa el olor a incienso". A veces algunos tratan de mantener o de multiplicar giros ambiguos o misteriosos. Natalio Hernández en Na noquia ni tlacatl (Yo también soy un ser humano) traduce nipia nonemilis, ''mi propia vida", como ''filosofía".

Ahora bien, la mayoría de los idiomas de los poetas aquí antologados son intraducibles desde el punto de vista de su riqueza sonora. La lengua zapoteca y las lenguas mayances están dotadas de alturas tonales y de alargamientos silábicos. Por tanto, las traducciones tienen que concentrarse más en el sentido y en la conformación sintáctica de las lenguas que en su naturaleza musical, más compleja y sinfónica que las lenguas europeas modernas.

Cuando la traducción no es mía, o no he participado directamente en ella, hago constar en todos los casos el nombre del traductor.

Por último, esta antología tiene como antecedente la que publiqué en el Fondo Editorial Tierra Adentro en 1992, en dos tomos, con el título Los escritores indígenas actuales, cuando aún no aparecían los numerosos libros que se publicaron en el transcurso de esa década. A finales de 1998, la Editorial Planeta de México me propuso preparar una nueva edición de aquella antología con los cambios, supresiones o incorporaciones de autores que considerara yo adecuados para nuevos lectores. En ese momento yo estaba por concluir la tercera serie de la colección Letras Mayas Contemporáneas de la Fundación Rockefeller y del Instituto Nacional Indigenista, colección que reunió 50 títulos bilingües de poemas, ensayos, teatro y rezos tradicionales de autores actuales de la península de Yucatán y del estado de Chiapas. Estos libros, publicados entre 1993 y 1999, se distribuyeron en comunidades indígenas a través de la Asociación de Escritores Mayas de Yucatán, la Casa de Cultura de Calkiní, Sna Jtz'Ibajom y la Asociación de Escritores Maya Zoques de San Cristóbal de las Casas. Habían aparecido también los primeros 10 títulos de la colección Letras Indígenas Contemporáneas de la Dirección General de Culturas Populares en una coedición que ayudé a concretar con Editorial Diana.

Preparé, pues, nuevos materiales para enriquecer la antología, modifiqué traducciones, incluí nuevos autores, suprimí algunos que ya no habían seguido escribiendo y entregué una primera versión del manuscrito al cabo de algunos meses, en 1999. Entre los narradores que había agregado se encontraban Enrique Pérez López (tzotzil), Armando Sánchez Gómez (tzeltal), Domingo Gómez Gutiérrez (tzeltal), Ildefonso Maya (náhuatl) y Gabriel Pacheco (huichol). Entre los poetas, agregué a Briceida Cuevas Cob y a Waldemar Noh Tzec (mayas de Campeche) y a Alberto Gómez Pérez (tzotzil). En teatro añadí una obra colectiva del grupo de escritores tzotziles y tzeltales de Sna Jtz'Ibajom, de San Cristóbal de las Casas. Sin embargo, los trabajos editoriales avanzan con múltiples ritmos, a veces aceleradamente, en ocasiones con mucha lentitud. Este último fue el caso de esta antología.

Empero, a lo largo de esos años (y antes) recibí invitaciones de diversas universidades mexicanas, guatemaltecas, estadunidenses y europeas para dar conferencias o seminarios sobre los escritores en lenguas indígenas de México, sobre el conflicto de Chiapas y sobre mis investigaciones acerca de las culturas indígenas, sus movimientos de resistencia y la evolución de la imagen del indio en Nueva España y México.

Algunas de esas invitaciones fueron particularmente importantes para mis trabajos en proceso y para ayudarme a tener una perspectiva más amplia del resurgimiento de la literatura escrita en las lenguas indígenas de México. En la estancia como escritor residente en Bellagio Study and Conference Center, en el Lago de Como, Italia, en 1994, comencé a escribir los ensayos que posteriormente se integraron en los libros Arte y trama en el cuento indígena y Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México. En el Institut des Hautes Études de l'Amérique Latine de la Nouvelle Sorbonne, en París, inicié las tareas de la Cátedra Alfonso Reyes; varias de las conferencias que di de diciembre de 1999 a marzo de 2000 se convirtieron en los planteamientos esenciales del libro que Planeta de México publicó en febrero de 2002: Los pueblos indios de México, hoy.

El Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana de la ciudad de México me otorgó después la beca Rockefeller ''Gramática de la Memoria"; a partir del seminario que impartí con ese motivo pude escribir el libro La literatura actual en las lenguas indígenas de México, que apareció en 2001 con el sello editorial de esa universidad. La otra invitación relevante fue la de Texas Christian University, de Fort Worth. Ahí tuve ocasión de conversar ampliamente con Donald Frischmann, profundo conocedor del teatro campesino e indígena de varias zonas de México.

Donald Frischamnn y yo pensamos en elaborar una antología que pudiera ofrecer a los lectores de lengua inglesa y española un panorama de la actual literatura indígena de México. Nuestro propósito se definió a finales de 2000 y tomamos como base la antología que yo había entregado a Planeta en 1999.

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