Margo Glantz

Atentados en Madrid

Estoy en Barcelona, he vivido grandes acontecimientos. Trataré de concentrarme en ciertos gestos protagónicos, los súbitos cambios de expresión de Aznar (cambios que, por extensión, empiezan a ser visibles en Bush y sus acólitos: Rumsfeld, Rice con el triunfo de Kerry y las declaraciones de Clark); he leído con atención periódicos españoles y europeos, seguí varios canales españoles, además de la BBC, la CNN, la TV 5 francesa.

En febrero el presidente en funciones (así se le designa hoy) aparecía con la cara en alto mientras inauguraba nuevos aeropuertos, carreteras, la primera piedra del trasvase del Ebro, e incitaba a preservar la unidad de España, condenando en bloque al terrorismo; Ana Botella, su esposa, pisaba fuerte con sus finos zapatos de marca dotados de altos tacones no precisamente lejanos, Mariano Rajoy, en una foto del pasado 8 de febrero, alza los brazos, las manos firmemente unidas a las del vicepresidente Rodrigo Rato; amplias sonrisas ratifican su próximo triunfo.

Trillo, ministro de la Defensa, tiene al alcance de la mano monedas de un euro para obsequiar a periodistas que osen preguntarle sobre las armas ofensivas de Saddam Hussein, inútiles a todas luces: el mundo es hoy más libre y feliz sin él, aseveración que sigue reiterando Aznar; Angel Acebes, ministro del Interior, cuya prometedora carrera se ha truncado, marca bien las zetas con su aires de señorito; despeinada, la ministra de Exteriores, Ana Palacio, se desplaza sonriente por el mundo.

Preparada la noche anterior al atentado, la edición de la mañana del 11 de marzo de El País publica en primera plana la foto de un sonriente José Luis Rodríguez Zapatero en campaña y destaca una frase que resultará profética: ''El cambio es diálogo y transparencia. No más mentiras".

A la una de la tarde, simultáneamente en Madrid y Barcelona, una edición extraordinaria del mismo periódico da cuenta de la catástrofe, comunicada desde las primeras horas de la mañana por la radio y la televisión. Aznar y Acebes siguen acusando a ETA y la banda terrorista lo desmiente, Izquierda Unida y el Partido Socialista reclaman ''transparencia" al gobierno. Acebes niega y dictamina: ''No nos lo creemos". Palacio manda un comunicado a los embajadores españoles: ''Deberá vuestra excelencia aprovechar aquellas ocasiones que se le presenten para confirmar la autoría de ETA de estos brutales atentados, ayudando así a disipar cualquier tipo de duda que ciertas partes interesadas puedan querer hacer surgir".

El día del atentado el director de El País recibió una llamada del propio presidente del gobierno confirmando la versión; los titulares del viernes 12 de marzo aclaran que ''Interior investiga la pista de Al Qaeda sin descartar a ETA".

El domingo 14 de marzo se afirma que ''todos los indicios señalan a Al Qaeda". Aznar decreta un día de duelo nacional y una jornada de reflexión. Se oyen gritos en contra del gobierno, se exige transparencia y suena una frase insistente: ''ƑQuién ha sido?" Movilizadas por el correo electrónico y los ''móviles", el sábado en la tarde manifestaciones espontáneas en todas las ciudades de España, que el gobierno achaca al PSOE. Es masiva en Barcelona, salgo a la calle, me mezclo con la gente, me disgusta el ruido de las cacerolas, me recuerdan las concentraciones en contra de Salvador Allende en Chile, aunque aquí obviamente tienen otro significado. Regreso a mi casa, siempre silenciosa: sigue el estruendo.

El lunes 16 de marzo grandes titulares anuncian: ''Zapatero derrota a Rajoy en un vuelco electoral sin precedentes". Aznar aparece lívido y enlazando a medias la mano del candidato que anuncia su derrota. El 17 abordo un taxi, un locutor comenta: ''ƑNo te parece poco viril la manera en que Rajoy y Aznar se han tomado de la mano?''

El rostro descompuesto de Aznar aparece en TV 5 para contestar, mecánico, el 22 de marzo, las duras preguntas del director de noticias. ƑQué se puede hacer contra el terrorismo?, se interrogan los intelectuales? Juan Goytisolo, dice Jean Daniel, odia a ETA, pero le espantan Aznar y Bush...; la idea de que los jefes de Al Qaeda pretendan interferir en los destinos del mundo le resulta insoportable. ''No hay guerra de civilizaciones -reitera Juan- cuando el enemigo no representa ninguna civilización."

Una frase de Máximo, el caricaturista: ''Sin que policías y jueces dejen de cumplir con su deber ni los ejércitos sobredimensionen el suyo".