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México D.F. Jueves 25 de marzo de 2004

Orlando Delgado Selley

ƑQué política económica?

En España, inesperadamente la sociedad decidió asistir a las urnas y echar al gobierno de Aznar. La elección de Rodríguez Zapatero se basó en la convicción de que era necesario elegir un gobierno capaz de garantizar la paz y la democracia. El cambio de gobierno no supone un nuevo proyecto económico. En realidad, el PSOE propuso una acción gubernamental en la economía relativamente similar a la del Partido Popular. En Brasil, como se esperaba, 800 representantes del Partido del Trabajo, incluyendo diputados, gobernadores y un ministro, han exigido cambiar radicalmente la política económica del gobierno del presidente Lula da Silva. Con el lema "Queremos otro Brasil", se busca modificar una política económica monetarista para poner en el centro el "crecimiento económico y social".

En nuestro país, en medio de tormentas políticas provocadas por videograbaciones, uno de los temas centrales para diferenciar a los eventuales candidatos para 2006 es precisamente la oferta económica. Durante los últimos 22 años ha prevalecido la idea que la política económica tiene como objetivo el mantenimiento de los llamados equilibrios fundamentales: un déficit fiscal menor a uno por ciento del producto, inflación anual cercana a 3 por ciento, déficit en la cuenta corriente manejable, cumplimiento del servicio de la deuda interna y externa, particularmente de los pasivos asociados a los programas de "salvamento financiero". Desde entonces, el objetivo de la política económica dejó de ser el crecimiento para priorizar el mantenimiento de esos equilibrios.

Este cambio obedeció al convencimiento de que el mercado y la acción de los agentes económicos provocarían el crecimiento, si el gobierno dejaba de interferir en el funcionamiento económico. Ello, por supuesto, no ha ocurrido, ni ocurrirá. Lo cierto es que para los países de ingresos medios y bajos, los llamados en vías de desarrollo, la vigencia de los equilibrios ha significado reducción del producto per cápita, precarización laboral, concentración del ingreso y, consecuentemente, incremento de la pobreza. Con equilibrios fiscales y en cuenta corriente y reducciones significativas de la inflación, el desempeño económico para la población no ha mejorado.

El surgimiento de gobiernos socialistas o de izquierda, como en su momento el de Jospin en Francia, y el de Schroeder en Alemania, no han alterado las nociones centrales que definen el planteo de política económica. Por el contrario, siguiendo lo que establece el Consenso de Washington, la preocupación central es que el Estado se ocupe de que los equilibrios macroeconómicos fundamentales se garanticen de modo que los mercados puedan actuar libremente. Los costos sociales involucrados serán, según la ortodoxia vigente, recuperados por el crecimiento que vendrá. Los electores no votan por la izquierda buscando que se hagan mejor las cosas, sino por que se hagan cosas diferentes.

La diferencia está en el planteo económico. Los petistas brasileños han señalado que la reducción de la inflación y de las tasas de interés debe mantenerse si no afectan el objetivo del crecimiento. Será pertinente reducir el déficit primario de las finanzas públicas si se puede crecer. Pasa lo mismo en los ajustes de tarifas públicas. Lo que está en juego en Brasil es si la prioridad radica en mejorar las condiciones de vida de la gente o en el mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos. Ello distingue una política económica de izquierda o socialista de una convencional. Por eso los brasileños exigen un cambio de rumbo: la mayor responsabilidad es con la población, no con las variables económicas.

En la eventual discusión que debiera empezar a darse en México, debe partirse de la determinación de las responsabilidades del Estado en el funcionamiento económico. Un planteo de izquierda no puede sostenerse en la misma concepción económica, la del pensamiento único. Es indispensable romper con esa visión para estar en condiciones de proponer un nuevo modelo de acción estatal que, sin regresar a los excesos del pasado reciente, se proponga "más osadía y más iniciativa", como señalan los brasileños, en la búsqueda del crecimiento.

Crecer y crear empleos decentes son objetivos que sólo pueden alcanzarse si se modifican los términos del debate económico y la acción estatal. Para ello hace falta inversión pública en construcción, como los segundos pisos y los distribuidores viales, así como en pensiones para los adultos mayores, pero no son suficientes. Se requiere, además, reconstruir una economía nacional productiva que sea el fundamento de un crecimiento alto y sostenido.

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