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México D.F. Jueves 25 de marzo de 2004

Martí Batres Guadarrama

Yeidckol Polevnsky

En el mar de descomposición política no sería justo englobar a todo dirigente de la sociedad, a todo político, a todo empresario. Efectivamente, los numerosos casos de políticos que violentan la ley o abusan de su poder tienden a desprestigiar el oficio de la política. Como también los aún más numerosos casos de hombres de negocios, banqueros, contratistas sospechosos, que viven a la sombra de la corrupción, no deben llevarnos a pensar que todos los empresarios son iguales.

La lucha política de estos años se entrelaza con tendencias internacionales que homologan patrones de conducta. En todo el mundo, así como en México, el centro del poder va saliendo del círculo del Estado-nación y se traslada a tres grandes ámbitos: el de los poderes internacionales, el del capital financiero y el de los medios de comunicación. Se tiende entonces a tratar de estigmatizar, de satanizar, de desprestigiar la acción política, el servicio público, y la lucha de aquellos que buscan dar nueva presencia a sus luchas nacionales.

Con esas premisas resulta significativa la batalla que en condiciones tan adversas han dado diversos personajes -muchos, por cierto, en nuestro país-: una lucha para hacer de México un proyecto con viabilidad hacia el futuro, con su propia fisonomía, resistiendo el salvaje proceso de disolución que conlleva la globalización. Por eso llama tanto la atención el papel que desempeñó Yeidckol Polevnsky durante dos periodos sucesivos en la presidencia de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra), la cámara empresarial con mayor tradición nacional y hasta nacionalista, representativa de un empresariado medio, generador de empleos, indispensable en la construcción del mercado interno y ligado directamente con la actividad productiva, a diferencia del capital financiero improductivo, destructor del empleo y del mercado.

En medio de un aluvión de presión neoliberal que lleva dos décadas de vuelo, la saliente presidenta de Canacintra posicionó, sin embargo, un discurso, un programa, una propuesta, una identidad. Reclamó a la autoridad federal su distancia respecto del verdadero empresario, de aquel que invierte, arriesga, emprende, y reclamó y luchó contra los procesos de exclusión y oligarquización de la más alta cúpula empresarial del país, resistiendo su persecución y sus sanciones.

Exigió al gobierno federal reorientar su política de compras para dejar de favorecer la importación de insumos por encima del consumo al productor nacional, demandó la construcción de una política industrial, que no aparece por ningún lado en el programa económico que sigue desde hace años el gobierno federal. Demostró que la competitividad de la empresa no solamente es un asunto de los privados y los particulares, sino también de los gobiernos nacionales, que implementan acciones y proyectos de desarrollo que permiten a las empresas competir en el mundo en otras condiciones, poniendo el ejemplo de los países altamente desarrollados que construyen infraestructuras sobre las cuales sus empresas ganan la competencia en el mundo.

Yeidckol Polevnsky reconstruyó un discurso nacionalista desde el empresariado, mas lo hizo con aliento fresco, sin ver hacia atrás, sin caer en el estatismo, pero ubicando muy bien las responsabilidades públicas y privadas en la construcción de nuestra nación.

En medio de una terrible presión Yeidckol fue la única dirigente empresarial que discrepó abiertamente del objetivo de privatizar la industria eléctrica nacional, analizó el tema y demostró que el empresariado mexicano sería uno de los primeros grandes damnificados en dicha privatización, y con una visión que fue más allá de los intereses inmediatos pensó también en el país. Al mismo tiempo hizo propuestas sobre reforma laboral tomando en cuenta no sólo a los empresarios, sino también a los trabajadores de las empresas.

Desde su esfera hizo política de manera diferente y sin renunciar a la interlocución fundamental que debe establecerse con el Ejecutivo federal, construyó cuantas interlocuciones fueran necesarias con partidos de oposición, grupos parlamentarios, organizaciones empresariales, ámbitos universitarios, entre otras.

Mientras otras organizaciones empresariales, como la Coparmex se diri-gían al Poder Legislativo con insultos y denuestos, pretendiendo subordinarlo a sus mezquinos intereses, Yeidckol con Canacintra y algunas otras organizaciones empresariales, como la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México, se acercaron al Congreso, buscaron coincidencias y convergencias, dialogando y razonando.

En los próximos días termina el segundo periodo de Yeidckol al frente de Canacintra. No podrá relegirse nuevamente. Pero sería muy injusto dejar pasar la coyuntura y no reconocer a quien con inteligencia y valentía ha sabido representar a los empresarios, enaltecer a la mujer y reivindicar un nuevo discurso nacionalista en un contexto en el que el vacío de proyecto nacional empieza desde el gobierno federal mismo.

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