México D.F. Miércoles 24 de marzo de 2004
Alejandro Nadal
Un año en Irak
Hace un año las tropas invasoras de la coalición comenzaron su carrera por los bordes del Eufrates y el Tigris. Muy rápidamente tomaron Um Qasr, en el sur, y subieron hasta Basora y Nasiriya. Rodearon las ciudades importantes, sin entrar en ellas, y avanzaron velozmente sobre Bagdad, cortando la retirada a lo que quedaba del ejército de Saddam Hussein. La alianza con la minoría kurda aseguró la captura de Mosul y muy pronto cayó todo el norte. Unas ocho semanas después, Bush, disfrazado de piloto de combate, anunciaba la terminación de la guerra con un absurdo "misión cumplida".
El disfraz grotesco sólo fue superado por la falacia anunciada. No sólo no se cerraba la fase armada del conflicto, sino que la resistencia iraquí tomó el anuncio como la señal para arrancar la verdadera campaña contra el invasor. Entre el inicio de la invasión y el anuncio de Bush pasaron dos meses y murieron 140 soldados estadunidenses. Desde entonces han muerto otros 445 soldados. Los heridos suman 3 mil 343, casi todos de gravedad.
ƑY el pueblo iraquí? Como ése no tiene derecho a salir en televisión, parece que no existe. Pero el grupo inglés independiente Iraq Body Count ha reconstruido de la manera más rigurosa posible y en el terreno de los datos el número de muertes del lado iraquí: alrededor de 6 mil 370 militares y cerca de 7 mil civiles (con un saldo de 2 mil 356 muertos sólo en la batalla de Bagdad).
No nada más continúa la guerra de Irak, sino que el pronóstico es muy malo para los próximos meses, sobre todo a medida que se acerca junio. La mayoría chiíta y Ali Sistani rechazan el remedo de constitución que las fuerzas de ocupación quieren imponer. El ayatola acaba de anunciar que de imponerse ésta el país seguramente se dividiría en varias partes. El riesgo de choques entre sunnitas, chiítas y kurdos se ha intensificado. Así que las fuerzas de ocupación tienen que resolver: Ƒaprobación de la nueva "constitución iraquí" y entrega de la soberanía?; Ƒa quién, a un consejo iraquí espurio y designado por el invasor? Si los estadunidenses creen que pueden hacer eso, habremos confirmado que nunca entendieron las señales de Vietnam.
Los militares estadunidenses saben que la ocupación va a durar mucho tiempo. Y las experiencias de Afganistán y de Kosovo no son nada alentadoras. Afganistán volvió a ocupar su lugar como primer productor de opio en el mundo y las fuerzas del Talibán se han reagrupado (ya han muerto 104 soldados estadunidenses). El poderío de Al Qaeda no deja de sorprender: durante la última semana se llevó a cabo una misteriosa batalla entre sus militantes y tropas paquistaníes, y hasta Pervez Musharraf anunció que el segundo hombre de la organización terrorista estaba rodeado. Cinco días después no hay ni rastro de ese personaje. Quizás sus aliados al interior de los servicios de inteligencia paquistaní lo dejaron escapar.
En el plano económico, más allá de la contribución al déficit fiscal (astronómico) de Estados Unidos, la ocupación ha sido consistente con la ola de escándalos contables del mundo corporativo en Estados Unidos. La empresa Halliburton fue premiada con contratos por más de 2 mil millones de dólares para la "reconstrucción" en Irak, pero de esa cantidad solamente 10 por ciento es para hacer trabajos relacionados con las necesidades de la población del país ocupado. El resto está vinculado con los servicios a las tropas invasoras y a restaurar la red de oleoductos.
El verdadero rostro de Halliburton y su aportación a la "reconstrucción" quedó expuesto cuando se descubrió que estaba haciendo fraude. Según la empresa, hasta diciembre 2003 había servido 21 millones de comidas a las fuerzas de ocupación en 45 lugares distintos de Irak. Pero los mismos auditores del Pentágono descubrieron que lo único que estaba cocinado eran... las cifras. Basta un ejemplo: en julio de 2003 las cuentas de Halliburton decían que se sirvieron 42 mil 42 comidas diarias, pero los auditores encontraron que únicamente fueron 14 mil 53. En total, la sobrefacturación puede haberle costado al gobierno unos 20 millones de dólares. Y eso es lo que se pudo descubrir.
John Kerry ha pedido a Rodríguez Zapatero no retirar las tropas de España. Quizás el virtual candidato demócrata quisiera sacar a las tropas yanquis de Irak, pero para hacerlo necesita ser presidente, y para ello debe decir que sería un error salir en este momento. Tal es el dilema en el que la guerra sumergió a Estados Unidos. Es el dilema de las ocupaciones que no tienen fin: desde Afganistán hasta Kosovo la lección es la misma, y es que resulta difícil salirse. La administración de Bush conocía los términos de este dilema. Quizá Kerry quiere una salida ordenada de Bagdad, pero eso será imposible. La salida de Estados Unidos de Irak no será más ordenada que la retirada de Saigón.
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