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México D.F. Lunes 22 de marzo de 2004

Su trabajo de retratista le valió en GB el título de gran figura creativa del siglo XX

Londres recuerda con dos exposiciones a su celebrado fotógrafo Cecil Beaton

Prácticamente no había personaje, político o artista, que eludiera posar ante su cámara

ROBIN MUIR THE INDEPENDENT

Cecil Beaton no consideró promisorio el inicio de su carrera. Se emocionó cuando un retrato del distinguido Georg Dadie Rylands, duque de Malfy, fue publicado por la revista Vogue en 1924, pero también se sorprendió, porque, como recordaría después, ''era una fotografía ligeramente fuera de foco, parado en una luz subacuática afuera del baño de hombres del ADC Theatre, en Cambridge". Sin embargo, marcó el principio de la brillante carrera de Beaton.

A partir de ese momento y hasta poco antes de su muerte, ocurrida en 1980, fue considerado una de las grandes figuras creativas del siglo XX.

Beaton, quien nació en 1904, era un incansable ilustrador de modas, un caricaturista ingenioso de las costumbres sociales, escritor, estilista y autoridad en gustos; ganó tres Oscares por vestuario y diseño, escribió diarios directos y detallados (a menudo devastadores), fue escenógrafo de fama mundial, escribió obras y adaptaciones teatrales, destacó en el diseño de jardines y fue un horticultor entusiasta. Pero su genio radica en la fotografía de moda y retratos.

Todo personaje importante posó para Beaton (de Picasso a Edward VII, de Augustus John a Keith Richards, de Winston Churchill a Rudolph Nureyev, de Coco Chanel a David Hockney, de Fred Astaire a Andy Warhol). Convenció con halagos a su amigo lord Mountbatten, el último virrey de India y ex comandante de las fuerzas aliadas para el sureste de Asia, de acostarse junto a él en un diván para fotografiar su reflejo en un techo de espejos, y persuadió a la recalcitrante Greta Garbo de posar en una sesión épica.

Esta carrera de amplio rango, por la cual fue ordenado caballero en 1972, perdió ímpetu sólo cuando, dos años después, un derrame cerebral lo debilitó y le imposibilitó hacer muchas cosas. Su fantástica memoria para los nombres comenzó a deteriorarse, pero con el tiempo se recuperó lo suficiente para aprender a pintar y escribir con la mano izquierda y fotografiar las colecciones de moda para la Vogue francesa.

Un fotógrafo muy inglés

Lamentablemente, el retrato del duque de Malfy, con el que comenzó su meteórica carrera, está perdido, pero el autorretrato con Mountbatten se exhibirá en la casa Sotheby's de Londres la próxima semana. La conservación de la mayoría de las impresiones realizadas por Beaton (con sus negativos en perfectas condiciones) se debe a la casa de subastas y a su experto encargado de fotografías, Philippe Garner.

Después de un derrame cerebral, Beaton se preocupó por la seguridad financiera, y en 1976 inició negociaciones con Garner, quien en un paso sin precedente para una casa de subastas adquirió el archivo del fotógrafo.

En los años 20 Beaton dejó Cambridge sin obtener ningún grado académico, y trabajó en el negocio de su padre durante apenas ocho días. Después aprendió el oficio de fotógrafo en el estudio de Paul Tanqueray, hasta que Vogue lo contrató regularmente en 1927.

Hasta la llegada de Beaton, las revistas de moda, Vogue en particular, importaban fotógrafos de Estados Unidos. Beaton fue el fotógrafo al que la revista podía llamar '''suyo''.

Bajo la influencia de su personalidad teatral desarrolló un estilo fotográfico vívido (y personal): ''Mis fotografías son cada vez más rococó y surrealistas'', decía.

Hoy Beaton es reconocido por esas fotografías y por los trajes ganadores de los Oscares de las películas My fair lady y Gigi. Pero antes de la Segunda Guerra Mundial, Hollywood ignoraba al fotógrafo, y después ocurrió un infortunado incidente que pudo haberlo destruido con facilidad. El escándalo hizo erupción el 24 de enero de 1938 por una ilustración realizada por Beaton para la Vogue de Estados Unidos. Apenas perceptible sin lupa, estaba la frase ''El baile del señor M. Andrew en El Morocco trajo a los malditos kikes (judíos) a la ciudad".

La tormenta de indignación comenzó. Durante días las acusaciones de antisemitismo no disminuían, y los reporteros llenaban la entrada de la casa de Beaton, quien hizo muy poco para acabar con la situación. Poco después fue convocado a la residencia del conde Nast, el dueño de Vogue, donde se le pidió la renuncia.

Las cosas empeoraron: sus artículos fueron acortados, sus fotos tiradas y, de regreso a Londres, no pudo diseñar el vestuario de la obra Enrique IV, producida por Orson Welles. El escándalo continuó después de la guerra, y en los años 60 Beaton no era bienvenido en Hollywood.

La guerra probablemente salvó la reputación de Beaton. Como fotógrafo asignado al Ministerio de Información tuvo la oportunidad de promover los esfuerzos británicos en la guerra, pero eso lo cansó y lo dejó con poco apetito por la moda. Discutió con el editor de la Vogue británica y en 1955 terminó su contrato. Pero Beaton continuó con su éxito en todas partes y pasó poco tiempo antes de que la revista le diera de nuevo la bienvenida.

En los años 60 tuvo un renacimiento y se hizo amigo de figuras como David Hockney, Mick Jagger y David Baley; inclusive después de su muerte su influencia ha continuado e inspirado a fotógrafos. Todos encuentran en Beaton un enlace a una época de elegancia, que ya desapareció.

La exhibición del archivo de Beaton comienza el martes próximo en Sotheby's, mientras en la National Portrait Gallery de Londres se presenta desde este jueves la muestra Retratos.

© The Independent

Traducción: Ericka Montaño

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