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México D.F. Lunes 22 de marzo de 2004
APRENDER A MORIR
Hernán González G.
Después de la pesadilla
ALGUNOS LECTORES HAN externado su parecer con respecto a los atentados terroristas del pasado 11 de marzo en Madrid, y preguntan cómo entender tamaña atrocidad y si ésta puede tener algún sentido para los deudos de las víctimas y para los sobrevivientes de las explosiones.
CUANDO EN UN programa periodístico le preguntaron al cantante y actor español Miguel Bosé su opinión con respecto a los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001, sin asomo de duda respondió: "no se lo merecían, pero se lo ganaron", dando a entender que hay formas de terrorismo que son efecto y no causa, respuesta y no agresión inicial, por injustificable y brutal que resulte un acto.
DE ENTRADA, UNA definición aparentemente fuera de lugar pero de una verdad aplastante a pesar de su negro humor: "La muerte es algo que nos contagia nuestra madre en la sala de partos". Desde luego no recae en las madres la responsabilidad final de nuestra condición de mortales, sino en el ignoto diseño de esa condición por la que sólo muere quien previamente ha nacido. Cómo y cuándo sobrevendrá la muerte de cada uno se vuelve no sólo impredecible, sino circunstancial.
DE AHI LA exigencia racional, espiritual y moral de vivir cada día de nuestra vida como si fuera el único, sin absolutizar el presente, pero sin desgastarnos en lo que ya fue o en lo que aún no es. Centrar nuestra vida, cada día, en aquello que realmente importa para nuestra evolución, es una manera más lúcida de utilizar esa condición de mortales como motivación y no como temor enajenante.
AHORA, ƑCUANTOS DE los que mueren, ya sea de muerte natural o en atentados terroristas, imaginan que ese será su último día? Quizás aquellos que a lo largo de su vida han hecho contacto con su ser interior experimenten en el transcurso de esas horas previas una sensación inusual, una especie de precognición inexplicable pero presente.
LA IMPREPARACION ANTE lo inesperado, la destrucción criminal y colectiva de los cuerpos, hacen aún más dolorosa la pérdida para los deudos y complican la elaboración del duelo. Pero sólo a partir de la aceptación de lo inaceptable es que se puede empezar a superar esa pérdida, más cruel, más injusta y más indignante que "las otras", pero igualmente superable como desafío existencial para el que se queda, desposeído además violentamente de lo que creía tener. Preguntarse "para qué esta tragedia en mi vida", en lugar del infructuoso "por qué a mí y a uno de los míos".
EN TODO CASO, no darle más poder a los asesinos para seguir reproduciendo la muerte, ahora en los que perdieron a sus seres queridos, con resentimientos, culpas o remordimientos, todo inútil para traer a quien ya se ha ido, o en aquellos que lograron sobrevivir, cuyo destino, a diferencia de otros, no terminó en ese atentado y que, tal vez, comiencen a aprender a vivir cada día del resto de su vida como si fuera el único. [email protected]
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