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México D.F. Lunes 22 de marzo de 2004
Noche de cordialidad
AGUSTIN SALGADO
Noche de fiesta en el primer cuadro de la ciudad. El equinoccio
convirtió al Centro Histórico en el espacio idóneo
para el festejo de miles de capitalinos. Goce en vía pública
que contagió a todos, incluso a los más huraños.
Desde antes de las 9 de la noche, los asistentes hicieron
palpitar las calles de la otrora Ciudad de los Palacios. No hubo
lugar a la desesperanza, y quien asistió a la Noche de Primavera
descubrió un aspecto en ocasiones olvidado de la ciudad.
Había que comenzar en la Alameda y finalizar en
la Plaza de la Constitución.
Primero un danzón. Decenas de parejas se apropiaron
del Kiosco y, libres de inhibiciones, disfrutaron de la música y
de la cercanía del otro.
''Tenía tiempo de no bailar, nunca he sido muy
buena para ello, pero a mi esposo le encanta tenerme cerca. Venimos a estar
juntos el uno del otro, a bailar un danzón, y de aquí no
nos vamos hasta que ambos estamos completamente satisfechos'', dijo Andrea,
de 53 años, durante el descanso que otorgó a su pareja.
Pero los trasnochados no sólo bailaron, también
gozaron con el baile de otros. En la Plaza Tolsá observaron danzas
bolivianas, españolas y brasileñas. La más aplaudida
fue la batucada: los contoneos de los artistas provocaron que los
espectadores comenzaran a zarandearse, al principio con timidez, después
con desfachatez.
La fuente de la Plaza Juárez, los palacios de Bellas
Artes, de Correos, de Minería, la Casa de los Azulejos, el callejón
de la Duquesa Job, el templo de la Profesa y el atrio de San Francisco
fueron el escenario del festejo y búsqueda de placer de los capitalinos.
Espectáculo aparte, los zanqueros recorrieron con
su andar desgarbado las calles adoquinadas. En Madero, a la altura del
Palacio de Iturbide, un niño de siete años se paralizó
mientras avanzaba la caravana. Con risa chimuela, se fijó en cada
actor, y hasta que el último de ellos paso ante él, lanzó
un alarido y comenzó a aplaudir.
''No había visto algo así, esto sí
es una verbena. Da gusto ver a la gente reír, abrazarse, besarse.
Te sientes parte de algo, descubres un centro ajeno a los comerciantes
ambulantes y las manifestaciones políticas. No me había dado
cuenta de lo majestuoso de la Plaza Tolsá, no sabía la historia
de la casa de los Azulejos, y creo esta es la forma idónea para
redescubrir el centro. Cientos de veces había venido, pero ahora
es diferente", explicó Julieta, quien cursa la carrera de derecho
en la UNAM.
Más alejadas del bullicio primaveral, en la calle
de Donceles, las librerías de viejo abrieron sus puertas durante
toda la noche. Antes de la muda de sábado a domingo, coincidieron
en una de ellas un clérigo, quien compró un libro de derecho
canónico, y un hombre de unos 37 años, quien por 2 mil 500
pesos adquirió un facsímil de la primera edición del
libro que, con motivo de las fiestas del centenario de la Independencia,
el entonces presidente Porfirio Díaz mandó a hacer.
Al final de la travesía, el Zócalo capitalino:
punto neurálgico del país, que por una noche se convirtió
en lugar de goce y disfrute. Equinoccio festejado hasta las seis de la
mañana, donde no hubo lugar para huraños, y que de acuerdo
con la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal
dejó saldo blanco.
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