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México D.F. Lunes 22 de marzo de 2004
Bernardo Bolaños
Elecciones regionales en Francia
Al tiempo que en México se anuncia la discusión de la reforma electoral, Francia ensayó por primera vez, este domingo, las nuevas reglas para las elecciones regionales, aprobadas a raíz de los traumáticos resultados de los comicios presidenciales del 21 de abril de 2002. Como se recordará, en aquella fecha el candidato de extrema derecha, Jean-Marie Le Pen, había obtenido el segundo lugar en las elecciones, dejando a un lado a quien era primer ministro, Lionel Jospin, y a su coalición de "izquierda plural" (socialista-verde-comunista).
Aprobada en abril de 2003, la nueva ley electoral establece la paridad de géneros en las listas proporcionales, así como una cláusula de gobernabilidad que otorga 25 por ciento adicional a la lista de candidatos ganadora (en el segundo turno o que haya triunfado desde el primero con mayoría absoluta). Esta última sobre-representación tiene como objetivo asegurar una mayoría estable y cómoda en cada una de las 26 regiones (siendo Francia un Estado centralizado, sin entidades federativas, las regiones permiten cierta descentralización política y administrativa). Otra medida de la ley de abril de 2003 es que el voto en las regiones y para las diputaciones europeas se efectúe en dos turnos, como a escala nacional, de modo que el domingo 28 de marzo se llevará a cabo la segunda vuelta. Solamente los partidos que este domingo obtuvieron en cada región 10 por ciento o más del sufragio podrán pasar a la segunda vuelta. Se busca, con esta medida, permitir una pluralidad de opciones y matices ideológicos en el primer turno y, al mismo tiempo, reducir la probabilidad de que alguna fuerza minoritaria pueda imponerse en el segundo por la dispersión de los grupos mayoritarios. La llamada "izquierda parlamentaria" francesa se presentó dividida durante la primera vuelta: el Partido Socialista, el Partido Verde, el Partido Comunista y el Partido Radical de Izquierda. Por su parte, la "derecha parlamentaria" acudió escindida en dos fuerzas: el partido en el poder (la Unión por un Movimiento Popular) y el partido de centro-derecha (Unión por la Democracia Francesa). Fuera de este espectro se encuentran los partidos trotskistas y la extrema derecha. Pero la reforma electoral no impedirá que esta última vaya a participar ampliamente en la segunda vuelta. Por ejemplo, en la región que comprende la Costa Azul y Provence, el extremista Frente Nacional de Le Pen obtuvo este domingo aproximadamente el mismo número de votos que el partido en el gobierno.
La característica principal de la elección fue el crecimiento de la izquierda en 4 por ciento (tendencia que se vio favorecida por el triunfo del socialista Rodríguez Zapatero en España y por las drásticas medidas de ajuste de la actual administración). Dicho resultado podría modificarse en la segunda vuelta, pero ya es interpretado como un voto de castigo al gobierno de derecha-liberal de Jean-Pierre Raffarin. Paradójicamente, las campañas "regionales" estuvieron marcadas por la omnipresencia de las figuras políticas nacionales francesas. En este país, la acumulación de cargos no sólo está permitida, sino que es un rasgo característico del sistema político. Ministros y dirigentes partidistas nacionales cultivan una base electoral regional y conservan cargos de representación popular locales, como espacio de poder y de retaguardia, en caso de un fracaso nacional. Así, por ejemplo, el vocero del gobierno, Jean-François Copé, fue también candidato de su partido para dirigir la región metropolitana que comprende París y sus alrededores. Otros aspirantes fueron el expresidente Valerie Giscard d'Estaing; la rubia regordeta Marine Le Pen, hija del líder histórico de la ultraderecha; la diputada europea y líder trotskista Arlette Laguiller y la exministra y diputada socialista Sogolène Royal, entre otros.
En los últimos años, socialistas y representantes de la derecha francesa se han puesto de acuerdo en diversas ocasiones para reformar a fondo las reglas del juego político. En 2001 decidieron sincronizar los periodos del Presidente de la República con los de la asamblea, y redujeron el septenio presidencial a un quinquenio. Pero las nuevas instituciones muestran sus propios efectos secundarios. Con la generalización de la segunda vuelta a todas las elecciones, el pragmatismo de las alianzas aparece inmediatamente después de agrios enfrentamientos durante las campañas. Así, si el 23 de febrero el secretario de Educación y candidato por la UMP, Xavier Darcos, calificó a su contrincante de la UDF, Veronique Fayer, de ser una "mujer adúltera", a partir de este domingo los dos partidos de derecha ya están reconciliados y aparecen en los debates brazo con brazo, para enfrentar a la izquierda el próximo domingo. Es la sangre fría de los políticos profesionales.
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