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México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004
Hordas de fans de entre 15 y 35 años
colmaron el Palacio de los Deportes la noche del viernes
Con sólo 75 minutos de concierto, The Strokes
conmovieron al público
El vocalista Julian Casablancas agradeció con
la frase we really love you! la nutrida asistencia Para algunos,
son sólo un refrito; para otros, sus héroes generacionales
PATRICIA PEÑALOZAESPECIAL
Más conmovidos que en su primera actuación
en México (2001), quizá al ver multiplicada su audiencia,
The Strokes correspondieron dándole más macizo a su neogarage,
aunque sólo durante hora y cuarto, la noche del viernes en el Palacio
de los Deportes, donde su frugal pero atrayente vocalista Julián
Casablancas mutó su "you fuckin' rock" de aquellos días por
un sentido: "We really love you!" (¡de veras los amamos!)
Gente
de entre 15 y 35 años acudió al llamado del quinteto neoyorquino
que desde el 2000 mueve cuerpecitos y corazones gracias a que, en medio
de un maremágnum de propuestas de plástico y de un momento
dominado por el electrónico, irrumpieron para recordarle a las nuevas
generaciones que era posible volver a creer en el rocanrol.
A tres años, el pasmo ya no fue tan sorprendente,
pues al comenzar el siglo con esta ola vintage-reciente, no sólo
se volvieron a desempolvar los discos viejos sino que tropeles de bandas
vienen emulando (unos con dignidad, otros no) los clásicos setenta-ochenteros,
de modo que nos hallaron ya con ese sonido recuperado. Aun así,
los más jóvenes sintieron a The Strokes como una experiencia
nueva. Extasiados, copiando sus vestimentas, coreando las rolas
de sus dos únicos discos, aventando cerveza sobre las cabezas, los
menores de 20 (el grueso) se entregaron a un grupo que para muchos es sólo
un refrito, aunque para ellos sean sus héroes generacionales.
''...sorry, but this is última canción''
Tras una aburrida sesión del telonero grupo sueco
The Sound (mucha pose, poco rocanrol y mucho menos corazón), a las
21:45 salieron los estroques; el griterío rebosó al
domo de cobre. Ahora choteado (cuando aparecieron lucía maravillosamente
fuera de moda), su look sigue intacto: pelos puercos e hirsutos,
saco sobre playera y jeans cortitos, contrastando con la voz rasposa, grave
y elegante de Julian Casablancas.
Iniciaron con Automatic stop, del Room on fire
(2003), ¡y el desafore! Ahora no hubo slam ni cuerpos voladores,
sólo saltos infinitos y brazos elevados. Mas su música no
sigue intacta: tocan mejor, depurando su estilo simple, que suena a fácil
aunque no lo sea: tienen gran tino melódico y creativas estructuras
y secuencias armónicas. Y como no han perdido suelo a pesar de sus
ventas millonarias, su actitud parca, autista, aunque mucho más
entregada, llevó a sentir que a pesar de las magnas dimensiones
nos hallábamos en un recinto pequeño, donde la oligofrenia
expresiva no es necesaria si es que suena un preciso y bien ensamblado
neo-garage punk-popeado de estilo bien definido.
Viene I can't win, y luego luego el hit reciente
12:51 (aunque todas suenan a éxitos pegadores). El tono sube
con The modern age, de su debut This is it (2000). Los corazones
están agitados sin tener una pizca de melcocha, pues los oscuros
tonos de las guitarras de Albert Hammond Jr. y Nick Valensi, melancólicos
se mezclan con una especie de alegría sin sonrisa, como de generación
Z, ya sin ironía. La poderosa bataca de Fabrizio Moretti
se descuadra un poquito al lado del más freak, el bajista
Nikolai Fraiture, pero se recupera como centro y motor. Es su espontaneidad
lo que les da ese aire cercano, real, a pesar de que algunos los desprecien
por ser niños bien.
Los requintos de Valensi se recrudecen y estallan con
Hard to explain, muy Iggy-popera. Casablancas dice "gracias" en
español y "God bless you!" (Dios los bendiga). El éxtasis
desciende con What ever happened? mas regresa con New York City
Cops, más lenta que en grabación y con más groove
(¿cabe el groove en el punk? Ellos lo logran).
Tocan hacia adentro, sin buscar agradar ni pretender nada,
y justo así logran comunión con la gente. Meet me in the
bathroom recuerda a Like a virgin, de Madonna; se avientan Clampdown
de The Clash... pero nadie la reconoce ni la baila. De pronto recuerdan,
con sus machacantes rasgueos, a los Ramones, en versión más
romántica. Belleza mini-progre con The end has no end, euforia
con Some day. Clímax total con Reptilia, su actual
sencillo: los estrobos explotan a la par de unas diez mil gargantas, desde
la plancha central o desde las pocas gradas disponibles. Sensibilidad con
Under control, tipo balada de los años 60, Alone together
y Trying your luck, para casi cerrar apoteósicos con Last
night. Casablancas dice para despedirse: "Mexico, you're great. And
sorry, but this is última canción" (México, eres maravilloso;
lo sentimos, pero es la...). Explotan con Take it or leave it mientras
el vocalista se avienta al público: entre la masa se pierde, casi
lo desbaratan, sus guaruras lo cuidan, mas no deja de cantar. Hammond se
aloca rumbo a la bataca de Moretti y éste vuelca sobre el
tinglado su instrumento.
Al salir, varios encuestados se quejan de lo escaso; aunque
tal vez, dado su estilo machacador, un toquín más
largo sería cansado. Jorge, de 18 años, dice: "Fue muy energético.
Estoy emocionado". Germán, de 19: "Me gustaría que se comunicaran
más con la gente, como Coldplay". Martin, un alemán, dice:
"It was great rocanrol!" Mariana, de 23: "Están cabrones". Fedro,
de 28: "¡Estoy orgasmeado! No son fusiles, saben nivelar sus influencias
y lograr un sonido propio". Javier, de 33: "Son retro, pero con toques
modernos. Si no sonaran actuales, no se identificarían con ellos
tantos chavitos".
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