México D.F. Domingo 21 de marzo de 2004
Para pagar deuda que el instituto heredó
del Fobaproa, 136,215 millones de pesos
En cuatro años se han destinado al IPAB recursos
fiscales por $193,510 millones
En 2003 el Congreso le autorizó 4 mil 532 millones
y éste solicitó 2 mil 188 millones más
ROBERTO GARDUÑO
Los informes de finanzas públicas y los presupuestos
de egresos de la Federación de los pasados cuatro años revelan
que se han destinado recursos fiscales al Instituto de Protección
al Ahorro Bancario (IPAB) por 193 mil 510 millones de pesos. De esa cifra,
136 mil 215 millones han servido para pagar la deuda que el instituto heredó
del Fobaproa y del fracasado rescate bancario; el resto, 57 mil 295 millones,
se han inyectado a los programas de apoyo a deudores.
En este último rubro el costo fiscal estimado por
las autoridades de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
en el año 2000 fue de poco más de 17 mil millones de pesos
que deberían ser solventados en un plazo de cinco años; no
obstante, e inexplicablemente a la fecha ya se han destinado más
de 57 mil millones de pesos, al grado que en el Presupuesto de Egresos
de la Federación 2004 se registró un incremento de 6 mil
645.1 millones de pesos.
Entre
las incongruencias detectadas en el ejercicio fiscal de 2003 se encuentra
documentada la siguiente: el IPAB registró como pasivo (deuda) originada
por el programa de apoyo a deudores 4 mil 532 millones de pesos; sin embargo,
solicitó recursos a la Cámara de Diputados, vía el
Presupuesto de Egresos, una partida por 6 mil 720 millones de pesos. Es
decir, 2 mil 188 millones de pesos más.
Lo mismo ocurrió en 2002 cuando reportó
un pasivo por el concepto referido calculado en 4 mil 788 millones de pesos
y solicitó recursos presupuestarios para este programa por 16 mil
884.5 millones de pesos. Destaca que para 2004 la deuda del IPAB por el
rubro en cuestión será de 4 mil 300 millones de pesos y en
presupuesto de egresos se asignaron al programa de apoyo a deudores de
la banca 13 mil 365 millones de pesos.
Los programas de apoyo a deudores prácticamente
concluyeron en 2000 con el programa Punto Final, y a la fecha no existe
una argumentación que explique el incremento registrado a la fecha.
La diputada del PRD Minerva Hernández manifestó
que ante el inexplicable manejo de recursos públicos, "la información
disponible hasta el momento sugeriría que durante 2003 se pudieron
haber incluido restructuras y quitas a ciertos grupos de deudores sin el
conocimiento público. Además, tanto la venta de activos realizada
por el IPAB como la recuperación de cartera han sido muy inferiores
a lo programado originalmente; de hecho, se estima que por cada peso en
posibilidad de recuperar, el IPAB sólo obtiene 15 centavos".
En 1995 tras estallar la crisis financiera, las autoridades
hacendarias utilizaron el Fobaproa como instrumento para iniciar el rescate
bancario. Se respaldaron los depósitos de los ahorradores y se salvaguardó
el acuerdo presidencial del 5 de septiembre de 1990, que manifestaba que
la banca debería quedar en manos de mexicanos.
Por el contrario, en el informe del auditor Michael Mackey
se especificó que el Fobaproa no fue un instrumento diseñado
para rescatar bancos ni tenía los recursos necesarios para enfrentar
una crisis de tal magnitud. Esto originó que desde su inicio no
se contara con un mecanismo eficiente para sostener el rescate bancario.
De tal forma, el Fobaproa diseñó programas
de apoyo a los deudores y a los bancos. Del primero se desprenden los de
apoyo para los deudores de la banca, acuerdo para el financiamiento del
sector agropecuario y pesquero, apoyo financiero y fomento a la micro,
pequeña y mediana empresa; beneficios adicionales a los deudores
de créditos para vivienda; apoyo para deudores de créditos
de vivienda, y beneficios adicionales a la planta productiva y Punto Final.
Estos programas disminuyeron el servicio de la deuda mas
no el saldo, lo anterior provocó que dada la situación económica
del país, los deudores tampoco pudiesen cumplir con sus obligaciones.
Por ejemplo con la introducción de las unidades de inversión
(Udi) el problema se agravó porque la deuda, al quedar denominada
en Udi, se indizó a la inflación, lo que no ha sucedido con
el ingreso de las personas, de esta manera las deudas se actualizaron a
su valor real y los ingresos decrecieron en términos reales.
El informe Mackey señaló en su momento que
el costo fiscal de esos programas hubiese sido menor si estos apoyos se
hubieran entregado a los deudores de manera directa y no por medio de las
instituciones bancarias.
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