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México D.F. Sábado 20 de marzo de 2004
La obra, escrita hace 20 años por Tomás
Espinosa, se presenta en el Salón México
Las Nictálopes busca recuperar el glamoroso
cabaret mexicano
En el montaje tiene cabida la danza, la música,
el canto, el circo y las artes audiovisuales, entre otras disciplinas
Su mensaje es un canto en favor de la tolerancia
MARIANA NORANDI ESPECIAL
En un momento político de doble moral, donde el
gobierno federal coquetea con la Iglesia y las autoridades capitalinas
rechazan la ley de convivencia, surge la obra Nictálopes,
la cual representa un canto en favor de la tolerancia. Escrita en 1982
por Tomás Espinosa (1947-1992), no es la primera vez que se representa
pero, en esta ocasión, viene arropada por un montaje multidisciplinario
que pretende evocar, y recuperar, el glamoroso cabaret mexicano que tanto
definió la vida nocturna de esta ciudad hace ya bastantes años.
Este espectáculo, que dirige el regiomontano Otto Minera, se lleva
a cabo en uno de los espacios más emblemáticos de la noche
capitalina en las décadas de los 40 y 50: el Salón México.
La
obra narra la historia de Serafina (Margarita Sanz) y Refugio (Angeles
Marín), dos hermanas beatas que son encomendadas por un ángel
para salvar el mundo del pecado. Para ello se dirigen una noche al centro
neurálgico del mal, el Hotel Garage Afrodita, de la ciudad de México.
Por el camino se encuentran con los más diversos personajes nocturnos
que habitan la capital y ante los cuales, estas dos hermanas deben combatir
sin caer en la tentación del pecado.
Toda la historia está representada mediante varias
disciplinas que engloban la danza, la actuación, la música,
las artes circenses y audiovisuales, el canto y el diseño escenográfico.
El peso de la obra, a nivel dramático, cae sobre las dos actrices
principales, pero existe toda una serie de personajes que son interpretados
por siete actores, seis acróbatas y un cuerpo de danza de ocho bailarines
coreografiados por José Rivera, director de la Compañía
Gay de Danza Contemporánea La Cebra.
La escenografía, de Mónica Raya, representa
un hotel garage de dos plantas, donde los personajes salen y entran por
sus puertas. Una de sus entradas es una cortina de tiras de hule en donde
se proyectan imágenes que enmarcan las diferentes escenas citadinas.
Desde las alturas acceden más personajes representados por diferentes
acróbatas, como una araña que se alimenta de hombres, unas
hadas vestidas de novia o un acróbata con aires de Don Juan que
embaraza con su saliva. La puesta en escena, llena de un humor ácido
y autocrítico, se desarrolla dentro de un lenguaje metafórico
y onírico que recuerda, en muchos momentos, a Pedro Páramo,
de Juan Rulfo.
Aunque Tomás Espinosa se definía como un
hombre apolítico, en este montaje existen varias referencias a la
actual política mexicana cargadas de sarcasmo. Y, de manera especial,
una de las escenas evoca el impune y desolador panorama de las mujeres
asesinadas en Ciudad Juárez. Ante el abuso y descuartizamiento de
una mujer, Refugio exige el esclarecimiento del caso, el cuerpo del asesino
y pone en tela de juicio la efectividad de la policía del país.
Interesante en esta obra es el respeto y la total conservación
de todo el mundo metafórico y surrealista de Tomás Espinosa.
Infinidad de personajes que representan objetos e ideas que continuamente
brotan en cada escena como figuras poéticas que buscan llamar la
atención. Una pareja que es un árbol, unos bailarines son
aguas negras, dos acróbatas representan la caída del cielo,
dos beatas la intolerancia y el circo un país donde "la pista uno
es el gobierno del cambio y la pista dos la ciudad de la esperanza".
En el universo de esta obra hay una invitación
a gozar la vida con intensidad, a no pedir permiso ni al Estado ni a la
Iglesia de las opciones sexuales, a un mundo donde todos tengamos cabida,
donde podamos vivir sin miedos, prejuicios ni tabúes, y donde lo
diferente no sea motivo de rechazo.
La música es variada, aunque en su mayoría
muy cabaretil, y va desde los ritmos tropicales hasta cantos místicos.
Las actuaciones de las actrices principales transmiten una gran profesionalidad
y destaca la voz de Margarita Sanz, que interpreta varias canciones.
Las Nictálopes representa un esfuerzo estético
y actoral arduo, así como una buena oportunidad de acercarnos a
uno de nuestros autores cuya obra, aunque poco representada, continúa
siendo sumamente arriesgada y vigente.
Funciones: Salón México, 2do. Callejón
de San Juan de Dios 25, esquina Pensador Mexicano. Jueves 20:30; viernes
19:00 y 21:30; sábados 18:00 y 20:30, y domingos 17:00 horas. Entradas:
100, 200 y 300 pesos. Tel. 5518-0931.
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