México D.F. Miércoles 17 de marzo de 2004
Moros y sudacas, considerados sospechosos
Operativo en Madrid para limpiar la ciudad de propaganda contra Aznar
JENARO VILLAMIL ENVIADO
Madrid, 16 de marzo. Hay electricidad en el ambiente de las calles madrileñas. A menos de 24 horas de conocerse los resultados electorales que marcaron una derrota histórica para el gobernante Partido Popular (PP), se ha iniciado un amplio operativo para limpiar los parabuses, las paredes, los balcones, las estaciones del Metro de multitud de graffitis y pintas que acusaban al PP de haber mentido y de ser responsable de una "guerra santa" en territorio español, pero también se ha reforzado la vigilancia policiaca, en especial en sitios como el barrio de Lavapiés, donde han sido detenidos los jóvenes marroquíes acusados de estar implicados en "células" pertenecientes a Al Qaeda.
Apenas el domingo y en parte del lunes se podía leer en las estaciones del Metro "Az-nar, asesino", "PP: mañana votamos, mañana os echamos", "Sólo hay un culpable" y otros que sintetizaban mejor el sentir de decenas de miles de madrileños: "200 muertos. Culpable: Al Qaeda. Responsable: PP".
Algunos eran especialmente ofensivos para los simpatizantes aznaristas: "PP, fascista, sois los terroristas", o "El de bigotes, entre barrotes".
Y es que en la sede del PP están convencidos de que la derrota electoral fue producto de un "llamado a la acción directa, desde el anonimato, pero perfectamente organizado y orquestado".
En esa sede, ubicada en la calle Génova, toda la tarde y noche del sábado 13 desfilaron miles de ciudadanos convocados por medios alternativos (e-mails, mensajes en teléfonos móviles, pintas y de boca en boca) para expresar su rabia y su indignación por el engaño del gobierno frente a los peores ataques terroristas en la historia española.
Al voto de castigo del 14 de marzo parece corresponderle una política municipal de castigo y vigilancia para borrar las trepidantes frases y consignas contra el PP y, en especial, contra José María Aznar. El coraje, combinado con el duelo y la conmoción por los ataques, sólo puede ser comparado con el vivido en México en tiempos del final del salinismo.
Hasta en los carteles de anuncios cinematográficos, como en el de la película Kill Bill, de Quentin Tarantino, donde aparece una desafiante fotografía de la actriz Uma Thurman con una espada vengadora, se escribieron frases como "Nadie negocia si no teme al conflicto", "Aznar, súbete al vagón" o "Ustedes nos llevaron a la guerra".
También han desaparecido los mensajes que clamaban paz, reconciliación, "No más violencia", "No a la guerra", "No a Al Qae-da", "ƑQuién? ƑPor qué?", "ƑQuién ha si-do?", "ƑNos estáis ocultando algo?", "Basta ya de terrorismo".
La presencia policiaca se ha incrementado visiblemente en las estaciones de transporte público. Los roces violentos se manifiestan. En la estación del Metro Ríos Rosas, un guardia civil de seguridad expulsó de los andenes a una joven gitana, de Europa oriental, que pedía limosna con un pequeño hijo en brazos. La joven insultó al guardia cuando la expulsó y éste la amenazó con pegarle con la macana.
En otros sitios los vigilantes increparon a jóvenes que osan fumar en los andenes (práctica común en Madrid, a pesar de estar prohibido) o que adoptan "actitudes sospechosas". "Sólo falta que comiencen a revisar nuestros bolsos", comentó una joven que teme, como muchos otros, que otro atentado vuelva a producirse, pero más indignación les provoca la acentuada vigilancia policiaca.
La tensión es mayor en el barrio multiculural de Lavapiés. Los medios han confirmado que la policía detuvo en este sitio a Jamal Zougam y otros seis marroquíes, vinculados con Mohammed Atta, jefe de los pilotos suicidas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y parte de una de las "células" relacionadas con Al Qaeda que también provocaron el atentado terrorista en Casablanca, Marruecos, el año pasado.
En las calles de Lavapiés, los árabes se ocultan, mientras los policías dan constantes rondines y las cámaras de televisión desfilan en el centro de la plaza. Ahí una mujer gorda gritaba al vacío, una y otra vez: "šDejen en paz a mi barrio!". "šVean el corazón de Lavapiés! Es la paz".
Mientras esta pregonera indignada gritaba, dos agentes del Grupo Nacional de Policía, en motocicletas, le pidieron sus papeles de identidad a tres migrantes de origen su-damericano que se reúnen en esta plaza para ofrecer sus servicios o para platicar.
Los hombres de tez morena, árabes o latinos, moros o sudacas, como se les señala, miran desconfiados y se ocultan en los cafés, en las tiendas, en los locutorios frente a las cámaras de televisión que se turnan con los rondines de los policías.
También aquí se han borrado o arrancado las pintas y los carteles. Todavía en las afueras del Metro existía un enorme cartel en árabe que decía "No al terrorismo". El café Babylonia, sitio tradicional de comida y reunión de la comunidad árabe, se mantiene cerrado.
"No podemos negar cierta inquietud por las muestras de intolerancia frente a los árabes", declaró a la televisión un joven marroquí que vive en Madrid desde hace 15 años.
El portavoz del gobierno de Marruecos, Nabil Benabdalá, declaró a Radio France International la preocupación de las autoridades de ese país "ante las inocultables represalias contra la comunidad" establecida en España. Se calcula que son más de 300 mil marroquíes los que viven en la capital española.
El diario catalán La Vanguardia publicó en los días recientes el caso de un joven marroquí asesinado en la plaza Rubí, en el barrio Las Torres, después de recibir 14 puñaladas propinadas por un integrante de una presunta banda ecuatoriana, la segunda comunidad de migrantes más grande en España.
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