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México D.F. Martes 16 de marzo de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Luces distantes
Reflexión sobre la amistad y solidaridad con
desconocidos
UN CUENTO DE dos ciudades. El río Oder,
frontera natural entre Alemania y Polonia, es el escenario de Luces
distantes (Lichter, 2002), de Hans-Christian Schmid, recuento
polifónico, estructurado en varios micro relatos, de la experiencia
de la inmigración clandestina en Europa Oriental luego del derrumbe
del socialismo real. El punto de llegada de varias familias ucranianas,
cuya meta final es Berlín, es la pequeña ciudad polaca de
Slubice. Los inmigrantes buscan ahí ayuda para cruzar el río,
en condiciones muy difíciles, y desde allí ganar Frankfurt
del Oder, y luego la nueva capital alemana, espejismo de prosperidad.
A
PARTIR DE esa situación, en momentos culminantes durante los
primeros años de la reunificación germana, el joven realizador
de Crazy (2000) y El corazón sobre la cabeza (2001)
junta y entrecruza relatos de revelación sentimental y desprendimiento
solidario; uno de ellos, pieza central, refiere los esfuerzos de un taxista
polaco (Zwigniew Zamachowski, protagonista de Blanco, de Kieslowski)
para ayudar a una familia ucraniana a cruzar el río a costa de su
propia seguridad y sacrificando el dinero para el vestido de primera comunión
de su hija; otro relato muestra a una traductora en un centro de detención
de indocumentados, quien decide arriesgar su trabajo para facilitar la
huida y posterior ingreso de un inmigrante ilegal al territorio alemán;
un comerciante asiste también al derrumbe de su pequeña empresa
de venta de colchones cuando una compañía mayor aprovecha
su debilidad competitiva para absorber su negocio. A estas historias se
suman otras más, ilustrativas todas de la confusión social
y desamparo general que impera en la región en esa época
de transición política, primeros años de los 90. Se
confunden en este espacio a orillas del Oder las clases sociales, profesiones,
nacionalidades, y todos los personajes sobrellevan o padecen las penurias
del éxodo masivo hacia un territorio incierto.
UN ESTILO REALISTA, aunado a la experiencia previa
del realizador en el campo del documental, protegen este abanico de ficciones
de zozobrar en la sensiblería. Hay momentos emotivos, como el dilema
del taxista Karol, entre su deber social y sus responsabilidades familiares,
y el director los maneja con elegancia y sutileza; otro tanto sucede con
el dilema ético de la joven traductora. Los personajes no se alejan
jamás de un código moral que los sitúa por encima
de las circunstancias históricas que les toca vivir. Surge espontáneamente
la generosidad en momentos de adversidad máxima, cuando el cambio
social, promesa de mejorías, sólo arroja como saldo provisorio
una incertidumbre mayor y una sensación radical de abandono. Hans-Christian
Schmid es uno de los cineastas alemanes que con mayor agudeza ha observado
esta mezcla de ánimo esperanzado y desencanto que en pocos meses
recorrió una Europa oriental todavía conmocionada.
LUCES DISTANTES NO
sólo es un buen relato fragmentado, crónica afectiva de existencias
súbitamente envueltas en situaciones de tráficos, abusos,
y en aventuras peligrosas, sino una reflexión sobre la amistad y
la solidaridad con desconocidos. Schmid parece señalar la inutilidad
de una filantropía a distancia. Cada personaje comparte aquí
plenamente los riesgos del ilegal recién llegado, que suelen ser
graves, en una cercanía y complicidad sorprendentes. Hay alguna
historia de amor apenas esbozada, y otra más, frustrada, por burócratas
arribistas que con saña degradan a la mujer en el nuevo sistema
de oportunidades ilimitadas. Los retratos son agridulces, y las historias,
microcosmos de paisajes sociales más extensos. Quedan abiertos los
planteamientos morales, las incertidumbres sociales, la quiebra del compromiso
ético -que hasta cierto punto desmiente esta utopía fronteriza-,
y una gran libertad narrativa que hace de esta cinta una experiencia amena
y gratificante.
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