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México D.F. Domingo 14 de marzo de 2004

Plantea una revisión en orden cronológico, comenzando por la novela El reino de este mundo

Propone Celorio guía para leer a Carpentier

Desaconseja incluir en el programa šEcue-Yamba-O! y La consagración de la primavera

MONICA MATEOS-VEGA

Las dos grandes aportaciones de Alejo Carpentier a la literatura hispanoamericana son su definición de lo real maravilloso y su neobarroquismo. Pero más allá de descripciones, se trata de un autor capaz de seducir a los jóvenes lectores con su prosa exhuberante, aunque se tenga que avanzar en ella a golpe de diccionario.

Así lo considera Gonzalo Celorio, quien plantea seguir un orden cronológico en el acercamiento a la obra de Carpentier, pero empezando por El reino de este mundo, novela escrita en 1949.

''No recomiendo su primera narración, šEcue-Yamba-O! Se trata de una novela de la que Carpentier se arrepintió. La escribió en pocos días, cuando fue encarcelado por haber firmado un manifiesto de un grupo minoritario contra el entonces presidente cubano Gerardo Machado. Trató de rescribirla en 1933, cuando vivía en París, pero terminó abjurando de ella'', agrega el doctor en letras por la Universidad Nacional Autónoma de México.

En El reino de este mundo Carpentier sostiene su tesis sobre lo real maravilloso americano. La novela fue escrita tras un viaje a Haití, y se centra en la revolución haitiana y el tirano del siglo XIX Henri Christophe.

En el prólogo de esa obra, explica Celorio, Carpentier sostiene que ''la realidad no se inventa con los trucos de prestidigitación del surrealismo y que América entera es un dechado de maravillas".

Si bien Carpentier escribió para la revista Révolution surréaliste, por encargo expreso del poeta y crítico literario francés André Breton, siempre mantuvo una posición crítica respecto de la aplicación de las teorías del surrealismo.

En 1955 da a conocer Los pasos perdidos, el diario ficticio de un músico cubano en el Amazonas, que trata de definir la relación entre España y América siguiendo la conquista española.

''Está escrita en primera persona y lleva al lector a un viaje que retrocede en el tiempo hasta los inicios de la música'', apunta Celorio, quien considera que El siglo de las luces (1962) es la novela ''más lograda del autor, la cual se basa en la Ilustración francesa y su repercusión en el Caribe''.

Otros especialistas agregan que esta historia, que relata la vida de tres personajes arrastrados por el vendaval de la Revolución Francesa, más que novela histórica, o novela de ideas, es "cabal novela filosófica''.

Luego vendría El recurso del método (1974), que se inscribe en la novelística del tirano, a la manera de obras como El señor presidente, de Miguel Angel Asturias, y Tirano Banderas, de Ramón del Valle-Inclán.

''A estas alturas, la prosa de Carpentier ha ganado en humor. Hay una gran riqueza en su vocabulario. Presenta a un dictador ilustrado, con ciertos rasgos de Porfirio Díaz'', señala Celorio.

En Concierto barroco, también de 1974, se perfila un escritor iconoclasta e irreverente que narra la relación entre Cristóbal Colón e Isabel la Católica.

Gonzalo Celorio tampoco recomienda la lectura de La consagración de la primavera (1978), obra acerca de la Revolución Cubana, que, en su opinión, puede definirse como el ''testamento político'' de Carpentier, en la cual "más que mostrar la realidad trata de demostrar. Es un tanto panfletaria, una especie de novela de compromiso''.

A estas alturas de la revisión, el lector estaría maravillado con la literatura de Carpentier, señala el especialista, por lo que, para cerrar con broche de oro, propone la lectura del cuento Viaje a la semilla (1944), ''un extraordinario relato en el que todo ocurre al revés. Un hombre vuelve de su muerte para nacer y empieza la historia en su ataúd''.

Este cuento es resultado de los años de infancia y adolescencia que Carpentier pasó en una finca en Loma de Tierra, en las afueras de La Habana. Fueron sus años felices, en los que tuvo contacto con la gente del campo.

''Recuerdo -explicaba el propio escritor- gente extraordinaria, como unos negros que me contaban historias que habían recogido de sus antepasados. En particular Viaje a la semilla es el resultado de aquellos años. Creo que algunas de mis ideas actuales, de mis puntos de vista filosóficos o políticos, se deben mucho a esos años de vida en común con los hombres del campo, que podían ser analfabetos, pero que me enseñaron algunas de las cosas esenciales de la vida: el respeto de ciertos valores humanos y una visión algo maniqueísta de lo que es el bien y de lo que es mal."

Y luego que el lector decida releer o buscar sus propias opiniones en la totalidad de la obra carpenteriana.

Periodista y diplomático

Alejo Carpentier nació en La Habana, Cuba, el 26 de diciembre de 1904. Fue hijo de un arquitecto francés y de una cubana de familia refinada. Sus primeros años los pasó en la capital isleña y cuando tenía 12 de edad su familia se trasladó a París, donde asistió al liceo de Jeanson de Sailly.

Al mismo tiempo estudió música, alentado por la gran afición de su familia. Su padre había estudiado violonchelo con Pau Casals y su madre era pianista. En 1922 regresó a La Habana para estudiar arquitectura, carrera que abandonó a los dos años, ante las dificultades que encontró en las matemáticas y el dibujo.

También dejó sus estudios de música, a pesar de haber compuesto ya algunas obras, según afirmaba: "realmente tenía la impresión de que no servía para nada. Ahora pienso que no estaba muy dotado para la composición: era un poco impresionista. Al fin comprendí que el resultado no era óptimo y que mi verdadera vocación era la literatura. Fue cuando empecé a escribir en serio''.

El periodismo será una actividad que Carpentier ejercerá a lo largo de casi toda su vida. Para él, el periodista y el escritor se integran en una sola personalidad. Ejemplifica su opinión citando los nombres de Bernal Díaz del Castillo, Mariano José de Larra, Victor Hugo, Emile Zola y José Martí, entre otros.

''El periodismo -opinaba Carpentier- es una maravillosa escuela de flexibilidad, de rapidez, de enfoque concreto, y todo buen periodista debe manejar el adjetivo con un virtuosismo que a veces no tiene el novelista detenido sobre sus cuartillas. Y sin estos contactos no creo que pueda hacerse en este siglo novela válida ni duradera."

En 1926, Alejo Carpentier visitó México, donde trabó amistad con el pintor Diego Rivera, partidario del arte proletario. De esa relación surgió en Carpentier, recién iniciado el cubismo, la idea de que existe un tipo de pintura, afincada en la realidad circundante, que ofrece una visión de América completamente nueva.

Después viajó Haití, donde se interesó por las revueltas de los esclavos del siglo XVIII. En 1945 se instaló en Caracas, Venezuela, y no volvió a Cuba hasta 1956, año en el que avanzaba la Revolución castrista, bajo cuyo régimen desempeñó diversos cargos diplomáticos.

Murió en 1980 en París, donde era embajador de Cuba.

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