México D.F. Domingo 14 de marzo de 2004
Arte textil, muestra integrada por 382
piezas, permanecerá abierta hasta el día 16
El vestido, vehículo mediante el cual los mayas
transmiten su cosmogonía
ARTURO JIMENEZ
Refiere el Popol Vuh: ''Y dijo Tojil a las princesas Ixtaj
y Xchuch: He aquí la señal de nuestra palabra: Llevadla a
los señores y decidles: Hemos hablado con Tojil y dijo: 'Con estas
telas deben vestirse'".
Desde su esencia mítica, Tojil, divinidad solar
y del fuego, nunca imaginó, o quizá atisbó, que de
ese carácter utilitario del vestido sus fieles trascenderían
hacia síntesis cosmogónicas y hacia el arte mismo, a la vez
que sus creaciones sobrevivirían al declive de las grandes ciudades
antiguas.
Hoy, después de aquel mito fundacional perdido
en el tiempo, las indicaciones de la deidad siguen acatándose en
buena parte del mundo maya contemporáneo.
Y como ejemplo está la exhibición Arte
textil. Colecciones del Centro de Textiles del Mundo Maya, que permancerá
abierta hasta el 16 de marzo en el Museo Nacional de Antropología.
Son 382 piezas individuales y trajes etnográficos
prestados por las colecciones de la Cooperativa Sna Jolobil, que agrupa
a más de 800 tejedoras indígenas y cuya sede está
en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Así como por el Patronato
Pellizi, el coleccionista Francisco Zebadúa y Fomento Cultural Banamex,
institución que ha rescatado y restaurado muchas de las piezas textiles.
Todas ellas son parte fundamental del acervo que integrará
muy pronto el Centro de Textiles del Mundo Maya, con sede en el ex Convento
de Santo Domingo, en la ciudad de San Cristóbal de las Casas.
Choque cultural y estético
El impacto cultural y la sorpresa estética no comienza
desde el principio, en la primera sala, en la que esculturas y estelas
de piedra, figurillas de barro de la isla de Jaina y reproducciones de
murales muestran cómo eran las vestimentas antiguas.
El
choque viene un poco después, luego de la segunda sala, cuando aparecen
una tras otra las decenas de huipiles, cintas para la cabeza, fajas, faldas,
enredos, trajes para el carnaval de Tenejapa, para tianguis como el de
la ciudad de Guatemala y otras piezas hiladas, tejidas, bordadas.
Predominan los huipiles: de boda, ceremonial, de misa,
de fiesta, de cofradía, de lujo, de diario, de santos y hasta cubrehuipiles.
Un abigarrado universo de universos en el que va apareciendo
una amplia diversidad de formas, estilos, materiales, técnicas y
usos, provenientes sobre todo de poblaciones de Chiapas y Guatemala.
Y aunque esas piezas sólo son ejemplo de las creaciones
hechas en 100 años -de finales del siglo XIX a finales del XX-,
su belleza es tal que sin duda serían del agrado de Tojil:
Desde un huipil de casamiento con aplicaciones de lana,
creado en Zinacantán, Chiapas, en el siglo XIX, hasta un traje tzeltal
completo hecho en 1999 con tintes naturales y brocado en lana roja.
Es un universo multicolor -no "colorido"- que refiere
a raíces de cosmogonías antiguas y que, con algunos cambios,
ha trascendido hasta el presente.
Al tradicional algodón se sumó la lana europea;
al telar de cintura, el de pie; a los tintes naturales extraídos
de la cochinilla, el Palo de Campeche y el Palo de Brasil, se agregan los
industriales.
El "hilo de urdimbre" y el "hilo de trama" son combinados
por las manos de las tejedoras para reflejar su visión del mundo,
su relación con la naturaleza, sus rituales, su vida cotidiana.
Mito y realidad se entremezclan sin problema alguno.
El ave de Chichén Itzá
Apoyada en un videodocumental, proyecciones animadas en
las paredes de una sala cilíndrica, mapas e información amplia,
por la exposición irán apareciendo esos "objetos de arte
únicos e irrepetibles" de "valiosos contenidos simbólicos".
En unos cuantos fragmentos gastados de textiles provenientes
de la época de esplendor de Chichén Itzá se adivina
aún la figura de un ave que, cientos de años después,
todavía es recreada por los mayas del presente.
Otra figura fundamental en los textiles mayas es la del
jaguar brocado, que muestra la continuidad hasta el presente de los relatos
míticos consignados por documentos antiguos como el Popol Vuh.
En un textil de una población guatemalteca aparece
inclusive la influencia de una narración tradicional mediante pájaros,
seres humanos y caballos.
Un hombre se transformaba en ave para poder ver a su amada
y, ante el descubrimiento de su relación, decidieron huir en un
córcel.
Se muestran también ejemplos de las influencias
externas y los procesos de mestizaje, como un vestido de boda que, pese
a su blancura y diseño europeos, luce bordados de manos mayas.
La museografía dedica una sala a la influencia
del arte indígena sobre pintores mexicanos contemporáneos,
como Carlos Mérida, Rufino Tamayo, Juan Soriano y Pedro Coronel.
De ellos se presentan obras como Cortejo de príncipes
(1951), óleo sobre tela de Mérida, o Tres personajes y
un pájaro (1962), óleo sobre tela de Tamayo.
Esos pintores se "fusilaron" los diseños de los
artistas indígenas, dijo una señora de huipil y jeans
desde lo más profundo de su sencillez.
Pese a los cambios, muchos textiles aún conservan
la ritualidad y el sentido social de su uso, y siguen siendo, como siempre,
pero más desde la Conquista, espacio de mitos, relatos y mestizajes.
|