Solistas de San Petersburgo abrió brillantemente el encuentro, en el Palacio de Bellas Artes

El festival propicia la renovación física y social del Centro Histórico

Paso a paso, esa zona de la ciudad reconstruye su esplendor, señaló Enrique Semo

El arte no es un lujo, sino un andamiaje intelectual y emocional para ser mejores: José Areán

ANGEL VARGAS

La trascendencia del Festival de México en el Centro Histórico, cuya vigésima versión fue inaugurada la noche del miércoles en el Palacio de Bellas Artes, supera los límites de lo estrictamente cultural y artístico, para erigirse en factor de ''la renovación física, estética y social" del primer cuadro de la ciudad.

Así lo consideró el secretario de Cultura del DF, Enrique Semo, quien destacó que dicho encuentro ha cumplido firmemente con el objetivo que le dio vida:

''El festival se inició como un esfuerzo para rescatar del deterioro al Centro Histórico, el más importante de América. Su objetivo ha sido y es ofrecer un conjunto de actos de alta calidad en recintos públicos, templos, conventos, mansiones, así como en plazas y calles, incluyendo el Zócalo, todo eso para devolver a esta parte emblemática de la ciudad el brillo cultural y la convivencia social que tuvo."

Hito de una institución cultural

Durante el acto inaugural, previo a la parte artística, protagonizada por los Solistas de San Petersburgo, Semo expresó que alcanzar la versión 20 debe ser motivo de regocijo para la comunidad artística, los amigos del Centro Histórico y el gran público de la urbe.

Para argumentar lo anterior, recordó que, gracias al primer festival, la gente comenzó a acercarse a ese punto de la ciudad, que en aquel entonces se consideraba inhóspito.

''Hoy día, el 20 festival tiene lugar en un Centro Histórico que se haya en plena renovación física, estética y social", abundó.

''Los trabajos del Fideicomiso del Centro Histórico, apoyado por los vecinos que en él viven y laboran, así como las empresas que allí tienen su sede, están reconstruyendo paso a paso su esplendor y su función como depositario simbólico de la historia y la cultura de una ciudad que ha resistido muchas pruebas."

El discurso del director del encuentro, José Areán, también hizo énfasis en el valor social de esta cita cultural y artística, que es posible año con año gracias a la suma de esfuerzos de entidades públicas y privadas.

''Al compartir esfuerzos, el festival ha servido de catalizador y creado nexos entre grupos artísticos, espacios culturales y públicos", resaltó el también músico.

''Además, ha contribuido en forma sustancial a la recuperación de un Centro Histórico que ahora luce cada vez mejor y se convertirá sin duda en foco de desarrollo económico y cultural."

De acuerdo con Areán, el arte es más que pasatiempo o entretenimiento: ''Es lo que alimenta la creatividad de todos y nos vuelve más reflexivos para afrontar la realidad cada vez más alienada, dominada por el consumo y que tiende a transformarnos de individuos en masa indiferenciada.

''El arte, pues, no es un lujo, sino un andamiaje intelectual y emocional sin el que no podemos aspirar a mejores sociedades y mejores individuos."

El funcionario subrayó que cumplir dos décadas de existencia representa un hito para cualquier institución cultural del país.

Reconoció que el festival ha logrado sobrevivir a los vaivenes económicos y políticos de los 20 años anteriores y ha florecido por ''la exitosa combinación" de fondos públicos y privados.

La presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez, decidió de última hora no leer el texto que había preparado, acaso para no extender más la ya larga ceremonia y retrasar el concierto de la orquesta de cámara rusa.

La funcionaria se limitó a declarar inauguradas las actividades de este año, no sin antes congratularse por las 20 versiones del festival.

Gente totalmente palacio

Como es habitual en la apertura del encuentro, el máximo recinto cultural sirvió de pasarela para la gente totalmente palacio, con buen vestir y oler.

Afuera, la imagen es ya una postal clásica: decenas de carrazos estacionados en la acera frontal del inmueble y unos aburridos choferes y/o guaruras en espera de que la función no sea tan larga, mientras que transeúntes y automovilistas, curiosos, se preguntan qué sucede allí.

Al inicio de la velada, la sala principal del palacio estaba a tres cuartas partes de su capacidad, pero logró llenarse cuando los Solistas de San Petersburgo ha-bían interpretado tres piezas, dejando patente en cada una, al igual que las que completaron el programa, porqué la escuela cuerdística rusa es la mejor del mundo.

Fue un concierto sublime, conmovedor, que al finalizar dejó una sensación de pureza y dulzura en el alma. No pocos abandonaron la sala suspirando y llevando una de sus manos en el pecho, una complacida sonrisa, la mirada límpida y se decían tocados por una especie de prodigio divino.

Precisión de cirujano, sincronía, pulcritud con el arco, atrevimiento y desenfado, y gran conocimiento de las obras, definieron el trabajo individual de los 16 músicos con la Suite en estilo antiguo, de Schnittke; el concierto para violín y orquesta, de Vivaldi, y una sinfonía de cámara de Shostakovich.

También con cuatro piezas de Prokofiev; el Divertimento en Re mayor de Mozart; la Serenata de Do mayor para orquesta de cuerdas, de Chaikovski, así como dos encore.